LA HABANA, Cuba, 2 de julio de 2013, Lilianne Ruiz/ www.cubanet.org.- Rubén Benítez no es su nombre real. El suyo lo calla, porque es un padre de familia y teme perder su trabajo. Médico de profesión, sigue desconcertado por la muerte de su padre, ocurrida en el hospital Calixto García.
Según él mismo relata, al llegar a la sala de Terapia Intensiva, las palabras del enfermero de la ambulancia que le ayudó fueron:
–¿Qué paso aquí, está lloviendo?
La sala estaba llena de charcos de agua, porque se había roto el tubo de un acondicionador de aire.
El doctor Benítez conoce las reglas, especialmente cuando se trata de requerir un ingreso, y añade:
–Yo, por supuesto, punto en boca, porque lo que quería era resolver mi problema.
Asegura que no fue por falta de medicamentos. “Ni por falta de atención del personal médico y de enfermería, a pesar de todas las situaciones de indolencia y algún que otro maltrato por resultarles incómodo un acompañante demasiado exigente. Fue por la cochinada en el hospital”, precisa.
— No lo dicen los médicos de terapia, evidentemente, pero en un hospital donde por el mismo ascensor suben y bajan los constructores, los médicos, y también la basura, no se puede trasladar a un paciente grave porque le estás metiendo una infección, desde la boca, directo al pulmón.
El padre del doctor Benítez ingresó por un dolor en el pecho y se fue complicando hasta terminar en una neumonía hipostática que le costó la vida.
El doctor me mira sorprendido cuando le pregunto si considera que no se puede transportar a un paciente grave en un ascensor donde van otras personas. Al preguntarle me acuerdo de los ingresos hospitalarios con mi padre y la cantidad de veces que subí con él acostado en una camilla, luchando por protegerlo del hombre que sacaba un contenedor de basura, en presencia de médicos conversando que me obligaban a ver aquella situación como “normal”.
-Tú no puedes meter una construcción en un hospital cuando tienes pacientes adentro. El piso se limpiaba todos los días y dentro de la terapia (después de resolver el problema del aire acondicionado) aparentemente estaba más limpio. Pero afuera, no es que tú lo vieras, es que le podías pasar el dedo al piso lleno de polvo de cemento, porque están construyendo en el hospital hace muchos años- comenta el doctor.
-Es muy deprimente ver a un familiar en esa situación y no poder hacer nada –dice-. Murió de una neumonía hipostática, pero no se puede determinar si la contrajo simplemente por estar acostado o como resultado de un ambiente infeccioso que pudo haberse evitado.
Aclara que rechazó la idea de una necropsia porque significaba alargar el sufrimiento sin resolver nada, ni poder demandar a nadie.
Según el doctor Benítez, en su rol de acompañante, lo más chocante era la suma de todas esas pésimas condiciones de vida allí, desde la bulla de los constructores hasta las aguas albañales que corrieron frente a la Sala de Terapia Intensiva, cuando cayó el primer aguacero de la temporada.
-Cuando tu no conoces del tema es muy fácil engañarte, pero cuando eres médico no tanto…
En La Habana, se comentaba hace unos años que el director del Hospital Oncológico había prohibido a sus trabajadores hablar de la relación que hay entre la construcción del hospital y el número de muertes:
-Porque es lógico que estén en mayor riesgo de morir aquellos pacientes que, recibiendo un costoso tratamiento de quimioterapia (normalmente produce inmunodepresión), ingieran polvo por las vías respiratorias-,apunta el médico.
Cuando era estudiante, en el año 2004, en el hospital Fajardo, en medio de un pase de visita, podía haber lo mismo un constructor gritando que un taladro funcionando. “Aunque estuviera en otro piso, la reverberación no te dejaba hablar.”
Reparando con ingresos graves
Hace al menos 10 años comenzaron las obras de reparación de los hospitales de la capital. Lo que nunca pudieron entender, ni los médicos ni los pacientes, es por qué todos se empezaron a restaurar al mismo tiempo.
Algunos, como el Instituto Cardiovascular o el Hospital Fajardo, han sido declarados “terminados”. Otros parecen haberse estancado, como el Calixto García. El hospital gineco- obstétrico Clodomira Acosta, aparece como una edificación perdida, a pesar de haberse iniciado alguna vez en él los trabajos de reconstrucción.
Las estadísticas revelan que el número de muertes por infecciones en los hospitales que están siendo reparados se ha triplicado.
No hay más alternativa que ir, cuando la enfermedad aparece, a los mismos hospitales sucios y derruidos de que hablamos.
Solo un alto nivel de relaciones personales permite recibir atención médica en lugares de élite como el CIMEQ, o la Clínica Internacional Cira García.
La experiencia en los “hospitales para el pueblo”, hace repetir al cubano, a modo de conciencia colectiva, que “aquí lo que no se puede es caer en un hospital”.