PUERTO PADRE, Cuba.- Aunque la alta dirigencia política y gubernamental cubana se exhibe rolliza y mofletuda, la población de Cuba corre peligro inminente de hambruna. Estos son los hechos.
Según las Naciones Unidas, los criterios que definen la Fase 5 de hambruna por inseguridad alimentaria aguda, concurren cuando al menos el 20% de los hogares de una población se enfrentan a una escasez extrema de alimentos y tienen una capacidad limitada para solucionar esa situación; cuando en los niños la prevalencia de malnutrición aguda supera el 30%, y en el momento que la tasa de mortalidad por malnutrición supera las dos personas fallecidas al día por cada 10.000 habitantes.
Y no es preciso ser experto para constatar que, en Cuba, muchísimo más del 20% de los hogares sufren carencias alimentarias, que nuestros niños están malnutridos, y, son más de dos los fallecidos por cada diez mil habitantes que tras el cristal del ataúd los vemos macilentos.
Por supuesto, aunque el régimen ha pedido ayuda a la comunidad internacional por falta de alimentos, con el orgullo ciego y fatuo de los dirigentes del Partido Comunista de Cuba, el omnipresente PCC, imponiendo su criterio sobre el de los especialistas, no va a admitir que existe malnutrición generalizada en los cubanos, y, mucho menos, va a permitir que en los certificados de defunción de cientos de personas conste que murieron por inanición.
En diciembre de 2021 publicamos en este sitio El fracaso del socialismo en Cuba, donde apuntábamos datos y cifras que son útiles retomar, ahora, cuando el peligro es inminente, no sólo para comparar cómo ya transcurriendo 24 años del siglo XXI, los cubanos estamos peor alimentados que en el siglo XX e, incluso, nos encontramos peor nutridos que las dotaciones de esclavos de los ingenios azucareros en el siglo XIX.
Según datos de la época, en el año 1953 el consumo per cápita de carne de res de los cubanos fue de 144 libras; algo así como el consumo diario de seis onzas. Y un artículo periodístico de octubre de 1955, decía de lo “defectuosamente alimentados” que se encontraban los cubanos, pues, si consumían más de 100 libras de carne de res anualmente, carecían de otros nutrientes, haciendo su alimentación deficiente atendiendo a que, nada más, consumían al año “unos 40 huevos, unas 17 libras de pescado, algo así como 27 libras de tomates y otras hortalizas, poco más de dos libras de carne de ave, unas 70 libras de plátanos, 35 libras de frijoles, 127 de arroz, sólo unas 14 libras de cítricos, 25 libras de manteca de cerdo…”
Al borde la hambruna
Y si en diciembre de 2021 decíamos que, “si para el cubano de hoy esos alimentos representan un lujo, para nuestros padres y abuelos significaron una desproporción de la dieta.” Pero ahora es mucho peor que en 2021.
Óiganme… ¡Qué decir de la alimentación del cubano de hoy! ¿Estamos o no en situación de peligro de hambruna?
Comparemos ahora lo que comen hoy día los cubanos, cuando la libra de carne de cerdo supera los 600 pesos y la de pollo más de 330 pesos, con la dieta del esclavo en el siglo XIX. Según Manuel Moreno Fraginals en El ingenio, ya a mediados del siglo XIX y “con una población cercana al millón de habitantes, Cuba importaba anualmente en cifras redondas 8 mil toneladas de bacalao, 16 mil toneladas de tasajo, 700 toneladas de carne salada de vaca y puerco, 800 toneladas de jamón y 200 toneladas de tocino. Esto resulta en un per cápita de 25,7 kilogramos (55.7 libras) anuales de importación de carnes”.
Moreno Fraginals dice, según lo he citado en otras ocasiones y por estado de necesidad no dejaré de citar estos datos, que, por su larga tradición ganadera, el consumo de carne en Cuba fue “siempre muy elevado” y los ingenios situados en las zonas de Sancti Spíritus y Puerto Príncipe (Camagüey), “daban a sus esclavos, exclusivamente, carne fresca, que resultaba más barata que el tasajo”. Pero hablar de carne, de cualquier carne en Cuba, en 2024, es un sueño, cuando no una apostasía, sí, una mengua de nuestro pasado. Lo dicen los hechos históricos.
En el ingenio Las Coloradas, decía Moreno, de la familia Valle Iznaga, con una dotación de 260 esclavos, el promedio era de 2,5 reses sacrificadas semanalmente, proporcionando una dieta diaria de unos 220 gramos de carne fresca por cada esclavo. Por los libros de contabilidad de los ingenios donde anotaban diariamente el consumo de las dotaciones, hoy podemos conocer que el consumo diario de un esclavo era superior a 200 gramos (media libra son 230 g) de carne o pescado salado.
“Sin azúcar, no hay país”
Hace dos años decíamos que los 200 gramos de tasajo que como promedio diario consumía la población esclava en Cuba ya a partir de 1825 —según cálculos de entendidos— debieron proporcionar per cápita, unos 70 gramos de proteína animal, 13 gramos de grasa y 382 calorías que, añadidas a unos 15 gramos de proteína de origen vegetal, proporcionada por la harina de maíz, el plátano y otros frutos consumidos a voluntad, como también azúcar, suministraban una alimentación rica, en semejantes condiciones de esclavitud, con todo y carecer de determinados nutrientes.
Pero hoy los cubanos, sometidos al PCC hasta hacer de Cuba una tierra improductiva, y sin capacidad económica para la importación de alimentos, nos encontramos al borde de una hambruna, porque carecemos hasta para uso doméstico, del que fue nuestro producto de exportación insigne: el azúcar. Carecemos hasta de azúcar y en este contexto económico e histórico resulta lapidaria aquella frase de nuestros padres y abuelos: “Sin azúcar, no hay país”. Y ciertamente, poco queda de Cuba. Ojalá el hambre no termine con los pocos cubanos que viejos y enfermos ya vamos quedando. ¡Ojalá!
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