CUBANET ...INDEPENDIENTE

3 de abril, 2000



Nuevo peligro para vieja tradición

Lázaro Raúl González, CPI

HERRADURA, abril -

- ¡Voy 50 monedas al Indio! ¡Voy 1,000 pesos al Canelo! ¡Voy 70 monedas a 20! ¡Mátalo, Pinto, que tú eres de Guane! ¡Voy 100 monedas al Giro! ¡Pago 80 monedas a 20! ¡Voy 100 a 20 al Canelo!

Ya cualquiera lo adivina, es... una valla de gallos.

A unos escasos 20 metros de la carretera, ésta que hoy visitamos está enclavada en el corazón de la provincia de Pinar del Río y fue levantada precipitadamente hace cuatro o cinco años a partir de materiales locales. En sus gradas de tabla de palma caben unas 300 personas sentadas, pero en días especiales -son frecuentes- hasta 1,000 pagan su entrada al área donde está ubicada la valla. Entre ésta y la cerca hay un espacio en el que se espuelan y pesan los gallos, se confeccionan las listas de apuestas y se conversa sobre cualquier tema, sobresaliendo, claro, el de los gallos.

Dentro del ruedo, dos gallos se baten gallardamente. La pelea dura ya 21 minutos y todavía no se decide. Cada espuelazo de uno de los contendientes levanta la algarabía de sus parciales (apostadores). Como la pelea tiene altibajos, un jugador "se tapa", es decir, había jugado 20 monedas al Indio en el apunte inicial, pero ahora lo ve flaquear y le juega entonces lo mismo en contra. De este modo, cualquiera fuere el resultado, ni gana ni pierde.

- ¡Voy 40 a 20 al Canelo! ¡Pago 40 a 20 al Canelo!

Ambos gallos sangran profusamente, pero el Canelo parece peor herido: su blanco plumaje está teñido de sangre. El Indio pica y corre brevemente, se detiene y se tiranun par de patadas. Ahora es el Canelo el que corre, los que apuestan al Indio vociferan hasta la ronquera y suben las apuestas.

- ¡Voy 100 monedas al Indio! ¡Voy 50 monedas a 16! ¡Mátalo, Canelo! ¡Mátalo, Indio!

Los animales ya no pueden más. Ya van 25 minutos de pelea. Si pudieran entender las exhortaciones de sus dueños (o apostadores) tampoco podrían más. Están rendidos y desangrados. Ya van 27 minutos.

Súbitamente, el Canelo pica, revuela, y ¡zas! El Indio por fin descansa, para él todo ha terminado: yace muerto sobre el aserrín de la valla. En las gradas, una explosión de emociones. Colorados y con las venas al reventar, unos pagan y otros cobran. Algunos, como aquel jugador que vimos, pagan y cobran. El se "tapó". El mismo día y en la misma valla, puede repetirse la misma escena hasta 20 ó 25 veces.

Pero no sólo dentro del ruedo y en las gradas hay actividad. En el área que rodea la valla y también fuera de la cerca pululan los vendedores de cualquier cosa, desde un tubo de luz fría hasta un sandwich pinareño (¿con o sin cebolla?). Uno pregona su pollo ahumado, otro sus caramelos. Una morena ofrece ron, por tragos o embotellado, y un rubio invita a que se tome "su cervecita fría". Se vende de todo y a cualquier precio, incluyendo productos industriales: zapatos, colchas para limpiar el piso, baterías de radio, cintos (¡también se reparan!). asimismo, meriendas, almuerzos o cenas regias, ricas en vitaminas, en placer. Es todo un bacanal. Para quien la apetezca, y pague, se oferta incluso carne humana: "¡Aquí, jineteras criollas!"

Para quienes no gusten de lo uno ni de lo otro también se organizan en los exteriores juegos de dominó -¡Hay que pagar la mesa! (La mesa es un lomo de yagua)- juegos de baraja, siló, cubilete y hasta ajedrez.

Pero en cualquier momento pueden terminar estas ferias epicúreas. Las peleas de gallo fueron suspendidas en Cuba desde principios de la Revolución, y la prohibición no ha sido levantada aún. De modo que el ambiente de tolerancia que había reinado en los últimos siete u ocho años está en peligro. Según comentan los guajiros por acá, últimamente han sido cerradas algunas vallas en Alquízar, Artemisa y otros pueblos distantes. En estas razzias suelen ser decomisados los gallos y todos los productos comerciales que se encuentran en oferta, además de todo el dinero que porten los presentes en la valla.

De cualquier modo, ante la inminencia del peligro la gente no se amilana, sino que todo el mundo se confabula para volver al monte, como voluntarios en tiempo de leva todos muestran su prestancia: si otra vez cierran las vallas, se busca un limpio en el monte, se clavan 5 varas y se tiende una manta. Y dentro de ese pentágono, ¡a pelear gallos otra vez!

Es, entre los cubanos, una añeja tradición muy difícil de arrancar y es, además, hoy por hoy y sobre todo, una opción para los sin opción.



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