Juez de su propia historia
Tania Díaz Castro, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, abril - Cualquier persona que haba rechazo de actos agresivos está en contra del violento y bárbaro "rescate" del niño náufrago Elián González, perpetrado por policías norteamericanos en días pasados. Visto el suceso
a través de la pequeña pantalla, más parecía una típica película de los sábados, las que jamás veo por la violencia contenida en ellas, que un suceso real acontecido en el hogar de una familia cubana del exilio de Miami.
El hecho ocurrió el pasado día 22 de este mes y será recordado más para mal que para bien por el niño a lo largo de toda su vida. A causa de este brutal momento, ya sea de uno o cinco minutos (el tiempo de duración no es importante), este niño
sufrirá, por lógica, un grave trastorno psíquico.
Por experiencia propia sé que un momento así lacera el alma y hace una profunda grieta en el corazón. Tengo 61 años de edad, y a veces cierro los ojos involuntariamente y siento sobre mí decenas de personas golpeándome por sorpresa, cumpliendo órdenes
del gobierno. Esto ocurrió en 1988, cuando yo dirigía un partido pacífico de oposición, desmantelado por maniobras subterráneas de la policía política de Fidel Castro.
Pero lo ocurrido a mi persona no es nada raro. Fidel Castro es un experto en organizar operativos policíacos a disidentes y activistas de los derechos humanos, mítines de repudio a personas que marchaban al exilio a reunirse con su familia o tender trampas a opositores para
llevarlos a prisión por delitos comunes.
Tal vez por eso trató de justificar, a lo largo de cuatro horas, el operativo llevado a cabo en Miami para que el niño Elián regrese a Cuba. Los niños del remolcador "13 de Marzo" jamás podrán regresar y tampoco los cuatro jóvenes
aviadores de Hermanos al Rescate que cayeron muertos por orden expresa suya.
En el caso de Elián, sí, desde el principio preferí que permaneciera en los Estados Unidos, un país de grandes oportunidades para cualquiera que desee trabajar de verdad, que tenga ideas emprendedoras y no en Cuba, donde la libertad individual está
supeditada a las disposiciones gubernamentales, las que castran cualquier iniciativa si ésta no está acorde con las de la alta esfera.
Elián, pese a su sonrisa de hoy, jamás será un niño verdaderamente feliz. Terribles recuerdos lo acompañarán de por vida, incluyendo, sobre todo, el del sábado 22 de este abril. ¿Ya habrá pedido ver a Marisleysis, esa muchacha que aún
lo defiende con vehemencia, como hace una verdadera madre? Pese a toda la propaganda que se ha hecho contra esta joven en mi país, la creo capaz de haber avanzado por las calles de Miami, sin ninguna compañía, segura de sí misma para rescatar sólo con sus brazos
y no con policías armados el cuerpecito de Elián.
Pero no, en el mundo predomina el hombre cuando tiene el poder. Por eso ocurrió esta acción bárbara bajo la anuencia del presidente de Estados Unidos y el aplauso de otro que preside un país hace cuarenta y un años de forma vitalicia.
Elián crecerá. Conocerá su historia. Entonces podrá levantar su dedo acusador. Ojalá y sus verdugos continúen vivos entonces.
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