CUBANET ...INDEPENDIENTE

10 de marzo, 2000



Jugaron al perdedor

Héctor Maseda, Grupo de Trabajo Decoro

LA HABANA, marzo - ¡Como fastidian! La Central de Trabajadores de Cuba (CTC), lejos de ser un órgano sindical, ofrece la imagen de un departamento político gubernamental enfrascado en cumplir las orientaciones provenientes de la butaca real.

Nuevamente, y con toda intención, toma el camino equivocado al declarar de forma pública que algunas de las tareas más importantes de esta organización son las de promover la solidaridad y luchar contra la llamada Globalización Neoliberal. Olvidan que su razón de ser es la defensa de los intereses básicos y los problemas fundamentales que enfrenta el trabajador cubano en su intento por subsistir en una sociedad enajenada. En el pasado, la CTC adoptó posiciones contrarias ante estos objetivos, aunque es justo reconocer que provenían de otra dirección.

Actos de solidaridad humana requirieron en su momento de esta organización: el pueblo húngaro durante la rebelión popular protagonizada en Budapest (1956) y los checoslovacos en Praga (1968), aplastadas ambas por los tanques y ejércitos soviéticos, o los chinos en la Plaza de Tianamen, Pekín (1989); los polacos en las calles de Varsovia y en los astilleros navales, y más recientemente en la República Democrática Alemana, poco antes de abolir la tiranía de Honecker y derribar el Muro de Berlín, para hacer de Alemania una patria nueva; en Rumanía, al eliminar el régimen dictatorial izquierdista de Ceaucescu. Ninguno de esos pueblos recibió el menor gesto de apoyo solidario de la máxima instancia laboral del país. Obviamente ésa debió haber sido la respuesta exigida por las autoridades cubanas, que no vieron con buenos ojos aquellas explosiones sociales de inconformidad ante las pretensiones hegemónicas de Rusia y los demás regímenes políticos que se protegían bajo su enorme pero carcomido tronco.

Y qué decir de la necesaria y justa condena que debió asumir la institución obrera contra la inventada Entidad Empleadora en Cuba, maquiavélica empresa intermediaria, creada por la Administración Castro para apoderarse del 85 al 90% del salario de los trabajadores insulares contratados por los empresarios extranjeros, además de violar algunas resoluciones vigentes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

La CTC, eso sí, se identificó con las autoridades cubanas en las aventuras de apoyar los movimientos guerrilleros y terroristas que se produjeron en cualquier parte del mundo durante las décadas de los sesenta y setenta. América Latina, Asia y Africa sufrieron en sus carnes los efectos del sacrosanto principio del "internacionalismo proletario" (traducido a la realidad: intervención militar foránea) con su secuela de muerte, destrucción, odio y divisiones sociales por doquier. Esta entidad de trabajadores no se detuvo a pensar en el daño que podían causar a los pueblos de aquellos países, al estremecer sus sociedades hasta los cimientos. Aquella práctica se convertiría en el segundo intento de extender el hegemonismo soviético en el planeta. El primero ya había ocurrido a finales de la II Guerra Mundial al someter el ejército soviético a un gran número de países de Europa Oriental, luego de "liberarlos" de la dominación nazi.

Recordamos con horror cómo el gobierno cubano determinó en 1962 que nuestra nación y todo el pueblo marcharan ciegamente hacia el altar de los sacrificios, durante la conocida "Crisis de Octubre", o de los Misiles, por la terquedad de no ceder ante lo que se llamó "principios vitales". Aquel gesto pudo desencadenar la tercera guerra mundial en su versión termonuclear y arrastrar a la Humanidad a su total exterminio. No retenemos en la memoria, por mucho que nos esforcemos, algún pronunciamiento de esta organización sindical contrario a tan nefastas y holocáusticas decisiones político-militares.

En aquella ocasión no sólo los trabajadores del mundo, sino todos los seres vivos que habitamos la esfera terrestre, requerimos del apoyo y la solidaridad de la CTC y del resto de las organizaciones internacionales especializadas, para evitar el negro desenlace que se avecinó. Ya es de general conocimiento que el gobierno cubano haya asumido parte del libreto que le correspondió -no todo- en la pretendida globalización totalitaria estalinista. Sólo que en esta ocasión se les fue la mano y por poco embroman hasta a sus propios patrocinadores.

Esta institución gremial acepta y participa en el desgaste continuo de movilizaciones absurdas llevadas a cabo diariamente sin beneficiar a esta sociedad, carente de lo más elemental para su supervivencia. Las decenas de millones de horas/hombre perdidas inútilmente en estos actos demuestran que a nuestra sociedad la mueven los hilos de la manipulación política. ¿Y la economía? Bien, gracias.

Ya es hora de que lleguemos a una conclusión: la proyección política adoptada por esta entidad obrera la descalifica como representante máxima de los trabajadores cubanos. ¡Qué terrible es descubrir cómo hemos sido traicionados!

Por suerte para la especie humana, aquella globalización prosoviética desapareció junto con la inmensa mayoría de los gobiernos que la sustentaron. Aún quedan algunos, pero los barrerá la historia, como lo hizo con los gobiernos de extrema izquierda. Y perdieron porque favorecían los odios e intereses más oscuros, alimentaban guerras y provocaban muertes, destrozaban los símbolos e instituciones pacíficas en nombre de la "paz". Aquella nefasta globalización y solidaridad no hacía que la Humanidad avanzara hacia su destino universal. Al contrario, la conducía a la pérdida de todos los valores que caracterizan al hombre. Era, en fin, el gran giro hacia las tinieblas y la intolerancia. Nos colocaba en manos de la ignorancia y la ambición desmedida.

La CTC, al igual que las autoridades gubernamentales, sí aplican la solidaridad, pero con militancia política, y están de acuerdo con la Globalización comunista, porque son las dos alas del mismo monstruo. No quieren aceptar que los hombres reclaman ser ciudadanos del mundo, responsables de la vida en el planeta y que buscan la unión entre todos los hombres que aman y construyen.

Los que odian y destruyen sólo tienen cabida en el infierno mítico, si es que allí los aceptan.



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