La más justa demanda
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, marzo - Cualquiera hace lo imposible si el afectado es su propio hijo. La mujer, casi oculta por la caja del televisor que cargaba, dijo llamarse Norma.
Su rostro revelaba la urgencia que la decidió a gritarle, desde la acera opuesta, al chofer del taxi para detenerlo y abordarlo. Ella iba para La Habana, hasta la calle Monte. La shopping donde compró, por 47 dólares, el pequeño televisor en blanco y negro, sería
el escenario donde exigiría el cambio del equipo, porque luego de la prueba habitual del estado técnico antes de pagarlo, nunca pudo ver un programa.
Como no poseía un equipo de televisión, pensó que su hijo, de 7 años, podría entretenerse dentro de la casa sin tener que salir a jugar con otros niños en la calle polvorienta. Su hijo padece de asma regularmente.
Pero ese televisor estaba defectuoso y su sueño se fue a pique. En la shopping en dos ocasiones ya le habían dicho que no tenían aparatos de reposición de equipos defectuosos. Debía esperar.
Pero en la mañana de este jueves, Norma decidió exigir la devolución del dinero que pagó, o que el gerente del establecimiento comunicara con los almacenes para gestionar el pronto envío de un aparato de reposición.
Esta mañana, sentada junto a mí en el asiento trasero de un taxi privado, su actitud era más bien agresiva. Ahora estaba harta de esperar. "Mi hijo me pregunta cuándo podrá ver los muñequitos en el televisor que compré, y ya no tengo
respuestas que ofrecerle".
También explicó cómo reunió los 47 dólares para el pago del televisor rebajado. Vendió maní tostado y en turrón en las calles del barrio. Sin licencia de venta. A riesgo de ser multada por la policía y perderlo todo.
Unos 40 minutos de trayecto fueron suficientes para que me contara la historia de la compra del televisor rebajado a 47 dólares por fin de año, y el avatar posterior que aún vivía.
El recurso a que Norma acudió no es exclusivo. La informalidad emergente en la solución de asuntos cotidianos en la vida de cualquiera caracteriza hoy la existencia de una buena parte de la población, a falta de una solución de índole más ortodoxa, según
los caminos formales establecidos.
Muchas personas desprovistas de recursos económicos suficientes se ven obligadas a recorrer vericuetos no muy acordes con lo considerado legal por las autoridades.
Incluso para el empleado que le vendió el televisor defectuoso, o que le jugó sucio si es que le cambió el de la prueba por otro defectuoso, mientras la humilde mujer ofrecía sus datos para llenar el vale de propiedad. Ese hecho delictivo -no queda otro calificativo-
llevado por la ambición de ganar unos dólares es el producto del criterio de sálvese quien pueda, hoy bastante extendido.
Aquella desconocida Norma ofreció en el lapsus del viaje una lección singular de cuál es la situación real de los cubanos hoy mismo.
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