Esta cosa loca que es la economía cubana
Mario J. Viera González, Cuba Voz
LA HABANA, marzo - Pudiera ser otro el título de este artículo. Tal vez fuera mejor algo así como "Interrogantes para un economista", es decir, dar tema a los economistas para desarrollar lo que aquí serían sólo apreciaciones de alguien que no
es precisamente un amplio conocedor de la ciencia económica. No sé si un economista de los de verdad calificaría, como yo lo hago, de cosa loca a la economía cubana. Pero para mí la economía de este país es bien loca.
Primera observación: En Cuba circulan dos monedas bien diferentes, el peso cubano y el dólar de los Estados Unidos. Esto no es nuevo en Cuba ni es una innovación del socialismo en período especial. Desde siempre, en Cuba el dólar y el peso circulaban cogidos de
la mano como dos buenos amigos que se consideran iguales. Ahora ya los dos amigos no son iguales: el peso se hizo pobre y el dólar se ha enfatuado con su preeminencia social. Se le había prohibido circular en compañía del peso y entonces cambió su nombre por ese de
"fula", surgido de los estratos marginales porque su tenencia era "pólvora" quemaba las manos y podía costar la prisión.
Más tarde, regresó el dólar sin circulación clandestina y aunque por hábito se le sigue llamando "fula" ya comienza a ser culturalmente asimilado con el cubanísimo nombre de peso. Pero aunque el dólar es igual a veinte pesos, los cubanos
no se confunden entre una y otra moneda aunque a las dos las nombre peso. Depende del contexto. Si un cubano dice que un par de zapatos le costó quince pesos o treinta pesos, otro cubano sabe que se está refiriendo al dólar, pues si hablara del peso cubano diría que el
par de zapatos le costó doscientos o trescientos pesos. Y esto sirve para hacer otro análisis.
Segunda observación: Se dice que cuando los precios se disparan hay inflación: poca oferta para absorber la circulación monetaria. Bien, si esto es así -y aquí viene la primer locura- con respecto al peso, al cubano, la inflación está muy por
encima del 100 por ciento. Lo que antes costaba centavos ahora cuesta varios pesos. Una vulgar morcilla cuesta 7 pesos, una libra de mantequilla -que en los 80 costaba 2.40- ahora se expende a 25 pesos. Sin embargo, con respecto al dólar, a los precios de las "shoppings", no existe
inflación. Esa misma mantequilla que antes en los comercios minoristas costaba 2.40 pesos, en la shopping cuesta 2.50, claro está, contado como dos dólares y medio.
Hay inflación, los precios están fuera del alcance del salario promedio que gira alrededor de los 200 pesos mensuales y, sin embargo, tercera observación: la gente se amontona en los mercados y pagan sin chistar cinco pesos por una col o compra el tomate a dos pesos la libra
o el frijol a siete pesos, y la muy vulgar calabaza la paga a peso la libra. ¿No es esto una locura? ¿De dónde sale ese circulante? Del salario que paga el Estado de seguro que no.
Los salarios se perciben en pesos. No se paga en dólares ni a los empleados de corporaciones extranjeras, pero el que tenga la verde esperanza americana no está sometido a los rigores de la vieja cartilla de racionamiento. El aceite de cocina está tan racionado que sólo
se le distribuye semestralmente a razón de media libra per capita. En el comercio que gira con dólares hay todo el aceite que se quiera, como hay toda la leche fresca que se pueda adquirir aunque por las normas de racionamiento a los niños de siete años se les suprime. Es
decir, hay déficit de oferta y no hay déficit de oferta de los productos esenciales de comer, beber y vestir. ¿No es esto otra locura, la de esta cuarta observación?
Hay en Cuba lo que los economistas denominan deflacción, y por otra parte parece no haberla. La recesión se nota en muchas ramas de la producción como en el azúcar y la agricultura, disminuye tanto la capacidad de exportar como la de importar pero el turismo crece y
las inversiones extranjeras invaden hasta a sectores de servicios comunales como el acueducto, que tradicionalmente eran operados por el Estado. Con la semiprivatización en el sector de las manufacturas y en el de los servicios se recurre a principios neoliberales, en tanto que se mantiene el
ortodoxismo de la economía centralizada con estrictas regulaciones en el comercio de exportación e importación y sobre el mercado interno.
Todo parece apuntar hacia un descalabro económico total, hacia una opción cero; y sin embargo, no se notan indicios de una posible explosión social como resultado de la desesperada situación económica por la que atraviesa el país. Como no soy economista
ni especialista en finanzas concluyo con la convicción de que si quisiera hacerme economista, para base de mis estudios no puedo buscar ejemplo en esta cosa loca que es la economía cubana.
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