Estampa habanera
Tania Díaz Castro
LA HABANA, mayo - Un grupo de adultos y niños permanecen pacientemente al borde de la acera, en días alternos, en las calles capitalinas de Neptuno entre Infanta y San Francisco después de las ocho de la noche con el objetivo de llenar de agua sus cubos y palanganas de una
tubería subterránea, que carece de la más mínima higiene y comodidad.
A cualquier transeúnte llama la atención esta reunión de vecinos, quienes residen en el solar o cuartería del número 1113 de Neptuno, sobre todo cuando surgen discusiones y polémicas por la cantidad de agua que recibe cada uno o por el orden de llegada.
En la acera existe una tubería conductora de agua situada a ras del piso. De ella los vecinos conectan un tramo de manguera plástica, y cuando comienza a salir el preciado líquido van llenando con mucho esfuerzo las vasijas, operación que dura varias horas, pues la
presión del agua es débil.
Los vecinos más viejos alegan que esta situación persiste hace más de treinta años, y que nada han logrado enviando cartas y discutiendo con todos los delegados del Poder Popular que han sido electos en dicha circunscripción, pues ninguno de ellos ha resuelto
el problema con la Dirección de Acueductos, organismo estatal encargado de hacer llegar el agua a los hogares cubanos.
La situación del agua en la capital cubana es desesperante; son muchos los que sólo pueden adquirirla a través de pipas, por tuberías subterráneas callejeras como la mencionada o comprándola a los aguadores que han obtenido licencia para arrastrar
carretillas con tanques de 55 galones, desde la madrugada y por cualquier calle de La Habana -ciudad donde ni los pájaros tienen dónde beber, pues las viejas fuentes de avenidas y parques están vacías.
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