Regresar a Cuba en forma de cenizas
Tania Díaz Castro
LA HABANA, mayo - Son muchos los intelectuales, políticos destacados, artistas de cine, radio y televisión, bailarines de todos los géneros, cantantes o cirqueros que han muerto en el exilio sin antes haber pedido que lo regresen a Cuba en forma de cenizas.
Allí fallecieron Lidia Cabrera, Ernesto Lecuona, Jorge Mañach, Agustín Acosta, Mercedes Borrero, Enrique Labrador Ruiz, Polita Grau, Anibal de Mar, Leopoldo Fernández, el dúo Garrido y Piñeiro, y tantos otros. Sin embargo, sólo uno, el bailarín
y coreógrafo Jorge Lefevre -quien murió el 5 de mayo de 1990 en Bélgica, país que le brindó refugio político y nacionalidad- pidió ser enterrado en la necrópolis santiaguera de Santa Efigenia, en la ciudad que lo vio nacer.
Lefevre tuvo buena luz larga y marchó bien temprano de Cuba. Luego, al cabo de los años, comenzó a venir de visita. Se hospedaba gratuitamente en los hoteles más caros a cambio de brindar sus coreografías al Ballet Nacional de Alicia Alonso. Muchos pudimos
verlo a finales de la década de los setenta cuando montaba Edipo Rey, uno de los ballets más gustados en Cuba por su moderna coreografía al estilo de Maurice Bejart. En aquela ocasión, de forma reticente, evadía Lefevre toda respuesta sobre la situación
cubana aclarando que sólo le interesaba el ballet.
Hoy, otra de nuestras más insignes bailarinas cubanas, Menia Martínez -quien como muchos otros pasa los años del totalitarismo castrista en Europa- trajo en su bolso las cenizas de Lefevre, su compañero de baile, con la encomienda de dejarlo ya para siempre, y
convertido claro está en cenizas, en su querido país natal.
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