Aflora
tema tabú: el repasador escolar
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, noviembre - El maestro repasador es tema tabú para las
autoridades cubanas. La Ley no lo permite. Lo consideran un atentado contra el
prestigio del sistema educacional del país.
Aunque silenciado por años, el asunto aflora por la existencia, tan
real como creciente, del repasador. Parece extenderse como la verdolaga.
Pero el repasador es producto de las ineficiencias educativas reconocidas de
manera explícita incluso por el Ministro de Educación, ingeniero
Luis Ignacio Gómez, quien ha dicho:
"El estudio comienza a partir de una buena clase, que interese al
alumno y que en su preparación esté contenido qué debe ser
estudiado de forma independiente, cómo debe hacerlo el alumno y de qué
forma será controlado por el profesor".
Con inusual sinceridad Gómez dijo también: "En general se
estudia poco. Tenemos que modificar qué es lo que el maestro enseña,
no lo que el alumno aprueba. Lo primero a transformar es la preparación
del maestro para dar mejor clase. No podemos empezar por el alumno, que es
consecuencia del maestro".
Con las aseveraciones de Gómez, huelga explicar qué razones
justifican la existencia del repasador.
Pero aún así, la sinceridad inaudita del ingeniero Gómez
sólo roza la cuestión: no llega al fondo de las causales que
originan aquellas deficiencias del proceso educativo.
Porque no es justo echar sobre los hombros de los esforzados pedagogos
cubanos el pesado fardo de las ineficiencias. Al menos, no todo el fardo.
No se trata de falta de nivel ni de preparación metodológica
de maestros y profesores, de los que el 80 por ciento de ellos están
licenciados en Educación, en tanto todos reciben instrucción
metodológica.
Las quejas contra el docente se sabe que no es por deficiente preparación
profesional, sino por la excesiva carga escolar y extraescolar que no le permite
desarrollar con mayor eficiencia la labor para la que está preparado;
como también atenta el bajo salario, que ha traído por
consecuencia que decenas de miles de educadores hayan salido en estampida hacia
otras ramas de la economía mejor remuneradas, como las del turismo,
gastronomía y comercio, o en la realización de oficios liberales
como particulares.
En ocasiones es el propio maestro quien en pos de obtener ingresos
complementarios, funge como repasador de sus propios alumnos, situación
que, de cierto modo, los hace proclives al fraude académico, que el
Estado toma como argumento para combatir al repasador.
Para alcanzar cierta solidez en los conocimientos adquiridos por el educando
entra en juego el repasador, porque los padres que acuden a ellos se han
convencido que si sus hijos no lo tienen, y no lo pagan, lo más probable
es que no lleguen a obtener la carrera deseada.
Una madre que prefirió no revelar su nombre explicó: "Mi
hijo no tiene la culpa de haber tenido malos profesores o que fueran
ausentistas: los exámenes de ingreso no están acordes con las
pruebas que se les hace para ingresar en el preuniversitario o en la
universidad. A eso se suma que nuestros hijos tienen malos hábitos de
estudio. Además, los llamados "guías de estudio" es una
especie fraudulenta de sólo los materiales que se les medirá en la
prueba".
La útil actividad del maestro particular a domicilio está en
la mirilla del gobierno porque éste considera que sería el embrión
de la enseñanza privada y resquebrajaría el control absoluto sobre
el individuo.
Un argumento más contra el maestro a domicilio es la premisa de un
falso igualitarismo. Dicen que "tendrían mejor educación
quien más dinero tuviera".
Falso. El repasador no cobra excesivo sueldo, sino acorde con la posibilidad
del educando, pero, por lo general, no rechaza a ninguno, aunque no pueda pagar.
Para muchos es alentador que al menos hasta el día de hoy la labor
del repasador particular aún no haya sido reprimida, a no ser mediante la
censura pública, aunque el gobierno hace un llamado a no estimular esta
actividad útil que a nadie perjudica y más bien aporta beneficios
al individuo y al país aunque, de todos modos, cuando vean que el asunto
se les va de las manos -que ese camino lleva- no es de dudar que sea prohibida
esta subterránea labor docente.
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