CUBANET... INTERNACIONAL

Abril 4, 2001



Exilio de terciopelo

Belkis Cuza Male. Publicado el miércoles, 4 de abril de 2001 en El Nuevo Herald

De todas las armas que ha tenido que valerse el cubano para sobrevivir en estos 42 años de fascismo caribeño, la invención, como vía de escape, ha generado toneladas de páginas escritas. Nunca sabremos, sin embargo, cuántos han perdido la vida en el intento, o a cuántos se tragó el océano. Porque en la medida en que las familias se iban dividiendo y quedaban los rezagados --o los que no tenían posibilidades reales de irse--, comenzaron las salidas clandestinas del país. No sólo se arriesgaba la vida en la travesía, sino la libertad si se fracasaba, porque las condenas variaban de cinco a dos años de prisión.

Cuando ya no era posible conseguir un bote, las balsas se convirtieron en el medio más popular de atravesar el Estrecho de la Florida. Los cubanos huían en cualquier cosa, desde una llanta, un kayak, un automóvil que flotaba, hasta en el tren de aterrizaje de los aviones.

Sin embargo, a mediados de los ochenta, comenzó a verse una forma distinta de exilio. Primero tímidamente, luego casi en avalancha: los pintores cubanos de las nuevas generaciones, los escritores y cierta gente que no alcanzaba el estatus de nomenclatura, pero sí el de "casos especiales'', comenzaron a abandonar Cuba e instalarse sobre todo en México, con algún contrato de trabajo, o se las ingeniaban para conseguirlo. Artistas y escritores que se incorporaron fácilmente, por ejemplo, a la vida cultural de México; gente que hacía exposiciones, publicaba libros, se agenciaba una cátedra de profesor o una beca, o dirigía revistas culturales.

Hubo lo que se dice una especie de boom de las artes y la literatura cubana en México, aunque con el correr del tiempo otros países latinoamericanos sirvieron de abrigo a muchos de éstos. La necesidad de emigrar, pero no de exiliarse, de ganar dólares y ayudar a sus familiares en la isla, o vivir una vida más humana en el extranjero, a la vez que promovían sus obras y su arte, los convirtió en otro tipo de exiliados. Y de ahí el cartelito de "exilio de terciopelo'', que parece ajustarse a la verdad.

Muchos viajan a Cuba, van de vacaciones, llegan cargados y se marchan con las manos vacías. En este cambalache, las autoridades cubanas se quedaban (o quedan) con una buena tajada al explotar a todos esos artistas, a quienes de algún modo protegen y promocionan a través de alguna que otra sala de exposiciones, aunque en el fondo sólo sirva a los intereses del gobierno de Cuba: el de conseguir dólares con aquéllos que, con tal de poder regresar una vez al año a la isla, se mantienen a cierta distancia del exilio tradicional de Miami. Por supuesto, prefiero pensar que la mayoría está contra la tiranía de Fidel Castro, pero que se sienten incapaces de romper el vínculo con la isla, temerosos de tantas cosas. Otros no quieren arriesgar las pequeñas (o a veces grandes) ventajas de vivir con un pie en Cuba y otro en en el extranjero. No es lo mismo un exilio desprotegido, pero en libertad, que transitar por la vida bajo la sombrilla paternal del máximo líder.

Como se sabe, la política de México con respecto a los extranjeros es clara, y son muy pocas las posibilidades que tiene un latinoamericano de establecerse en el país. Hasta mediados de la década de los ochenta, las únicas visas que México daba a los cubanos eran de tránsito. En cambio, estos otros cubanos gozan de un privilegio que les permite conseguir trabajo y sobrevivir, cosa sólo imaginable, creo, como resultado de acuerdos gubernamentales entre las dos naciones. De este modo, Cuba logró disipar el descontento que existía entre los escritores y artistas más jóvenes, que veían en el sistema un freno a sus ansias de realizarse en libertad. Otra válvula de escape, pero de tono diferente al del Mariel. Y México se llenó de actores y actrices, bailarines, pintores, y también de hijitos de algunos pinchos, que acomodaban a sus criaturas fuera de la insoportable realidad cubana.

Ese "exilio de terciopelo'' no es en modo alguno inocente, sino más bien pragmático, capaz de promocionar su obra, enviar a los concursos, recibir premios --algunos hasta de Cuba--, mientras continúan disfrutando las ventajas de no padecer la tiranía. Un "exilio de terciopelo'' que se deslinda, se separa, se automargina de Miami, aunque no de sus posibilidades, porque de vez en cuando incursionan en la arena floridana, asoman el pelo por la Calle Ocho o exponen o publican sus obras.

Además de México, habitan en sitios tan disímiles como Italia, Argentina, Venezuela, Panamá, España y en cuanto país les conceda un rincón para hacer un gracioso mutis. Estos son sin duda los hijos bastardos del castrismo, productos de una ideología que sin ellos mismos saberlo los consume en la hoguera. Gente que no ha cortado todavía el cordón umbilical que los une a la tiranía, que teme perder sus privilegios y sabrá Dios qué. Es más cómodo este limbo aterciopelado, este colchón de plumas, mientras dure el comunismo isleño. Porque, el "exilio de terciopelo'' parecería en realidad no haberse desprendido aún de la doble moral y olfatea que no está de moda (todavía) tirarle piedras al tirano.

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