Ponce Vs.
Ponce
Miguel Angel Ponce de León, Grupo Decoro
LA HABANA, febrero - Los conciertos de Brandeburgo de Juan Sebastián
Bach hacen que lo que me rodea lo perciba más amablemente. La silla
atestada de libros, la mesa redonda de caoba más atestada aún si
es posible de todo lo inimaginable, la ropa tirada sobre los bancos, los cuadros
sobre las paredes... Vuelvo desde las entrañas de una civilización
perdida en el tiempo y en el espacio -que no en la mente de Arthur C. Clarke- a
mi inmediata realidad, para conversar con ustedes, para hablar sobre algo que
posiblemente interese a pocos: Fidelio Ponce de León, visto desde su
humanidad más que desde su obra plástica.
Lo que pretendo es destruir el mito que alrededor de su persona (y de su
obra, por supuesto) se ha creado en estos cuarenta y un años, en los que
ha imperado una visión -percepción y explicación de la
realidad- marxista bastante estrecha. Por descontado mucho menos que la de la
antigua URSS. No me extenderé. No es necesario.
La borrachera y los gritos de "viejo maricón" que la madre
de Corleono II le dispara a su querido compañero de lucha y las p... y
c... que entre langosta y camarones al grill bajan en barrena desde la paladar
de Madame Lily espero no me obliguen a huir de Mercaderes #2 y por lo tanto
dejar la conversación en su inicio.
Existe un libro publicado a fines de los ochenta titulado "Fidelio
Ponce". En él, Juan Sánchez, uno de los más serios
estudiosos del artista (su vida, su obra), nos adentra cronológicamente
en su quehacer y en el medio social e histórico en que le tocó
vivir. El libro, concienzudamente documentado, está hecho con amor aunque
con pocos recursos editoriales y obviamente necesitó citar tópicos
y justificar el distanciamiento del artista hacia la política del
artista. También Juan Sánchez contribuyó con su obra al
mito creado alrededor de Ponce en estos años de "Revolución".
En este período sólo tres personas, una en los ochenta y dos
recientemente, vieron al artista como hombre muy diferentemente. Tal y como yo
lo siento, casi genéticamente. La primera, José Gómez
Licre, ya desaparecido, dirigió el Museo Panamericano de Washington y fue
amigo de Fidelio y de muchos artistas latinoamericanos a los que promovió
con acierto al mercado norteamericano. En una de sus cartas me habló de
un libro que estaba escribiendo sobre mi padre y que al desaparecer físicamente
Gómez Licre nunca supe si lo concluyó. Me agradeció y alabó
el libro de Juan Sánchez que le envié, aunque haciendo la salvedad
teórica que yo suponía.
Si el escándalo que tienen formado los dueños del edificio
continúa creo que tendré que dejar de comunicarme con vosotros.
Ahora están hablando del tamaño más exitoso y necesario en
los penes. ¡¿Qué hacer?!
Las otras dos personas (... acabaremos, Madame Lily entró en guerra
con su chulo) coinciden con Gómez Licre y conmigo. Una, la más
joven, es un cineasta que acaba de estrenar un film de cuarenta y cinco minutos
cuyo actor principal hace de Fidelio Ponce y se mueve entre símbolos,
realidades y personajes ficticios, pero basados en personajes reales con los que
el pintor trató y convivió. Jorge Luis Sánchez es su
nombre. Casi no muestra la obra del artista. No hace falta. Esta es el resultado
de cómo el espíritu del creador se debate en perenne lucha entre
la muerte, la vida, la religiosidad, la duda, la sociedad del momento y su
inadaptabilidad a ésta. Pone en boca de un personaje del documental,
quedando como un repentino y fugaz rayo de luz, cómo también puede
ser percibido el hombre-artista de forma diferente a la aceptada.
La otra persona, Naty Revuelta, entrañable y perspicaz amiga, un día
en su terraza entre jícaras de café y unas deliciosas tartaletas
(hechas por una amiga) me soltó su concepción, no oficial,
inteligente y certera sobre cómo era la interactuación entre
Fidelio y su realidad.
Yendo al meollo del asunto, la lluvia torrencial y prolongada de la noche ha
calmado los ánimos de las gentes que "jumados" batallaban
verbalmente en esta pequeña ínsula (del Dante: dantesca) que es
Mercaderes #2. Pues bien, en el meollo hay una interpretación muy fácil:
Ponce era un genial inadaptado socialmente. ¿Por qué justificar que
era a la burguesía y el capitalismo hacia donde dirigía su
descontento? Yo, su hijo, también lo soy, y creo que, como Víctor
Manuel, que en los años setenta cambiaba cuadros por latas de certeza y
comida, Ponce de León hubiera sido condenado al ostracismo dentro de su
mismo país en la actualidad.
Un pintor genial que trasladaba a la cartulina, usando la técnica del
pastel, la cara de un niño, una muchacha o un viejo, sin retocar una línea,
sin relamer los colores, dejando un retrato que da deseos de pasar suavemente
los dedos sobre la pieza para sentir la piel del retratado, pudo muy bien vivir,
no mal vivir, de su trabajo. Pero no, esto lo hacía cuando necesitaba
urgentemente dinero. Su tiempo era para su arte, sus criaturas, sus cuadros.
En ellos Fidelio Ponce de León dio pedazo a pedazo su alma. Pedazo a
pedazo su cuerpo. En ellos prefirió reflejar el mundo fantasmal de sus
sucesivas muertes, cuadros preferentemente no decorativos, algunos terribles
como la realidad a la que se enfrentaba como un Quijote. Terribles como la
realidad que percibo yo, su hijo, pero con la que no (o casi) me enfrento, sino
evado a través de la literatura, una conversación inteligente o la
buena música.
Ponce fue casi un tabú en estos cuarenta y un años. Su
aparente apoliticismo, el tema "religioso" -o mejor expresado, místico-
reflejado en sus cuadros lo convirtieron en un artista no potable a la estrecha
interpretación de la Historia de nuestro arte hecha a través de la
óptica marxista. Incluso se publicó un libro sobre la pintura
cubana a principios de los noventa donde Fidelio Ponce no aparece.
Este artista no salió de Cuba. No fue, como la mayoría de los
integrantes de la Vanguardia cubana, a "beber" en la fuente de la
Escuela de París. Por lo tanto, no volvió pareciéndose a
Picasso, ni a Marie Laurencin, ni a Gauguin, sólo a Ponce. Sus colores
existen y sus cuadros son ricos en sutiles matices. Pero, ¿qué hace
la luz de nuestro sol con los colores en nuestra isla?
Por eso opino que Fidelio Ponce de León es uno de los más auténticos
pintores de la Vanguardia cubana. Tiene padres adoptivos plásticamente
hablando, pero son cubanos e hijos a su vez de la mejor pintura española
del siglo XIX y anteriores.
Por eso pienso que Ponce no hizo ni bien ni mal al retratar o no
magistralmente a sus contemporáneos. Prefirió no comer o comer
menos y hacer lo que quería -necesitaba- en sus cuadros. Pero, ojo,
muchos de aquellos burgueses se convirtieron en sus protectores, y mencionaré
pocos: Hortensia Lluch, Ramírez Corría, Antonetti, que sí
compraron sus cuadros e incluso cuando murió el artista devolvieron a su
viuda e hijo más de diez cuadros que estaban exponiéndose. Cuando
Ponce muere, sus cuadros se pagaban bastante bien para el momento, y nosotros
vivíamos decentemente. Tardíamente en la vida del creador, es
cierto.
No me vengan más con la historia de que el capitalismo y la burguesía
destruyeron al gran artista. El genio fue producto de ese medio precisamente y
no de otro. En él creó su inigualable obra. Es como si me dijeran
que el "comunismo cubano" me marginó. No, señores, me
fui por la vía más fácil. Nada de sacrificios ni
subterfugios mentales. No creí en él. No creo ahora en el sistema
imperante en el país. Creo en el poder, en los poderes, y esto a mi
pesar. Soy un inadaptado, pero lo hubiera sido en Nueva York. Pero a pesar de
los golpes, demoledores algunos por cierto, puedo decir que he vivido. ¿Es
suficiente? ¿No? ¡Ah, creo en el amor!
La lluvia se ha llevado el olor de la mariguana. Ahora reina el silencio.
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