Huber Matos B. Publicado el martes, 23 de enero de 2001 en
El Nuevo Herald
Ha comenzado el año nuevo en Cuba con una dosis de retórica
revolucionaria, una admisión inconcebible del temor que Fidel y su
hermano Raúl comparten sobre el futuro, y una enigmática
recomendación a Estados Unidos. La retórica es la misma de
siempre. El temor es una confesión que vale la pena explorar. Y la
recomendación a Washington nos deja con una intrigante pregunta: ¿cree
Raúl Castro que su hermano puede morir pronto?
Raúl Castro declaró que a la revolución "le
esperan años de luchas muy difíciles''. Habló de la lucha
contra el bloqueo imperialista. De la unidad del pueblo, del futuro, de las
victorias, de la actitud vigilante. En fin, la clásica fórmula del
miedo que tienen que sentir los cubanos y el sacrificio que deben hacer para
salvar la revolución. Estas son las excusas con que desde hace 42 años
tratan de justificar un poder total sobre la nación cubana y un absoluto
desastre económico y social. Ya en Cuba nadie les cree y en el extranjero
solamente los tontos les hacen caso. En este campo no hay nada para el año
nuevo, en otros sí.
Esta vez, Raúl confesó que en Cuba puede suceder el mismo
desastre que destruyó la Unión Soviética. Lo importante de
esta advertencia es que en la Unión Soviética el colapso del
comunismo fue básicamente un fenómeno interno motivado por las
contradicciones insalvables del sistema y un consiguiente atraso de la URSS con
relación a Occidente. Una buena parte de la dirigencia comunista
comprendió que el sistemna había agotado sus posibilidades. Que si
bien en ese momento, en materia militar, era capaz de hacerse temer por Estados
Unidos, en todos los demás órdenes el progreso relativo de
Occidente era cada vez mayor. Eventualmente, hasta su supuesta equidad militar
sería obsoleta.
Los Castro temen a fuerzas internas que puedan destruir el sistema que tan
celosamente y con tanta brutalidad mantienen
La declaración de Raúl se enmarca en un patrón similar.
Cuba está cada vez más atrasada. Los niveles de salud pública
y educación, que pudieron alcanzar y sostenerse gracias al masivo
subsidio soviético, son una caricatura de lo que fueron. La
infraestructura industrial se deteriora, la agricultura va marcha atrás.
Los Castro temen a fuerzas internas que puedan destruir el sistema que tan
celosamente y con tanta brutalidad mantienen. Pero, ¿qué fuerzas? La
docilidad es tan aparente que hasta un prestigioso grupo de la dirigencia
interna, el Movimiento Cristiano Liberación, ha hecho un llamado de año
nuevo a los cubanos para que despierten y reclamen sus derechos. Nadie podría
asegurar que el pueblo cubano esté a punto de estallar, ni que en las
altas esferas existan conspiraciones para desplazar del poder a los Castro. Sin
embargo, tal pasividad es engañosa.
Es evidente la angustia de la población, la desilusión de la
juventud, la decepción en las propias filas del Partido Comunista y las
fuerzas armadas. Los cubanos rechazan la corrupción que plaga todo el
sistema, desde las esferas más altas hasta las más bajas. Para el
pueblo, el régimen sólo puede ofrecer más represión
y más pobreza. Por eso los Castro temen el futuro. Ellos saben que de una
forma u otra el comunismo en Cuba correrá la misma suerte que en la Unión
Soviética.
En su declaración de año nuevo Raúl advirtió a
Washington que le convendría negociar con ellos las diferencias cuando aún
Fidel vive. ¿Será que Fidel está muy enfermo? ¿Que Fidel
va a morir uno de estos días y Raúl lo sabe? Hasta el presente,
para la cúpula castrista hablar de la muerte de Fidel ha sido tabú.
Recientemente el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque,
ha insistido en el interés de negociar ahora con Estados Unidos.
¿Es que los Castro pretenden engañar a George W. Bush con una
actitud supuestamente conciliadora? Sin duda estas advertencias están
cargadas de interrogantes, entre otras cosas, porque no explican las razones que
tendría Washington para negociar ahora y no después de la muerte
del dictador.
Comienza el año en Cuba con vieja retórica, una confesión
del temor de los Castro y una intrigante referencia a una Cuba sin Fidel.
Secretario general de la organización Cuba Independiente y Democrática.
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