El País.
Agencias | Washington. Martes, 17 de julio de 2001.
Con un escueto "sí", el presidente de EEUU, George W. Bush,
confirmó anoche su intención de prorrogar seis meses más la
suspensión del título III de la Ley Helms-Burton que endurece el
embargo contra Cuba. Tal título, que Bill Clinton mantuvo suspendido
durante su presidencia, permite demandar a las empresas o personas que negocien
en Cuba con las propiedades incautadas a EEUU sin compensación tras la
revolución. Es el caso de la cadena española Sol Meliá,
cuyos directivos reconocen que están bajo una espada de Damocles cada vez
que vence la prórroga de la suspensión.
En todo caso, la decisión de Bush es especialmente interesante porque
constituye un primer examen de su política hacia Cuba. El presidente
estaba presionado por el ala más dura de su partido y por un
condicionante puramente político: prorrogar la suspensión enoja a
la amplia comunidad de cubano-americanos de Florida, cuyos votos son más
que esenciales para lograr una hipotética reelección presidencial.
Al mismo tiempo, eliminar la suspensión y permitir una avalancha de
demandas contra empresas extranjeras pondría en su contra a los gobiernos
de la UE, preocupados por la seguridad de sus empresas en Cuba.
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