Oportunidad
perdida
Oscar Espinosa Chepe / CubaNet
LA HABANA, septiembre - El Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria
sesionó en La Habana del 3 al 7 de septiembre con la participación
de 400 representantes de organizaciones sociales, agrarias, indígenas y
profesionales de sesenta países de todos los continentes.
La alimentación es un tema especialmente sensible en el mundo donde,
a pesar de los notables avances científico-técnicos alcanzados, el
problema del hambre persiste y amplias zonas del planeta continúan
afectadas por ese azote.
Los debates sobre los motivos que originan el hambre y la desnutrición
se caracterizaron en esta oportunidad por evaluaciones unilaterales dirigidas a
culpar sólo a las naciones desarrolladas por las desventuras alimentarias
que sufren países del llamado Tercer Mundo.
Realmente existen muchos puntos controversiales entre el norte "rico"
y el sur "pobre". Incluso, sería deseable que el primero fuera
más solidario y comprensivo ante la grave situación por la que
atraviesan muchas naciones pobres. Pero no es menos cierto que los problemas
que afrontan los países subdesarrollados, muchos de ellos con increíbles
riquezas naturales, en gran medida son derivados de nocivos factores internos
que deberán ser enfrentados por los propios gobiernos y pueblos
afectados.
Entre estos factores podrían mencionarse la persistente corrupción,
desmedidos gestos militares, continuas guerras, deficiente administración
de los asuntos públicos, falta de previsión por parte de las
autoridades, y la permanencia de sistemas económicos fracasados, los que
provocan el continuo drenaje de recursos y esfuerzos que impiden el progreso de
muchas naciones del Tercer Mundo.
Llama la atención que este evento se realizara en Cuba donde
precisamente la producción agropecuaria hace bastante tiempo que se
encuentra en una crisis profunda, por la tozuda aplicación de un sistema
que obstruye su desarrollo. Si algo distingue a la experiencia cubana en esta
materia es su grado de ineficiencia pronunciado, así como la dependencia
del exterior que esta situación ha ocasionado. Actualmente, más de
la quinta parte de las limitadas divisas empleadas en financiar las
importaciones se destinan para la compra de alimentos que en su mayoría
podrían producirse en la isla.
Asimismo, desde el punto de vista de la implementación de una
agricultura sustentable, el ejemplo cubano tampoco constituye un modelo a
imitar. Sólo podría ser interesante para ilustrar lo que nunca
puede hacerse. Las propias estadísticas oficiales muestran el estado
calamitoso de los suelos de Cuba, debido a tantos años de explotación
y manejo inadecuados.
Como consecuencia, las áreas agrícolas están afectadas
por la salinidad y sodicidad en 14,9 por ciento; erosión (fuerte y media)
37,3 por ciento; mal drenaje 40, 3 por ciento, compactación 37,3 por
ciento, acidez 40,3 por ciento; bajo contenido de materia orgánica 69,6
por ciento, y baja retención de la humedad 37,3 por ciento.
La degradación de los terrenos ha sido de tal magnitud que de acuerdo
a una clasificación agroproductiva, basada en la superficie estudiada
hasta 1996, el 50,5 por ciento son muy poco productivos y el 16,5 por ciento
poco productivos. Información posterior, aparecida en el periódico
Granma el 23 de octubre de 2000, indicaba que "según muestran
recientes investigaciones, el 76,8 por ciento de las tierras del país
clasifican en las categorías de poco productivas y muy poco productivas".
Con estos elementos puede afirmarse que el Foro Mundial sobre Soberanía
Alimentaria celebrado en La Habana ha sido otra oportunidad perdida para hacer
un diagnóstico completo y equilibrado sobre las causas que provocan que
un 15,0 por ciento de la población mundial continúe bajo el
flagelo del hambre y la desnutrición.
Sus conclusiones, con demasiada carga ideológica, repiten el viejo
error de apreciar sólo los efectos dañinos de factores externos
sobre la economía de los países en desarrollo, sin tomar en
consideración ni denunciar los serios problemas internos existentes en
muchas de esas naciones, que les impide el progreso y condena a sus ciudadanos a
la miseria.
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