La juventud
perdida
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - ¿Quiénes serán
los ídolos políticos de la juventud cubana? Me pregunto a la vez
que recuerdo que Carlos Marx lo dejó de ser rápidamente para mi
generación, mientras que los textos de Lenin llegaron a convertirse en
una palabrería vana que debíamos aprender de memoria para aprobar
los exámenes de Marxismo-Leninismo.
Por otro lado, Che Guevara comenzó a aparecer en cuanta postal se les
ocurría a los promotores turísticos. No existe un llavero,
camiseta, un cuadro que no muestre su figura sonriente y con un tabaco de medio
lado en la boca. La jornada Camilo-Che se convirtió en un abrumador
recordatorio de sus vidas, que llegó a repugnar nuestra inteligencia,
hasta el punto de negarnos a participar en cualquier actividad escolar
relacionada con ambos caballeros, ídolos de la revolución.
La profesora de Marxismo se convirtió en los años 93-94 en el
blanco perfecto para lanzarle papeles mientras escribía en la pizarra del
preuniversitario Antonio Guiteras, en el Vedado. Nadie quería escuchar
los principios del materialismo dialéctico, y discutíamos con la
profesora hasta que nos decía: "Apréndanselo así, que
va al examen". Y no quedaba otro remedio que repetir lo que nos mandaba.
Los sobresalientes resultaban siempre los más descontentos, los que se
burlaban de todo lo que oliera a comunismo y fidelismo.
Los jóvenes entre 20 y 25 años están desorientados. Ya
el respeto y las creencias de nuestros padres en los fervientes discursos de
Fidel Castro en su época de efervescencia, no existen. Casi ningún
joven siente interés por leer la prensa y la catalogan de "lo mismo
con lo mismo".
El mayor anhelo de Lionel, joven de 24 años, estudiante de 5to. año
de Economía, es graduarse y marcharse del país, a pesar de la
rabia que le produce saber que deberá abandonar lo que más ama:
sus padres, sus amigos, su barrio Santos Suárez.
¿En quién va a creer Lionel? Me pregunto mientras observo que
van con hambre a la universidad mal alimentados, y temen realizar sus Tesis de
Grado sobre temas candentes. Optan por terminar sus carreras sin buscarse
problemas. Viven burlándose de todo lo que signifique autoridad. Se
burlan de los ministros, de los dirigentes universitarios, de los profesores "come
candela". Nadie puede enseñarles nada porque ya no creen en nada ni
en nadie.
Meterse en la disidencia es buscarse problemas. A Radio Martí lo
consideran aburrido y complaciente con los que se fueron hace cuarenta años.
Leer literatura "subversiva" los emociona, a la vez que la consideran
demasiado idealista o peligrosa.
Otros, como Laura y Miguel, se conforman con fumar marihuana y bailar todos
los sábados hasta el amanecer para olvidar que sus padres ingenieros se
mueren de hambre, que la abuela no tiene silla de ruedas para trasladarse por la
casa.
Jóvenes de la más diversa educación y posición
social se preguntan cuándo terminarán estos años difíciles
donde todo es mentira y nadie cree en los discursos de ningún político.
La fe se ha perdido, pero un rayo de esperanza de que todo cambie suele
despertar de vez en cuando en jóvenes como Roger Rubio Lima, Harold
Cepero Escalante y Yoan Columbié Rodríguez, quienes han sido
expulsados de la Universidad de Camagüey porque firmaron el Proyecto
Varela.
El anhelo de una Cuba diferente fue más fuerte para estos jóvenes
que el hecho de perder su futuro profesional en la Isla. Ojalá que el
exilio no sea la recompensa a su valentía, y la aspiración de que
una Cuba libre sí es posible los anime a seguir adelante.
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