¿Táctica
o estrategia?
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Los gestos conciliatorios del
gobierno cubano hacia la administración estadounidense se han
multiplicado a partir de los actos terroristas cometidos en las ciudades de
Washington y New York el 11 de septiembre de 2001.
El discurso del canciller cubano ante la Asamblea General de la ONU, entre
otros temas subrayaba la disposición a negociar el pago de las
propiedades de Estados Unidos confiscadas en los primeros años de la
revolución. A esto se agrega la compra de productos alimenticios por más
de 30 millones de dólares, estrictamente bajo las condiciones impuestas
por la legislación estadounidense, tras haberse anunciado hace meses que
bajo tales requisitos no sería adquirida ni una aspirina.
A estos movimientos políticos se suman las reiteradas declaraciones
dirigidas a la búsqueda de soluciones negociadas en cuestiones como la
lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, la emigración segura
de los ciudadanos cubanos, así como se aceptó la utilización
de la base naval de Guantánamo para la reclusión de los
terroristas afganos. Por último, recientemente se efectuó en Cancún,
México, una reunión entre funcionarios cubanos y empresarios,
hombres de negocios y agricultores estadounidenses. Evento realizado
anteriormente, pero llevado a cabo en esta oportunidad con una participación
de superior nivel de la isla.
Estas acciones serían inobjetables si estuvieran realmente
encaminadas al mejoramiento de las relaciones cubano-estadounidenses, puesto que
los deteriorados vínculos (entre ambos países) constituyen un
asunto cardinal que durante decenios han dificultado el progreso económico,
político y social de la mayor de Las Antillas.
Resulta indiscutible que Estados Unidos continúa siendo el mercado
natural de Cuba, tanto por la realidad geográfica como por antecedentes
históricos y culturales, hoy más fuertes que nunca dado el
incremento sustancial de los cubanos que residen allá.
El clima de confrontación presente por décadas ha exacerbado
pasiones sin dejar espacio para un análisis racional que permita hallar
soluciones aceptables para ambas naciones, escenario muy útil por cierto
para la intolerancia y el inmovilismo.
Sin embargo, estas acciones de las autoridades cubanas incitan serias dudas
acerca de sus verdaderas motivaciones. En primer término han sido
adoptadas con posterioridad a los sucesos del 11 de septiembre, los cuales
originaron cambios trascendentales a escala global, y a que los espacios para el
totalitarismo se han reducido radicalmente. Ahora más que nunca ha
quedado en evidencia que el desarrollo de las sociedades democráticas, en
el más amplio sentido de la palabra, constituye el antídoto más
adecuado para luchar contra el terrorismo.
Por otra parte, al mismo tiempo que las autoridades de La Habana efectúan
sus gestos conciliatorios hacia Washington mantienen incólume el sistema
totalitario en la isla. En el plano económico, a pesar de un claro
empeoramiento que ha deteriorado aún más el precario nivel de vida
de la población, no se observan tendencias a realizar transformaciones.
Por el contrario, se aprecian medidas para fortalecer el esquema estatista,
cerrándose paulatinamente los espacios abiertos a la iniciativa
individual años atrás.
En el campo político las circunstancias no son mejores, con golpizas
a opositores pacíficos y periodistas independientes, el bloqueo de sitios
de Internet (para que los funcionarios no los vean, ya que la población
no tiene acceso a la red) y el mantenimiento de un clima de represión
contra cualquier ciudadano que intente defender sus derechos.
Asimismo, las autoridades se niegan a suscribir el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, sus Protocolos facultativos, y el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, siendo Cuba
actualmente uno de los pocos países que mantiene esta actitud.
En este contexto es muy difícil darle credibilidad a los supuestos
deseos de las autoridades cubanas de mejorar sus relaciones con los vecinos del
norte. Los tozudos hechos inclinan a pensar que estos gestos conciliatorios son
otra maniobra táctica, una cortina de humo empleada en medio de una
coyuntura internacional poco propicia para los regímenes totalitarios, en
una situación que además coincide con el agravamiento de los
problemas económicos internos, factor que pudiera incidir en incrementar
el deterioro social y político nacional.
Por ello, puede afirmarse que no estamos ante un movimiento político
estratégico, sino ante una nueva finta del gobierno cubano para ganar
tiempo y mantener el poder.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
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