Noche de
Reyes
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Tuve una sorpresa la Noche de Reyes.
Usted llegará a decidir si me porté mal o no para merecer tal
regalo, sólo después de leer los párrafos siguientes.
Aparecida es la gata que vive conmigo. Me expreso así porque
Aparecida llegó al patio adonde se abre la puerta de mi cuarto una noche
de llovizna. Clamaba como un bebé por socorro y refugio. La recogí
por haber experimentado en carne propia lo que significa dormir con el cielo por
techo en más de una ocasión.
Le ofrecí abrigo, alimento y guarida pues cabía en la palma de
mi mano. Desde el amanecer siguiente tuvo por nombre Aparecida. No trajo ni carné
de identidad, ni libreta de abastecimiento para gatas recién nacidas. Y a
pesar de mi ignorancia en crianza de felinos, y menos de gatas, decidí
que se quedaba.
Le ofrezco el rasgo más característico de Aparecida. Tenga en
cuenta que no he escrito "mi gata". Aparecida pertenece solamente a
ella misma. Y este rasgo lo hizo notar muy pronto.
Sea por lo azaroso de su nacimiento o por un trauma de gata recién
nacida abandonada, Aparecida marcó su independencia trepándose en
la esquina de la cama para dormir a sus anchas, aunque le preparé un
lugar cómodo en la cocina. Me hallé empujado al otro lado de la
cama. Me sentí como en un camello habanero. Pero la dejé. Los
animalitos son también hijos de Dios, ¿no?
Para abreviar, únicamente vale destacar que la gatica tricolor se
reveló toda una depredadora. Primero, acabó con los ratones (¡bravoooo!),
luego con las ranas (¡bingoooo!), después con las lagartijas (eso ya
no es bueno para la ecología) y, por último, hasta con las babosas
y con todo lo que se arrastra.
Un día la hallé con un alacrán en estado terminal entre
las patas delanteras. ¡Aparecida, ese bicho no se come, es venenoso! ¿Esta
gata será pariente de Terminator?
Sepa también la otra cara del asunto, es que ella es toda una
madraza. Estimo que la diversión más preciada por ella es parir.
Aquí ya vive Misifuso, que nació hace dos años. Y anoche
parió a Champán en plena madrugada fría. ¡Y en la
esquina de la cama! Porque no quiso hacerlo en la cajita preparada por mí.
Con ojos de pena por la molestia causada me miró cuando le quité
el otro gatico que murió al nacer. ¿Qué haré con Champán?
No tiene cuota, ni hay Oficoda donde anotar un gato más.
Por lo pronto, me convenzo que éste será el último de
los partos de Aparecida. La llevaré al veterinario de turno y por unos
pesos la ligarán. ¡Se acabaron los gatos sorpresa en Noche de Reyes!
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