¿Gallo
o gallina?
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - En el antiestético conglomerado
de cabillas desnudas que el gobierno llama "tribuna antimperialista",
provocadoramente emplazado en La Habana frente a la Sección de Intereses
de los Estados Unidos de América, país a cuyo gobierno lanzan
constantes insultos, atrae la atención la singular pintura mural que
representa un indefinido ¿gallo... o gallina? Porque, contrario al marcado
dimorfismo sexual de esta ave, da la impresión que es un gallo travesti o
una gallina marimacho.
A pesar de su indefinición sexual, a esta rareza zoológica la
quieren presentar como símbolo de cubanía (¡vaya
patriotismo!) porque una de las alas ha sido sustituida, irrespetuosamente, por
la enseña nacional. También porque desde tiempos ancestrales el
gallo es representativo de fuerza, de dominio, de poder.
No por casualidad un gallo, en fiera postura de pelea, es el emblema del
brazalete de los miembros de la tropa antimotín más temida que se
conozca en nuestra historia: Los Gallitos, una brigada especial del Ministerio
del Interior.
Los jerarcas del gobierno, al ordenar la pintura -que resultó gallo
hermafrodita- parece que no fueron prudentes al escoger el símbolo,
ignorando lo que ocurrió centurias atrás en el pueblo español
Morón de la Frontera.
Según la tradición, un gobernante (también grosero y
abusador) siempre decía: "¡Aquí no hay más gallo
que yo! ¡Yo soy el gallo de Morón!" Así, hasta que un día
los moronenses, hastiados por tantos abusos, dieron tal paliza al jactancioso
gobernador que lo dejaron... ¡sin plumas y cacareando! Como advertencia
para que ningún otro osara extralimitarse en sus poderes, construyeron un
gallo monumental y desplumado en la plaza principal de esa localidad.
Por llevar el mismo nombre, residir muchos españoles entonces en él,
y porque se daban muy buenas peleas de gallos finos, el pueblo de Morón,
en la actual provincia cubana Ciego de Avila, desde el siglo XVIII adoptó
para sí la tradición hispana, la cual prendió con tanto
vigor entre sus pobladores, que al cabo del tiempo, exactamente en 1955,
construyeron una plaza en la que colocaron un gran gallo y una torre alta con
reloj, los cuales devinieron en símbolos de la ciudad.
Hace cuarenta y tres años, con la llegada del castrismo al poder,
personas ignorantes, o mal intencionadas, acaso recordando aquello de "¡Aquí
no hay más gallo que yo!", destruyeron el monumental gallo.
Nadie, en medio de la ceguera y engañosa euforia políticas de
los primeros días, supo advertir en el vandálico acto de destrozar
aquella insignia la premonición de la devastación mayor que
sobrevendría no sólo sobre Morón, sino sobre toda Cuba.
A pesar de la catástrofe, los moronenses cubanos han sabido defender
con tanta pasión el emblema de su terruño que un nuevo y colosal
gallo esculpido en bronce por la creadora Rita Longa fue emplazado en el Parque
del Gallo, junto a la torre del reloj. Ahora se escucha su potente quiquiriquí
de auténtico gallo cada día a las seis de la mañana y a las
seis de la tarde. Como si mostrara su desdén por aquel otro que envejece
en La Habana, que ni canta ni cacarea.
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