Enrique Patterson.
El Nuevo Herald,
marzo 19, 2002.
Nadie hubiera previsto que de las dos últimas colonias españolas
del Caribe fuera Cuba y no Puerto Rico, la que arribara al siglo XXI con la peor
situación económica, política y social. En el siglo XIX el
nacionalismo cubano protagonizó tres guerras de independencia contra España
que le impidieron a Estados Unidos anexarse Cuba. En 1902 la República
nace con una soberanía limitada (Enmienda Platt), mientras que Puerto
Rico sólo cambió de metrópolis. En la década del
treinta, eliminada la Enmienda Platt, ya Cuba completa su soberanía e
inicia un sostenido despegue económico, mientras que Puerto Rico
negociaba con Estados Unidos un status político en extremo restrictivo ni
siquiera comparable a la soberanía limitada de la primera república
cubana. A pesar de todos los problemas sociales y políticos, en Cuba era
la inmigración, y no la emigración, un fenómeno social
cuantificable, mientras que en Borinquen se daba un fenómeno opuesto. La
''tierra del Edén'' exportaba desesperadamente la mano de obra sobrante,
mientras Cuba generaba tanto mano de obra como capitales.
En 1959 y hasta la fecha, Puerto Rico es un estado de soberanía muy
limitada, asociado tan estrechamente a Estados Unidos que carece de ejército
o de una política exterior, status que no le impide conservar una
identidad cultural indiluible; en la misma fecha en Cuba triunfa una revolución
decidida a romper --y en un primer momento hasta lo logra-- la ley de la
gravedad geográfica, económica y política con Estados
Unidos. Al margen de todas estas diferencias, existe una similitud en la situación
de las dos islas.
Aunque parezca paradójico, el radical nacionalismo cubano ha
conducido a Cuba a una situación análoga a la puertorriqueña,
pero sin ninguna de sus ventajas, mientras que el suave nacionalismo
puertorriqueño ha puesto el país en una apreciable estabilidad política
y en índices económicos y sociales envidiables para el resto de América
Latina.
Desde 1959 hasta la actualidad Cuba sufre, como antes Puerto Rico, de una
constante y desesperada emigración. Si Nueva York es la primera ciudad de
los puertorriqueños, Miami es la segunda ciudad de los cubanos. La
''guagua aérea'' ya no es sólo la solución de los boricuas
con menos oportunidades o habilidades laborales: también la practican los
cubanos más afortunados, al principio los más capacitados y
productivos, luego todas las capas de la sociedad, de los cuales los menos
afortunados o más desesperados no tienen suerte de montarse en ''la
guagua'', sino que se arriesgan --para usar la expresión de Iván
de la Nuez-- en ''la balsa perpetua''. No siempre se arriba a Itaca de este
modo, sino al tibio y confortable estómago de los tiburones, algo que no
pasa con los puertorriqueños.
Puerto Rico depende tanto de Estados Unidos como de sí mismo. Su
integración a la economía norteamericana, le hace un lugar
atractivo de inversión que genera empleo y bienestar y, aunque los
puertorriqueños no pagan impuestos federales, no obstante son
beneficiarios de los servicios sociales que la federación americana ha
diseñado para proteger a los grupos más desprotegidos. Económicamente,
Cuba depende menos de sí misma que de los Estados Unidos pues, a pesar de
la ausencia de relaciones económicas, los envíos monetarios de los
despreciados cubanos de ultramar son el rubro económico más
estable del régimen.
Los puertorriqueños de la isla pueden elegir a su gobernador y
legisladores locales, pero no a representantes al Congreso norteamericano cuyas
leyes son aplicables en la isla; no así los que viven en Estados Unidos,
que gozan de idénticos derechos que el resto de los norteamericanos y, al
ejercerlos, influencian en la política del Congreso hacia la isla. Los
cubanos de la isla no eligen a ninguno de sus gobernantes, pero los del exilio
gozan de idénticos derechos que el resto de los norteamericanos; derechos
que, al ejercerlos, influencian más en la política norteamericana
hacia Cuba que la influencia de los puertorriqueños hacia la de Puerto
Rico.
Los políticos de Puerto Rico apelan al Congreso norteamericano cada
vez que se proponen redefinir los términos de la relación con
Norteamérica; los políticos de La Habana afirman que todos los
males de la isla se deben a la política del Congreso norteamericano.
En Puerto Rico todas las corrientes políticas se expresan libremente
y la sociedad discute abiertamente el rumbo que desea darle al país; los
ciudadanos están protegidos de las arbitrariedades del poder gracias a un
sistema legal independiente y existen y se aplican las leyes que combaten todo
tipo de discriminación; en Cuba sólo existe la opinión del
poder y cualquier otra es legalmente punible; los cubanos, además,
carecen de derechos civiles y políticos. Cuba está en bancarrota,
no produce ni para pagar sus deudas y desde el transporte hasta el acueducto,
las escuelas y calles están en condiciones deplorables. En Cuba se
practica el turismo de apartheid; Puerto Rico es un país abierto.
Es cierto. ''Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas''. El
poema no aclara cuál es el pájaro, pero una de las alas está
malherida. El pájaro sigue su rumbo hacia adelante con la otra.
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