CUBANET .INDEPENDIENTE

8 de mayo, 2002

Prisiones en Cuba

Riesgos de la lucha clandestina (IV y final)

Parte I / Parte II / Parte III

Héctor Maseda, Grupo de Trabajo Decoro

LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - Ante Martha de la Caridad Blanco González se abrirían nuevas páginas desconocidas en su cotidianidad. Se llenarían con los intentos de fuga de algunas prisioneras, las originales vías de comunicación utilizadas por las reclusas en el interior y fuera del reclusorio y su lenta reinserción a la sociedad que hacía dos años no existía para ella.

Establecer los canales informativos entre cautivas o de éstas con el exterior del presidio requería de elevados riesgos y creatividad en los métodos empleados. Martha señala:

"Semanalmente las autoridades del penal te sacaban una hora a coger sol. Era la oportunidad que aprovechábamos las reclusas políticas para intercambiar información y coordinar actividades. Las guardias no nos dejaban acercarnos. Les aterraba a la idea, ya que generalmente se producían, como resultado de éstas, las huelgas de hambre, protestas, y aparecían carteles con críticas al gobierno. Nos valíamos de buzones y claves que indicaran si estaban llenos o vacíos. El buzón era cualquier cosa: una rajadura en una pared, la parte posterior de un aviso, por sólo mencionar dos posibilidades. Otra vía eran las presas que tenían alguna responsabilidad y se movían con cierta libertad dentro del penal. Eran éstas medios de correo interior. Enviar algo al exterior era más difícil. Utilizábamos las llamadas "balitas", pequeños papeles con mensajes escritos, enrollados en forma de cigarrillo que escondíamos en el pelo y en lugares íntimos del cuerpo. Si te sorprendían en la operación ibas de cabeza a la celda de castigo, y te esperan golpizas, suspensión de la visita familiar y el pabellón conyugal, o todas juntas. Recuerdo que a Carmen Julia Arias Iglesias, prisionera de conciencia, la sorprendieron cuando intentó pasar una denuncia a su familia. Lo hizo por medio de otra confinada. Debo aclarar que las militares te registraban minuciosamente antes de comenzar y al concluir la visita de los familiares. De este modo sorprendieron a Julia con la "balita" encima. Perdió la visita ese día y fue aislada por tres semanas".

Al preguntarle a Martha cuáles fueron sus momentos más difícil en "Manto Negro", refirió:

"Contrario a lo que suponía la policía política, yo no tenía hijos ni esposo. Esta condición era favorable porque impedía que ejercieran presiones de tipo familiar. Pero fue muy desagradable porque impedían que apenas mantuviera contacto con mi cuñada y en algunas ocasiones con mi hermano. Esta etapa fue muy dura para mí y tuve varias crisis emocionales, debido a la soledad y las condiciones de vida en que me encontraba. María Elena Aparicio, mi hermana de lucha, me ayudó a superarlas. El reclusorio es complejo en sentido general porque estás expuesta a situaciones imprevistas que te crean las custodias. Es conveniente aclarar que las presas políticas no teníamos derecho a correccional (granjas abierta con menos rigor disciplinario, mejor alimentación y pases cada 30 días). Los hombres internados -comunes o políticos- y las cautivas por causas sociales sí disfrutaban de estas concesiones. Conozco un caso que se produjo dos años antes de mi reclusión. Una mujer trató de escapar escondida en el chasis de un camión que tenía acceso a los talleres de confecciones del presidio. La sorprendieron en la posta principal (en "Manto Negro" hay guardias de ambos sexo) y la emprendieron a patadas con ella hasta que la infeliz se desmayó. Luego se la llevaron y la mantuvieron incomunicada por varios meses. Después no se supo nada más. Fugarse de este lugar no es fácil. Hay dobles cercas con alambres de púa que electrifican en las noches, guardias, garitas de vigilancia con reflectores y perros de presa. El terreno está limpio en el perímetro del penal, unos cien metros a la redonda. Una vez en libertad me uní en Güines a la Unión Democrática Independiente, presidida por Gálvez. Poco duró este movimiento. Se extinguió por falta de cohesión. Posteriormente intenté laborar en gastronomía, pero la Seguridad del Estado me lo impidió. Sólo después de vivir tres años con el apoyo económico de mi hermano y algunos amigos se me permitió ganarme la vida con honradez. En la actualidad tengo una vecina en el edificio, colaboradora de la policía política, que me vigila e informa de mis movimientos".

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