Prisiones
en Cuba
Riesgos de la
lucha clandestina (IV y final)
Parte I /
Parte II /
Parte III
Héctor Maseda, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - Ante Martha de la Caridad Blanco González
se abrirían nuevas páginas desconocidas en su cotidianidad. Se
llenarían con los intentos de fuga de algunas prisioneras, las originales
vías de comunicación utilizadas por las reclusas en el interior y
fuera del reclusorio y su lenta reinserción a la sociedad que hacía
dos años no existía para ella.
Establecer los canales informativos entre cautivas o de éstas con el
exterior del presidio requería de elevados riesgos y creatividad en los métodos
empleados. Martha señala:
"Semanalmente las autoridades del penal te sacaban una hora a coger
sol. Era la oportunidad que aprovechábamos las reclusas políticas
para intercambiar información y coordinar actividades. Las guardias no
nos dejaban acercarnos. Les aterraba a la idea, ya que generalmente se producían,
como resultado de éstas, las huelgas de hambre, protestas, y aparecían
carteles con críticas al gobierno. Nos valíamos de buzones y
claves que indicaran si estaban llenos o vacíos. El buzón era
cualquier cosa: una rajadura en una pared, la parte posterior de un aviso, por sólo
mencionar dos posibilidades. Otra vía eran las presas que tenían
alguna responsabilidad y se movían con cierta libertad dentro del penal.
Eran éstas medios de correo interior. Enviar algo al exterior era más
difícil. Utilizábamos las llamadas "balitas", pequeños
papeles con mensajes escritos, enrollados en forma de cigarrillo que escondíamos
en el pelo y en lugares íntimos del cuerpo. Si te sorprendían en
la operación ibas de cabeza a la celda de castigo, y te esperan golpizas,
suspensión de la visita familiar y el pabellón conyugal, o todas
juntas. Recuerdo que a Carmen Julia Arias Iglesias, prisionera de conciencia, la
sorprendieron cuando intentó pasar una denuncia a su familia. Lo hizo por
medio de otra confinada. Debo aclarar que las militares te registraban
minuciosamente antes de comenzar y al concluir la visita de los familiares. De
este modo sorprendieron a Julia con la "balita" encima. Perdió
la visita ese día y fue aislada por tres semanas".
Al preguntarle a Martha cuáles fueron sus momentos más difícil
en "Manto Negro", refirió:
"Contrario a lo que suponía la policía política,
yo no tenía hijos ni esposo. Esta condición era favorable porque
impedía que ejercieran presiones de tipo familiar. Pero fue muy
desagradable porque impedían que apenas mantuviera contacto con mi cuñada
y en algunas ocasiones con mi hermano. Esta etapa fue muy dura para mí y
tuve varias crisis emocionales, debido a la soledad y las condiciones de vida en
que me encontraba. María Elena Aparicio, mi hermana de lucha, me ayudó
a superarlas. El reclusorio es complejo en sentido general porque estás
expuesta a situaciones imprevistas que te crean las custodias. Es conveniente
aclarar que las presas políticas no teníamos derecho a
correccional (granjas abierta con menos rigor disciplinario, mejor alimentación
y pases cada 30 días). Los hombres internados -comunes o políticos-
y las cautivas por causas sociales sí disfrutaban de estas concesiones.
Conozco un caso que se produjo dos años antes de mi reclusión. Una
mujer trató de escapar escondida en el chasis de un camión que tenía
acceso a los talleres de confecciones del presidio. La sorprendieron en la posta
principal (en "Manto Negro" hay guardias de ambos sexo) y la
emprendieron a patadas con ella hasta que la infeliz se desmayó. Luego se
la llevaron y la mantuvieron incomunicada por varios meses. Después no se
supo nada más. Fugarse de este lugar no es fácil. Hay dobles
cercas con alambres de púa que electrifican en las noches, guardias,
garitas de vigilancia con reflectores y perros de presa. El terreno está
limpio en el perímetro del penal, unos cien metros a la redonda. Una vez
en libertad me uní en Güines a la Unión Democrática
Independiente, presidida por Gálvez. Poco duró este movimiento. Se
extinguió por falta de cohesión. Posteriormente intenté
laborar en gastronomía, pero la Seguridad del Estado me lo impidió.
Sólo después de vivir tres años con el apoyo económico
de mi hermano y algunos amigos se me permitió ganarme la vida con
honradez. En la actualidad tengo una vecina en el edificio, colaboradora de la
policía política, que me vigila e informa de mis movimientos".
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