ECONOMIA
INFORMAL
Reflexiones
PINAR DEL RÍO, agosto (www.cubanet.org)
- "Cada cosa tiene, por obligación,
que tener un dueño". Mi abuelo no
se cansaba de soltar esa frase. La dejaba caer
con más énfasis cuando salíamos
a recorrer la ciudad y nos veíamos en la
necesidad de entrar a lugares públicos
a merced de los hombres y mujeres que atienden
cafeterías, restaurantes, tiendas de ropa.
La responsabilidad no viene sola, no da la fórmula,
cada cosa tiene por obligación que tener
dueño, decía mi abuelo. Y siempre
decía esto cuando la responsabilidad y
el responsable no aparecían. El socialismo
es el sistema social más humanitario. Así
reza en los escritos de los clásicos de
la filosofía de las cosas sin dueño,
donde todo es de todos, y todo pertenece al pueblo.
Pero el problema de los servicios se vuelve un
quebradero de cabeza cuando las cosas -entiéndase
los negocios- no tienen dueño. Con el derrumbe
del paradigma socialista a finales de la década
de los años 80, se llegó a conclusiones
prácticas, y Cuba no quedó ajena.
Se entró en un supuesto proceso de "perfeccionamientos
y cambios", pero la responsabilidad siguió
ausente, sobre todo entre los funcionarios y trabajadores
del estado.
En una actividad de las llamadas recreativas,
una vez concluido un maratón de actos políticos
en el país, en medio del jolgorio, un funcionario
expresó: "No se puede coger lucha,
uno no puede resolver los líos de todo
el mundo". Estaba en un círculo de
confianza, y de ahí el desplante. De otra
manera, jamás se hubiera expresado así.
Sabido es que si hay ausencia de responsabilidad
también la hay de sinceridad.
Reflexionando sobre lo ocurrido, sigo dando la
razón a mi abuelo: las cosas tienen que
tener dueño. Esto se comprueba en la diferencia
existente entre el servicio prestado por los cuentapropistas,
dueños de pequeños negocios, y el
servicio que ofrecen los establecimientos estatales.
Resulta obvio que el abandono se concentra en
las capas populares, las que menos ingresos reciben.
No olvido entonces las palabras del funcionario
y me viene a la memoria una frase lapidaria de
Bertold Brecht: "Primero hay que comer, después
se puede hablar de moral".
Puede que el funcionario piense así desde
su cómoda posición. Pero noté
su total ausencia de moral por la manera en que
comía y bebía. Por mi parte sigo
reflexionando y no encuentro respuesta a la disyuntiva
que me planteo: ¿puede el estado asumir
la solución de los problemas?
Por el momento me dirijo a un cuentapropista
cada vez que tengo necesidad de adquirir algo.
Quedo complacido y me vuelve a la memoria la frase
de mi abuelo: "Cada cosa tiene, por obligación,
que tener un dueño". cnet/06
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