PRENSA INDEPENDIENTE
Enero 6, 2004

SOCIEDAD
La casi vuelta al mundo en una semana

LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Ayer supe de la partida de un conocido. Uno más. Si no fuera por las particularidades de su ida, no merecería la pena dedicarle el comentario

Este caso me hizo recordar el argumento utilizado en una de sus novelas por un escritor del género de aventuras, favorito en mi niñez y adolescencia. De Julio Verne el primer libro que leí fue "La Vuelta al Mundo en Ochenta Días". Creo que lo he leído cinco veces, pues no me cansaba de maravillarme con la cantidad de lugares, aventuras y soluciones que el imaginativo francés daba a sus personajes para que lograran el objetivo de dar la vuelta al planeta en un tiempo récord para la época en que escribió esta obra.

Mi amigo dejó corto a Phileas Fogg, al casi darle la vuelta al orbe en una semana. ¿Cómo lo hizo? Invitado por un conocido para visitar Rusia, salió vía México. Allí no le permitieron quedarse y tuvo que continuar viaje a Moscú; en escala en Madrid pidió asilo, el cual no se le concedió y tuvo que continuar rumbo a Holanda. En el país de los quesos y los molinos le dieron un aventón hasta la cercana tierra germana. Los alemanes lo pusieron rápidamente en ruta y lo hicieron llegar a la capital de los ex soviets. Allí llegó sin equipaje porque éste se quedó en el aeropuerto de Berlín. Aún no recuperado del rápido paso a través del cielo de tantos países, se vio trasladado a otro avión que le llevó hacia Bélgica. Desde la tierra donde Napoleón olió el hedor insoportable de la derrota, fue devuelto nuevamente a México, lugar donde comenzó el extraño periplo. Finalmente pudo pasar a Estados Unidos, objetivo inicial del accidentado viaje.

Este no es el único caso que he conocido y que se ha desarrollado en parecidas circunstancias. En estos días otro amigo cayó en la región de los ancestros de aquéllos que poblaron nuestras tierras a causa de la esclavitud. Invitado por un amigo para ir a Nigeria vía México, no le permitieron quedarse al arribar al primer punto de su escala y fue conminado a continuar hacia Nigeria. No sé si fue la acción piadosa de algún orisha reinante en aquel país africano, el caso es que fue enrolado en una aeronave que partía rumbo a México, origen de este atropellado viaje. Ya de vuelta en la cuna de la civilización azteca, encontró a unos desesperados parientes que consiguieron finalmente llevarle a su verdadero destino: Estados Unidos de América.

Lo curioso de estos viajes es que el tiempo empleado en esa cantidad de saltos dados entre tan distantes regiones geográficas fue realizado en apenas una semana en el primero y en cuestión de horas en el segundo. Si no hubiera conocido a las personas involucradas en estas aventuras, quizás me sería difícil aceptar la historia. Una más entre las cientos que cuentan miles de compatriotas decididos a marcharse de su país para emprender una vida diferente, preferentemente en el vecino del Norte.

Esta marcha inusitada de amigos, familiares y conocidos es una explosión que envía a estas personas a los más increíbles rincones del planeta. Así conozco cubanos que residen en apartadas regiones de Canadá y del propio Estados Unidos. En Nueva Zelandia y Australia. En Sudáfrica, Angola, Kenia y Siria. En Israel, Suiza, Chile, Argentina, Japón, Polonia y Corea. En Rusia (quién lo iba a decir). Esto sin contar otros países como España, Italia o Alemania, que ya resultan familiares en la estabilización de colonias de emigrados cubanos.

Las condiciones de viaje son tan aventureras como inesperadas. Un contrato de trabajo, un matrimonio o la simple invitación de un amigo. Algo que justifique el motivo de la salida. Mientras esto ocurre, las familias se van desangrando de sus miembros, quedando los más viejos en una soledad que se vuelve más triste a medida que un nuevo familiar decide seguir el camino de sus predecesores. Luego vendrán las cartas y postales exhibiendo exóticas regiones en las que estos seres venidos de una lejana ínsula caribeña se insertarán.

En la Isla quedarán cientos de cubanos buscando los medios que le posibiliten abandonar su país. Para ello emplearán todo el ingenio y la imaginación posible, y se dispondrán a afrontar eventualidades tan inesperadas como las acontecidas a estos dos viajeros.

Espero que a nadie se le ocurra retar el plazo de cinco semanas de travesía aerostática que el célebre escritor de Nantes recreó en otro conocido libro de aventuras. Pero no nos extrañe si así ocurriera tal y como van las cosas en este mundo de hoy. cnet/43



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