SOCIEDAD
La
casi vuelta al mundo en una semana
LA HABANA, enero (www.cubanet.org)
- Ayer supe de la partida de un conocido. Uno
más. Si no fuera por las particularidades
de su ida, no merecería la pena dedicarle
el comentario
Este caso me hizo recordar el argumento utilizado
en una de sus novelas por un escritor del género
de aventuras, favorito en mi niñez y adolescencia.
De Julio Verne el primer libro que leí
fue "La Vuelta al Mundo en Ochenta Días".
Creo que lo he leído cinco veces, pues
no me cansaba de maravillarme con la cantidad
de lugares, aventuras y soluciones que el imaginativo
francés daba a sus personajes para que
lograran el objetivo de dar la vuelta al planeta
en un tiempo récord para la época
en que escribió esta obra.
Mi amigo dejó corto a Phileas Fogg, al
casi darle la vuelta al orbe en una semana. ¿Cómo
lo hizo? Invitado por un conocido para visitar
Rusia, salió vía México.
Allí no le permitieron quedarse y tuvo
que continuar viaje a Moscú; en escala
en Madrid pidió asilo, el cual no se le
concedió y tuvo que continuar rumbo a Holanda.
En el país de los quesos y los molinos
le dieron un aventón hasta la cercana tierra
germana. Los alemanes lo pusieron rápidamente
en ruta y lo hicieron llegar a la capital de los
ex soviets. Allí llegó sin equipaje
porque éste se quedó en el aeropuerto
de Berlín. Aún no recuperado del
rápido paso a través del cielo de
tantos países, se vio trasladado a otro
avión que le llevó hacia Bélgica.
Desde la tierra donde Napoleón olió
el hedor insoportable de la derrota, fue devuelto
nuevamente a México, lugar donde comenzó
el extraño periplo. Finalmente pudo pasar
a Estados Unidos, objetivo inicial del accidentado
viaje.
Este no es el único caso que he conocido
y que se ha desarrollado en parecidas circunstancias.
En estos días otro amigo cayó en
la región de los ancestros de aquéllos
que poblaron nuestras tierras a causa de la esclavitud.
Invitado por un amigo para ir a Nigeria vía
México, no le permitieron quedarse al arribar
al primer punto de su escala y fue conminado a
continuar hacia Nigeria. No sé si fue la
acción piadosa de algún orisha reinante
en aquel país africano, el caso es que
fue enrolado en una aeronave que partía
rumbo a México, origen de este atropellado
viaje. Ya de vuelta en la cuna de la civilización
azteca, encontró a unos desesperados parientes
que consiguieron finalmente llevarle a su verdadero
destino: Estados Unidos de América.
Lo curioso de estos viajes es que el tiempo empleado
en esa cantidad de saltos dados entre tan distantes
regiones geográficas fue realizado en apenas
una semana en el primero y en cuestión
de horas en el segundo. Si no hubiera conocido
a las personas involucradas en estas aventuras,
quizás me sería difícil aceptar
la historia. Una más entre las cientos
que cuentan miles de compatriotas decididos a
marcharse de su país para emprender una
vida diferente, preferentemente en el vecino del
Norte.
Esta marcha inusitada de amigos, familiares y
conocidos es una explosión que envía
a estas personas a los más increíbles
rincones del planeta. Así conozco cubanos
que residen en apartadas regiones de Canadá
y del propio Estados Unidos. En Nueva Zelandia
y Australia. En Sudáfrica, Angola, Kenia
y Siria. En Israel, Suiza, Chile, Argentina, Japón,
Polonia y Corea. En Rusia (quién lo iba
a decir). Esto sin contar otros países
como España, Italia o Alemania, que ya
resultan familiares en la estabilización
de colonias de emigrados cubanos.
Las condiciones de viaje son tan aventureras
como inesperadas. Un contrato de trabajo, un matrimonio
o la simple invitación de un amigo. Algo
que justifique el motivo de la salida. Mientras
esto ocurre, las familias se van desangrando de
sus miembros, quedando los más viejos en
una soledad que se vuelve más triste a
medida que un nuevo familiar decide seguir el
camino de sus predecesores. Luego vendrán
las cartas y postales exhibiendo exóticas
regiones en las que estos seres venidos de una
lejana ínsula caribeña se insertarán.
En la Isla quedarán cientos de cubanos
buscando los medios que le posibiliten abandonar
su país. Para ello emplearán todo
el ingenio y la imaginación posible, y
se dispondrán a afrontar eventualidades
tan inesperadas como las acontecidas a estos dos
viajeros.
Espero que a nadie se le ocurra retar el plazo
de cinco semanas de travesía aerostática
que el célebre escritor de Nantes recreó
en otro conocido libro de aventuras. Pero no nos
extrañe si así ocurriera tal y como
van las cosas en este mundo de hoy. cnet/43
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