PRENSA INTERNACIONAL
Julio 8, 2004
 

Crudelísima política familiar

José Antonio Zarraluqui. El Nuevo Herald, 6 de julio de 2004.

Hay que ver cómo se puede vivir en la ceguera más ciega y en la ignorancia más profunda años y años hasta que un día ¡eureka! tropiezas con la verdad o te la revela la persona más insospechada. El periódico Granma lo dijo y lo repiten los de la industria del mal en Miami y por último lo epistoló Fidel Castro: las nuevas medidas de Dubya sobre viajes y envíos a Cuba son crueles y atentan contra la familia cubana. ¡Rayos, y yo que siempre supuse que quien atentaba contra la familia cubana era Fidel!

Razones no eran las que me faltaban, todo tiene que ser dicho. Porque incluso antes de subir a su trono, Fidel secuestró a su propio hijo. En 1956 estaba en México y se aprestaba a embarcarse rumbo a la isla, porque había prometido que ese año sería héroe o mártir, y le pidió a su ex esposa que le mandara a Fidelito para despedirse y ella se lo mandó y él lo secuestró y lo dejó al cuidado de unos compinches cuando al fin se encaramó en el yate que naufragó en las Coloradas. Y después de entronizado, una de las primeras fincas que se robó, por no decir la primera, fue la finca de doña Lina, su propia madre. Oigan, juéguenselo al canelo que el tipo que secuestra a su propio hijo y expropia a su propia madre nunca va a querer mucho a la familia de los demás.

Pero dejando eso a un lado, ¿quién fue quien dijo: ''Y sepan ésos que se van que dejan de ser cubanos'', aunque dejaran a familiares que seguían siendo cubanos? ¿Y quién no los dejó regresar, siquiera de visita, y mantener contacto epistolar y telefónico por lustros y decenios enteros con esos familiares que habían quedado atrás? ¿Quién confiscó todas las propiedades de los que huían de aquel horror nunca visto en América, impidiendo que las heredaran sus parientes cercanos o lejanos? ¿Quién desbarató la integración de las familias aspirantes a emigrar, enviando a provincias distantes a sus cabezas para trabajar en la agricultura? ¿Quién, para completar la obra de desintegración familiar, ahora entre los que se quedaban, envió a los hombres a ''misiones internacionalistas'', a las mujeres a cursos de ''capacitación'' o de ''preparación combativa'' y a niños y niñas a ''la escuela en el campo''? ¿Quién, a raíz del ciclón Flora, suspendió la recepción de envíos en especie con la excusa de que en latas de chorizos desde Miami estaban mandando bombas?

¿Quién inventó esa figura migratoria tan disparatada como abusiva de ''salida definitiva del país''? ¿Quién impidió a Celia Cruz ir a darle un beso a su madre en el lecho de morir y asistir a sus exequias? ¿Quién, lo mismo que a Celia Cruz, no permitió, para visitas familiares, volver a la patria por decenios a decenas de miles de cubanos? ¿Quién sacó a los presos por millares de la cárcel y los embarcó a la fuerza por el Mariel para separarlos de unas familias de las que ni siquiera se pudieron despedir? ¿Quién, cuando al fin comprendió que en el exilio había una mina, decidió dar visas --¡para entrar a su país de origen!-- a cubanos seleccionados, pero cobrándolas como si fueran de oro?

¿Quién determina que un ciudadano que quiere emigrar, porque por ejemplo tiene un título universitario (en el país en el que se pregona que la educación es un derecho) tenga que esperar cinco, diez, quince o un número indeterminado de años antes de obtener la autorización? ¿Quién decide que un ciudadano, una ciudadana en este caso, la doctora Hilda Molina, es ''patrimonio nacional'' e impide que se una a su hijo y su nieto, ciudadanos argentinos, por años y años? ¿Quién le dijo al pitcher Contreras que, por haber salido zancajando, no volvería a ver a su mujer y a sus niñas en diez años, y cuidadito conque se te ocurra hablar mal de la revolución? ¿Quién tiene castigado ni se sabe desde cuándo a José Cohen, un oficial de la contrainteligencia castrista que desertó, al no permitirle ver a su familia, a la que se atropella doblemente al privarla de unirse con su cabeza y ser discriminada en Cuba?

¿Y quién organizó en Miami y en el resto del mundo una industria del mal que te cobra una llamada a la isla más cara que una llamada a la Cochinchina y un pasaje en avión a 90 millas (40 minutos) más caro que un pasaje a Cochabamba? Todo eso lo dijo y lo hizo el compañero descastado en jefe, así que ahora no me le echen la culpa al presidente Bush.

Pero lo interesante de la tormenta en un vaso de agua que se ha formado es que en realidad todas las partes, excepto la industria del mal, podrían y deberían cantar victoria. Los enemigos del dictador porque el sátrapa se verá privado de un buen pico de dólares y, sobre todo, de la tapadera para el dinero que le proporciona el narcotráfico. Los que iban y mandaban porque Dubya los ha aliviado de tener que tomar ellos la decisión de cortar esos vínculos malsanos con unas personas del lado de allá que, al margen de los lazos sanguíneos o de amistad, mientras más recibían más con derecho a recibir se creían. Y las personas del lado de allá porque van a dejar de envilecerse tan aceleradamente como estaban haciendo con todas sus esperanzas cifradas en recibir unas migajas de la parentela

miamense.

Hasta el dictador, si de verdad creyera en esa ''batalla de las ideas'' a la que se pasa la vida convocando, ahora debería celebrar el triunfo no de una batalla, pero al menos de una escaramuza. Porque en adelante los cubanos que viven en los Estados Unidos y quieren visitar la isla tienen que regirse aquí no por los principios de libertad de desplazamiento y competencia que prevalecen en este país, sino por más y más restrictivas regulaciones, algo característico de sistemas totalitarios como el cubano. Los Estados Unidos, lejos de conseguir que Castro los imitara, se han puesto a imitar a Castro. ¿No es eso un triunfo para el compañero desmadrado en jefe?

Lo de las mulas es aparte, ¿ven? Las mulas están al borde del ataque de nervios y a fe que razones no les faltan.

 

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