La gobernabilidad
Editorial. Revista
Vitral, Cuba, enero-febrero de 2005.
Hay situaciones sociales, económicas y
políticas que son problemas propios de
las condiciones históricas, culturales
o coyunturales, o pueden ser también devenidas
de las relaciones internacionales. Estos problemas
son casi consustanciales a la forma de relacionarse
el mundo de hoy: su interdependencia, su profunda
desigualdad y la tendencia a los procesos de globalización
o mundialización de casi todas las esferas
de la vida. Estos problemas dependen más
de esas condiciones externas y del lugar que ocupe
cada país en el concierto de las naciones.
Pero hay otros problemas antropológicos,
sociales, económicos, políticos,
culturales y religiosos que dependen, más
bien, de la capacidad de un pueblo para gobernarse
y ser gobernado. A esta capacidad se le llama
gobernabilidad y gobernanza.
Por supuesto, ambas dimensiones del problema
están íntimamente relacionadas,
pero es necesario estudiarlas por separado para
su adecuada comprensión y para su mejor
solución.
La Enciclopedia Encarta 2004 define la gobernabilidad
como "el arte o la manera de gobernar que
se propone como objetivo el logro de un desarrollo
económico, social e institucional duradero,
promoviendo un sano equilibrio entre el Estado,
la sociedad civil y el mercado de la economía.
Acción y efecto de gobernar o gobernarse."
Algunos estudiosos diferencian gobernabilidad
como la capacidad del Estado para gobernar y gobernanza
como la capacidad de los ciudadanos para gobernarse.
Pues bien, con estas herramientas conceptuales
podemos evaluar los grados de gobernabilidad y
gobernanza que ha logrado nuestro país
o cualquier país del mundo.
Mirando a nuestro país y aplicando estos
conceptos aceptados por la inmensa mayoría
de los pueblos y gobiernos de la tierra, surgen
inmediatamente varias preguntas:
Si la gobernabilidad es un arte:
¿Es nuestra forma de gobierno un arte?
¿Hemos aprendido los cubanos a gobernarnos
por nosotros mismos como ciudadanos en nuestras
gestiones cotidianas o dependemos del paternalismo
autoritario, de "lo que nos den", de
lo que "nos toca", de lo que otros decidan
por nosotros? ¿Enseñamos a nuestros
hijos a autogobernarse o los mantenemos en una
permanente dependencia infantil? ¿Existen
en nuestro país, las instituciones, los
espacios y las posibilidades de formación
para la autogestión libre y responsable?
Este es el primer parámetro para poder
medir la gobernabilidad de un pueblo.
Si la gobernabilidad "se propone como objetivo
el logro de un desarrollo económico, social
e institucional duradero":
Nos preguntamos, ¿podemos comprobar, con
los hechos y los resultados, no con las palabras
y las buenas intenciones, el cumplimiento en nuestro
país de este medular objetivo?
¿Cuál es el estado actual de nuestra
economía? ¿Cuáles han sido
sus logros a largo plazo en más de cuatro
décadas?¿Cuáles son los actuales
logros sociales y cuáles son las grandes
diferencias provocadas por la existencia de una
moneda de retribución salarial y otra para
poder comprar casi todo en las tiendas? ¿Ha
alcanzado nuestra sociedad la igualdad ante la
ley y la igualdad de oportunidades a que debe
aspirar todo país; o las diferencias sociales
se profundizan y se convierten en motivo de exclusión
para una parte de los cubanos?
El estado de la economía familiar y nacional
es otra medida para evaluar la gobernabilidad
de un país.
¿Cuál es el estado actual del funcionamiento
de nuestras instituciones? ¿Cuando acudimos
a una empresa, a un organismo, a una gestión,
generalmente logramos resolver nuestro problema
con agilidad, rapidez, eficacia y trato humano
o los trámites burocráticos convierten
en una agonía interminable cualquier gestión
a la que tiene derecho cualquier ciudadano de
a pie?
En nuestras instituciones laborales, hospitalarias,
educacionales, ¿qué resuelve más,
la gestión normal de un ciudadano desconocido
que se presenta sin "padrinos", o resuelve
aquel que tiene un amigo, que va recomendado,
que conoce a alguien que le ayuda a saltar por
encima de la montaña de gestiones y esperas,
de trámites y dilaciones que nos encontramos
para intentar solucionar un simple problema laboral,
de salud, de educación o de servicios?
La reducción de la burocracia y la capacidad
y agilidad de las instituciones y organismos para
responder a las necesidades de los ciudadanos,
es otro parámetro para medir la gobernabilidad
de un sistema.
Por fin, si la gobernabilidad de una nación
se alcanza "promoviendo un sano equilibrio
entre el Estado, la sociedad civil y el mercado
de la economía." Entonces podemos
preguntarnos: ¿Se promueve en Cuba ese
sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil
y el mercado o, más bien, el Estado controla
totalmente una economía centralizada y
no permite el desarrollo de una sociedad civil
realmente autónoma y autogestionada? Aún
más, ¿existen las condiciones legales
y económicas para que se desarrolle una
sociedad civil próspera y plural? Y si
estuviera naciendo, ¿tiene la sociedad
civil acceso libre o regulado al mercado y a la
economía del país o, por el contrario,
ninguna persona o grupo de personas puede asociarse
para hacer cooperativas independientes o empresas
propias? ¿Tienen las incipientes organizaciones
de la sociedad civil los medios legales y sociales
para ejercer un adecuado control sobre el mercado
y sobre el estado?
La existencia o no de posibilidades legales y
económicas para el desarrollo de la sociedad
civil y para alcanzar un justo equilibrio entre
las organizaciones intermedias, el estado y el
mercado, pueden servir, junto con los anteriores
criterios, para evaluar la gobernabilidad de una
nación.
Es un deber, un derecho y una responsabilidad
de cada ciudadano responderse a sí mismo
cada una de estas preguntas y hacerse su propio
criterio sobre el grado de gobernabilidad que
tiene el Estado donde vive. Esta es también
una tarea de cada cubano. Si nuestras respuestas
niegan la definición que la comunidad internacional
y nuestro propio país firmó, entonces
los problemas de Cuba son ya un problema de gobernabilidad.
Y esto es algo muy serio.
La gobernabilidad, sin embargo, tiene también
una dimensión internacional. No todo lo
que sucede en un país es de su sola incumbencia,
el mundo de hoy, cada vez más interrelacionado,
no permite tener una economía cerrada y
aislada. Ni aprueba que se usen medidas económicas
éticamente inaceptables como medida punitiva
que perjudique a la población. Ni mucho
menos se debería aceptar que se pongan
los intereses económicos por encima de
las razones éticas y los valores de la
justicia, de la libertad, de la soberanía
ciudadana. El mundo de hoy no permite tener una
sociedad civil perseguida o coaccionada sin que
tome cartas en el asunto. El mundo de hoy no ve
con buenos ojos un Estado centralizador que, por
querer controlar todo, pierde lo más importante,
la capacidad para gobernar, es decir la gobernabilidad
democrática. Ya lo decía un viejo
refrán, el que mucho abarca, poco aprieta.
La VI Cumbre de Países Iberoamericanos,
celebrada en la localidad chilena de Viña
del Mar, el 10 y el 11 de noviembre de 1996, en
la que participó Cuba representada al más
alto nivel, dedicó sus reflexiones y decisiones
a este medular tema: "La gobernabilidad para
una democracia eficiente y participativa",
asunto de impresionante actualidad para la región
y para nuestro propio país.
Así dice la declaración final firmada
por todos los Jefes de Estado de la Comunidad
Iberoamericana: "En Iberoamérica existe
la convicción de que la independencia de
poderes, su mutuo control, la adecuada representación
y participación de mayorías y minorías,
las libertades de expresión asociación
y reunión, el pleno acceso a la información,
las elecciones libres, periódicas y transparentes
de los gobernantes, constituyen elementos esenciales
de la democracia
La gobernabilidad democrática
supone también transformaciones sociales,
económicas y culturales profundas que conduzcan
a disminuir las desigualdades y los problemas
de exclusión social. En este punto corresponde
a nuestros Estados una importante e intransferible
función." (Declaración de Viña
del Mar. No. 4 y 5)
De este modo, el primer deber de cada ciudadano
es responderse las interrogantes que emanan de
la situación de ingobernabilidad en que
vive, pero, por otro lado, también los
gobiernos, las organizaciones internacionales,
los observadores extranjeros, las instituciones
sociales y religiosas pueden contribuir con su
valoración y su cooperación a que
los países de nuestra región se
comprometan seria y sistemáticamente a
trabajar por la gobernabilidad democrática,
cuyas tareas fundamentales están bien delineadas
en esta declaración.
Cuba es un país que tenía muchas
dificultades antes de 1959, pero ocupaba el tercer
lugar en nivel de vida de todos los países
latinoamericanos. Cuba ha tenido logros en la
educación, la salud, el deporte y otros
aspectos durante las últimas cuatro décadas,
pero el nivel de vida, el desarrollo integral
y el progreso ético y humano de este país
ha tenido y tiene, cada vez más, serios
decrecimientos. Cada cubano puede hacer su propio
análisis. La realidad - no las cifras-
habla por sí sola.
Ahora bien, pueden tener una parte de la responsabilidad
algunas medidas punitivas internacionales en el
campo económico y comercial, pero luego
de analizar y responder las preguntas que emanan
de cada aspecto de la gobernabilidad, podemos
comprender que no todo, ni la mayor parte de nuestros
problemas son responsabilidad de otros, sino que
son de nuestra total responsabilidad. Dependen
de la forma de administrar nuestros recursos,
de la forma en que se ha dirigido y centralizado
nuestra economía, de la forma en que se
ha contabilizado o, incluso en una etapa, de la
eliminación de toda contabilidad. Nuestros
problemas dependen del modelo económico
y de la cerrazón de nuestras finanzas.
Dependen de las prioridades de la guerra o de
la batalla de ideas. Dependen del estilo de ordeno
y mando y de la indefensión del ciudadano.
Dependen de la desastrosa incultura del no-trabajo
en serio y del no-te-pago suficiente. Depende
del tipo de propiedad estatal-de-nadie y de la
restricción casi universal de la propiedad
pública y de la propiedad privada.
Hasta hace un tiempo en Cuba intentábamos
explicarnos todos estos problemas de forma aislada
o sectorial, decíamos, por ejemplo, es
culpa del embargo o bloqueo, o es problema del
precio del petróleo en el mercado mundial.
Decíamos por ejemplo es culpa del funcionario
tal o de la falta de organización de la
empresa o el ministerio tal. Cada etapa de estos
últimos 50 años ha tenido su justificación
o se la hemos buscado o inventado. Pero ha llegado
un tiempo en nuestro país en que nos damos
cuenta que se trata de un problema de gobernabilidad
democrática, si nos atenemos a las normas
y los criterios que firmó nuestro propio
país en la Cumbre de Viña del Mar
y si nos atenemos a los criterios evaluativos
aprobados por los organismos internacionales a
los que Cuba pertenece. Incluso, hace unas semanas,
fue publicado en uno de nuestros diarios nacionales
un extenso artículo sobre este tema de
la gobernabilidad. Sólo sería necesario
aplicar a nuestra propia realidad nacional lo
que el periodista con minuciosa precisión
aplica al resto del mundo.
Pero, tenemos igualmente que decirlo, el problema
de Cuba no es sólo de gobernabilidad democrática,
sino es también una falta de gobernanza
por parte de cada uno de nosotros los ciudadanos.
Cada pueblo tiene y alcanza, aquello y sólo
aquello, que es capaz de construir con sus propias
manos, con su inteligencia y voluntad, con su
trabajo y su conciencia, con su subjetividad y
su alma. Todo lo demás es quimera, engaño
o subsidio.
Si por gobernanza entendemos la capacidad de autogestión
de los ciudadanos y de los grupos y organizaciones
de la sociedad civil, entonces debemos reconocer
que responsabilizar sólo al Estado por
los problemas de gobernabilidad es ser parciales
o ingenuos.
En efecto, sin la gobernanza de los ciudadanos
no habrá nunca verdadera gobernabilidad
democrática. Los pueblos se hacen ingobernables
también cuando los ciudadanos no saben
cómo gestionarse su propia vida; o no pueden
gestionársela por falta de libertad y responsabilidad;
o no pueden llegar a influir en las decisiones
de su propio Estado y permanecen, indefensos pero
también inmóviles, a merced de cada
medida y de cada decreto, de cada alza de precios
o de cada medida coercitiva.
Tenemos la convicción y la certeza de
que los cubanos podemos y tenemos la capacidad
de poder reconstruir nuestra propia gobernanza.
Sólo se necesita el indispensable espacio
de libertad y un mínimo de empoderamiento
mediante una sistemática educación
ética, cívica y política
que permita elevar nuestra autoestima y entrenar
nuestra autogestión. Esto es una auténtica
educación liberadora y participativa.
Pero, para empezar, sería bueno, hacer
hoy lo que usted y nosotros estamos dejando para
hacer mañana y asumir por nosotros mismos
y con nuestra propia responsabilidad aquello que
hay que cambiar y que hemos estado esperando a
que venga desde afuera o desde arriba: gobernabilidad
y gobernanza o lo que es lo mismo, libertad y
responsabilidad.
Pinar del Río, 28 de
enero de 2005
Revista Vitral No. 65 * año XI * enero-febrero
de 2005
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