La odisea
Sobrevivieron un doble naufragio
y la furia del océano
By Yolanda González. Diario
La Estrella, Texas, 12 de abril de 2005.
DALLAS - Ver una franja de tierra firme y luces
en el horizonte, después de 59 días
perdidos en medio del océano, puso eufóricos
a los seis sobrevivientes cubanos.
En esa embarcación no solamente se compartió
durante dos meses el hambre y la sed sino llantos,
desesperación, delirio, oraciones y hasta
intenciones de suicidio, violencia, rapiña
y enfermedad.
Todo lo anterior aunado al vaivén interminable
provocado por el alto oleaje y los vientos del
huracán Charlie y de la tormenta tropical
Bonnie que los desviaron mar adentro hacia el
Golfo de México.
Así lo hicieron constar los seis exiliados
cubanos en testimonios iniciales otorgados a la
Guardia Costera, la Oficina de Inmigración
y Aduanas (ICE) y el FBI.
Zarparon de Manzanillo, primera parada
Su salida de Cuba se dio la madrugada del 26
de junio del 2004, cuando cinco hombres y una
mujer decidieron partir del puerto de Manzanillo
en un bote rústico que compraron a un pescador
local.
Los pasajeros eran Atilania Magaly Araujo Cruz,
una bibliotecaria; Miguel Díaz Cangas,
carpintero y mecánico; Aldo Mesa Díaz,
un soldador; Zeidel Rivero, de oficio cocinero;
Orlando Requejo Pupo, un mecánico de bicicletas
y Luis Estrada Sánchez, empleado de una
tienda "dolarizada" en Cuba.
Rolando Pérez Rivero, un mecánico
de refrigeración, se les unió en
las Islas Caymán.
Desde que salieron del puerto cubano, Estrada,
el séptimo pasajero desaparecido en el
trayecto, se proclamó capitán del
navío debido a que poseía una credencial
de pesca.
Estrada trabajaba en una tienda para turistas,
lo que le permitía obtener parte de su
salario en dólares y acceso a un mejor
nivel de vida.
A tres días de su salida, poco antes de
llegar a las Islas Caymán, se dañó
el motor de la frágil lancha, lo que la
imposibilitó para continuar el viaje.
En el lugar, se vieron obligados a comprar un
nuevo barco de 18 pies de largo con 5,000 dólares
que envió desde Nueva Jersey el hermano
del balsero Díaz Cangas.
También a Araujo se le depositaron 1,000
dólares de su familia residente en Miami.
Abastecidos con alimentos y gasolina para 2 ó
3 días, así como de un sistema de
localización geográfica (GPS) zarparon
de las Islas Caymán con destino a Cozumel,
México, pero ya con Pérez Rivero
a bordo.
No contaron con el cambiante clima de la temporada
ciclónica en el Mar Caribe que repentinamente
los enfrentó con inmensas olas y vientos
provocados por el huracán Charlie y la
tormenta tropical Bonnie que arrastraron al bote
mar adentro en el Golfo de México.
La embarcación perdió el rumbo
y se mantuvo a la deriva por otros 50 días
más, en los que tuvieron que comer lo que
encontraran flotando en el mar y hasta bebiendo
sus orines.
Algunas veces la sed llegó a ser tan insoportable
que Zeidel Rivero llegó a ocasionarse heridas
en sus brazos para beber su propia sangre, indican
los relatos en las averiguaciones.
Para comer, recogían algas que traían
diminutos camarones enredados, pescados y a veces
iguanas que por la necesidad de cocinarlos, tuvieron
que desmantelar parte del motor. Habilitaron también
las velas del bote para recolectar agua de la
lluvia.
Pasaban los días y el cuadro en la embarcación
no aparecía muy prometedor.
Mesa Díaz, delirante a lo largo del viaje
habló de suicidarse enredándose
el ancla al cuello para tirarse al mar; el mismo
Mesa Díaz se rehusó a remar argumentando
padecer cáncer terminal; Araujo se mantuvo
vomitando, mareada y sedada con meprobamato y
Estrada sufría frecuentes ataques de llanto
aferrado a las fotografías de su madre
y su hija.
En esos largos días de confusión,
se suscitó la desaparición de Estrada,
el séptimo pasajero, quien aparentemente
se cayó del bote mientras cumplía
con su guardia nocturna, de acuerdo a unas versiones.
El misterio del séptimo pasajero
En el testimonio de Araujo, ella dice que despertó
al escuchar gritos en el bote y sus compañeros
le informaron que Estrada se había arrojado
al mar.
En su declaración señala que los
balseros le recalcaron varias veces esa versión.
Ella entonces le pidió a Requejo que saltara
al agua para intentar rescatarlo, pero éste
le respondió: "¿Está
loca?, está muy oscuro y las olas están
muy grandes".
Luego, Requejo volvió a preguntarle enfático
si había escuchado que Estrada se tiró
al agua.
En uno de los reportes de la Guardia Costera,
Araujo afirmó a los agentes que no creía
que alguno de los pasajeros a bordo pudiera haberlo
empujado al mar.
El incidente de la desaparición del séptimo
pasajero nunca volvió a ser abordado por
los balseros durante su travesía. Tampoco
lo comentaron a las autoridades directamente.
Los exiliados cubanos constataron que una vez
que Estrada estuvo ausente, Requejo destruyó
las fotos de la madre e hija del desaparecido
y arrojó sus pedacitos al mar.
También el testimonio de Araujo estableció
que al día siguiente de la desaparición
de Estrada, Requejo se posesionó de las
pertenencias del balsero desaparecido, incluida
su ropa, su reloj y dólares.
Por el reloj de Estrada que mostraba la fecha,
Araujo se enteró el 5 de agosto que era
su cumpleaños y trataron de festejarla
en el bote. La bibliotecaria cumplió 55
años de edad en la travesía.
Desde que se había acabado el suministro
de gasolina y comida, las tensiones habían
aumentado entre los pasajeros de la embarcación,
principalmente entre Requejo y Estrada.
Requejo siempre dudó de la pericia de
navegación de Estrada, con quien estaba
enojado porque desde que salieron de Cuba le advirtió
que la vida de todos estaba en sus manos. Estrada
reaccionó aislándose de los demás
en un extremo del bote durante el viaje.
Poco a poco, Requejo fue tomando el liderazgo
en el navío. Y también atemorizó
a los demás con un cuchillo que siempre
portaba, según los relatos.
Mesa Díaz, de hecho, acusó a Requejo
ante los agentes del ICE de haberlo apuñalado
en el cuello y los brazos durante una trifulca
en el bote. Las fotos de las huellas de esas agresiones
constan en las investigaciones.
Y no sólo eso. También lo culpó
de haber empujado a Estrada al mar.
A la fecha Requejo sigue rechazando haber empujado
a Estrada. En una carta dirigida a su hermana
Walquiria y a su abogado, Joel David Vera, Requejo
reitera que Estrada se cayó al mar, según
lo asentó desde el comienzo de la investigación.
Mesa Díaz y Requejo fueron acusados y
encarcelados juntos en Camagüey, Cuba, por
el robo de unas piernas de puerco de una compañía
de embutidos, lo que es castigado en Cuba con
años de prisión.
Requejo cumplió sólo cinco años
encerrado, de los 10 años de su sentencia,
debido a su buena conducta, informó su
tío Walfrido Rodríguez, residente
en Dallas.
El arribo a Texas
"Yo no podía desesperarme, me sentía
el líder moral del grupo y sólo
lloraba a solas en las noches y oraba más,
pero importaba más seguir dando aliento
a quienes iban perdiendo la esperanza de llegar
vivos a tierra", explicó Requejo en
el apartamento de su hermana en Dallas.
Ahí en esa entrevista, mostró un
diario donde escribió los detalles de la
travesía. El cuadernillo de unas 4 pulgadas
de alto, permaneció todo el viaje celosamente
cubierto en una bolsa de plástico para
que no se mojara.
Sin embargo, al revisarse la modesta bitácora,
no se encontró ninguna alusión ni
comentario sobre la desaparición de Estrada.
Tampoco se halló una línea que
aportara una pista en relación al desvanecimiento
del séptimo pasajero.
Poco antes de alcanzar las costas de Texas, los
náufragos encontraron una plataforma petrolera
de donde tomaron algunos comestibles, chalecos
salvavidas, directorios telefónicos y otros
artículos.
"Me sentí como un papelito en medio
del mar", describió Requejo en una
carta a su abogado y a su hermana Walquiria Requejo
desde su confinamiento.
Cuando detuvieron al grupo de cubanos a su llegada
a Corpus Christi, encontraron en posesión
de Requejo tres credenciales pertenecientes a
Estrada, una licencia de conducir, un carnet de
identidad cubana y una identificación como
miembro de la federación cubana de pesca
deportiva.
No se pierda la tercera y última
parte de este reportaje mañana miércoles
13 de abril.
Yolanda González
ygonzalez@diariolaestrella.com
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