SOCIEDAD
Un
día como todos en La Habana
Juan González Febles
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - La calle
Luz, en el tramo comprendido entre la calle Reyes
y la Calzada de Diez de Octubre, es una estampa
de miseria. De forma especial, el espacio entre
la calle Delicias y la calzada. Este es el espacio
de las ciudadelas, las casas de vecindad, los
solares. Viven muchos negros y mestizos. También
hay blancos, pero lo que no varía es la
miseria. Esa está garantizada para todos.
El pasado 25 de diciembre fue Navidad para todo
el mundo. Bueno, para casi todo. En la calle Luz
muchos no se enteraron. La recorrí en Navidad
para alcanzar un camello en la calzada. En Delicias,
un cartel pedía a los vecinos que cuidaran
su medio ambiente. Había niños y
perros jugando en la calle. Los recipientes plásticos
donados por la Generalitat de Cataluña
rebosaban de desperdicios.
En la acera, un negro calzado con las ya anacrónicas
chancletas de palo escuchaba música. Estaba
sentado en un taburete muy usado. El taburete
se apoyaba en la pared de madera azul que da entrada
al pasillo central del solar. El hombre tenía
los ojos cerrados, la cabeza blanca en canas.
No cabía duda de que era un viejo.
Escuchaba a Panchito Riset que entonaba una vieja
melodía. Era una canción de amor
de su época. Un cuartito acogedor que estaba
"igualito, como cuando te fuiste". Me
acerqué para oír la canción.
Conseguí entablar conversación con
el negro. Me dijo que la grabadora era un regalo
de su nieto. Lo dijo con el orgullo con que los
ancianos se refieren a sus nietos. Disfrutaba
del presente del nieto ausente y esto lo hacía
muy especial.
Era sólo un equipo de radio, reproductor
de CD y cassettes marca Aiwa. Me dijo que su nieto
se marchó a Chile y se lo regaló
junto con varios CD de música cubana de
los años cincuenta. Desde entonces se sentaba
en ese taburete a compartir la música.
Vivía solo desde que enviudó. O
al menos en esa soledad relativa de los que conviven
en un solar en La Habana.
Afirma que las mujeres de ahora no tienen comparación
con su difunta Corina. Es mejor seguir solo. El
"voltaje" está muy alto en la
calle. La cosa está mala. Le pregunto cómo
pasó la Nochebuena. Me responde con otra
pregunta: "¿Cuál Nochebuena,
cuál Navidad?" Afirma que la Navidad
se acabó porque el pueblo de Cuba perdió
la vergüenza.
Habla sin pensar bien en lo que dice. Se muere
de nostalgia por su Corina, por su nieto y por
la Navidad. Comparte la nostalgia de su música
con el pésimo hábito de ponerla
en el volumen más alto. No hay fecha más
triste que la Navidad. Es la energía especial
de un amor que lo llena todo con una dulce tristeza.
O quizás la Navidad habanera sea un día
como todos en La Habana. O quizás le falta
el amor que alegra la pobreza y la hace soportable.
Me alejo y lo dejo con Panchito Riset. Con el
cuartito limpio y sin miseria que le queda en
sus recuerdos. Con la Navidad, que a pesar de
sus reproches no ha muerto en su corazón.
El aire sopla más fresco que de costumbre.
Una triste esperanza y una piedad infinita por
esta gente, mi gente. Es el único capital
real de esta Navidad. En este día, como
todos en La Habana, seguimos aquí. Estamos
a la espera de que esto termine.
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