POLITICA
Elecciones 2005
Oscar Mario González, Grupo Decoro
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Esta primavera
promete ser bien sonada, pues a la batalla que
siempre libra el régimen para atenuar los
ecos de Ginebra en la Comisión de Derechos
Humanos se unirá la bulla provocada por
las elecciones a delegados a las asambleas municipales
del Poder Popular.
Curiosamente, en nuestras votaciones no sucede
nada de lo que ocurre y caracteriza a las elecciones
en todas partes del mundo. Como suele decirse
"en Cuba todo es una bolá distinta
y diferente".
Acá ningún candidato hace campaña
electoral; las elecciones transcurren con la mayor
tranquilidad del mundo y los que participan en
el conteo de votos son siempre los mismos, sin
que les importe un bledo los resultados del conteo.
Otro rasgo distintivo es que en el caso cubano
el voto es "voluntario", como el chino.
Es decir, si quieres vota y si quieres no lo haces.
En el primer caso has cumplido con un deber "revolucionario".
En el segundo caso has incumplido con tal deber,
que es como ganarse una "salación"
o como si "te partiera un rayo". Lo
digo con toda responsabilidad y con conocimiento
directo del asunto, ya que en 1992 fui expulsado
de mi centro de trabajo donde laboré como
ingeniero especialista por espacio de 25 años,
por abstenerme de participar en las elecciones,
o propiamente hablando, en la farsa electoral
de aquel entonces.
Por último, no podemos dejar de mencionar
la cacareada tesis de que en Cuba los delegados
de base son propuestos y elegidos por el pueblo,
directamente, en asambleas vecinales. Esto, dicho
así, es una verdad y una falacia al mismo
tiempo., Pero para entender tal dicotomía
es necesario conocer los hilos que tejen la realidad
totalitaria.
A pesar de que el pueblo propone y elige, como
el voto no es secreto, los vecinos tienden a levantar
la mano por el que mejor parado y acreditado esté
ante las autoridades, y por el que más
probabilidades tenga de ser elegido. "No
sea que el próximo delegado la coja con
uno".
A nadie se le ocurre proponer a un disidente
o votar a su favor en el supuesto caso de que
alguien se atreviera a proponerlo. La razón
es sencilla: si lo hago quedo marcado como simpatizante
de la disidencia. Quedo señalado, "embarretinado",
"en baja" o "con el picao malo".
Este año las votaciones son para nombrar
delegados a las asambleas municipales; algo así
como concejales y alcaldes. En tales casos el
tono de la algarabía es un tanto menor.
Pero como todo en el castrismo, tendrán
suficiente bulla y alboroto. Justo es decir que
el récord implantado en 2002 por el actual
convicto Sadan Husseim, del 100 por ciento a su
favor, no ha sido alcanzado en Cuba hasta el momento.
Así y todo, el 3 de enero, y por acuerdo
del Consejo de Estado, se hizo la convocatoria
electoral para el mes de abril. Al día
siguiente, el presidente del Consejo de Estado
designó a la comisión electoral.
Como para que todo quede entre familia, el presidente
de la comisión electoral es un ministro
del gobierno y alto dirigente del Partido Comunista:
Roberto Díaz Sotolongo. Pero también
el vicepresidente y los 15 vocales de la comisión,
todos ellos "compañeros" de confianza
y de una larga "trayectoria revolucionaria".
Ponerlos al frente de la tarea es como poner el
queso al cuidado del ratón. Tal vez aquí
esté uno de los argumentos más inconsistentes
y contradictorios de los sistemas electorales
totalitarios, y en particular el de Cuba.
Confieso que el sistema electoral castrista es
bien complejo y enmarañado. Cuando me adentro
en sus vericuetos, sus escondrijos resultan más
oscuros; sus veredas más sinuosas e inaccesibles.
No me apena confesarlo, pues al destacado abogado
y opositor Gómez Manzano, ex preso político
y firmante del documento "La Patria es de
todos", le oí decir que no entendía
bien el sistema electoral cubano. Si eso dijo
él, ¡qué quedará para
mí!
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