Cubazuela,
frente a la horma de sus zapatos
Por Armando Añel
Fidel Castro debe estar removiéndose en su
tumba abierta del Palacio de la Revolución, o de cualquiera
sea el sitio donde prefigura sus patéticas reflexiones. El
proyecto de reforma constitucional impulsado por Hugo Chávez
ha recibido un contundente rapapolvo en el referendo de este domingo
en Venezuela, y ello a pesar de las desiguales condiciones en las
que la oposición acudió a las urnas, de los desproporcionados
recursos financieros y mediáticos con los que el castrochavismo
intentó desarticular la opción del NO. Por ahora,
Venezuela aleja de sí el fantasma de un futuro totalitario.
Venezuela, Latinoamérica e incluso Cuba, porque esta victoria
de la sociedad civil venezolana podría desembocar también
en un triunfo, a mediano o largo plazo, de la democracia en la Isla.
Tras la derrota del principal aliado del castrismo,
este lunes los medios de prensa cubanos amanecían con la
boca abierta. Apenas una breve reseña de la catástrofe
chavista, en la que se resaltaba lo cerrado de la votación.
La nota del órgano oficial del partido comunista, Granma,
cerraba citando a Chávez, quien a pesar del hundimiento de
su reforma totalitaria aseguraba tras conocer los resultados: “Vamos
a alargar, ampliar y profundizar la perspectiva y contenido del
proceso de construcción de la Venezuela socialista, para
incrementar en lo posible la velocidad estratégica de los
cambios de una revolución en proceso de maduración”.
La que parece haber entrado en un proceso de maduración
es la sociedad venezolana, aupada por un movimiento estudiantil
que, de consolidarse tras la derrota del oficialismo, debería
asumir el liderazgo de una nueva oposición y continuar creciendo
estructural y políticamente. Ese parece ser el camino. Será
empujado por la juventud que el detritus castrochavista desaparezca
por la cloaca de la Historia. Desde siempre, los regímenes
totalitarios, sean de izquierda o derecha, comunistas, fascistas,
populistas, “bolivarianos”, han debido buena parte de
su efectividad política a su proyección mediática,
a su simbología. De manera que cuando tienen enfrente una
fuerza de choque de tan alto contenido mediático y/o simbólico
como la de la juventud en las calles, se encuentran con la horma
de sus zapatos.
No obstante, la victoria del referendo no debe ser
tomada a la ligera por las fuerzas democráticas en Venezuela.
A pesar de que por ahora Chávez no cuenta con una Constitución
a la medida para llevar adelante su proyecto fascista, dispone aún
de una ley habilitante con la que podría legislar, por la
vía de los decretos-ley, durante más de un año.
“Debemos estar alertas ante la posibilidad de que Chávez
imponga los cambios por una vía distinta, como, por ejemplo,
las leyes habilitantes”, ha advertido el general retirado
Raúl Isaías Baduel, ex ministro de Defensa y uno de
los principales valedores del NO en el referendo del domingo.
En cualquier caso, ¿qué va a ser del
castrismo si Chávez pierde el poder o si una conjunción
de factores provoca que su revolución “bolivariana”
recule o, parafraseando a Carlos Alberto Montaner, desemboque en
una suerte de régimen herbívoro, más interesado
en el bienestar de los venezolanos que en exportar un modelo político?
La muerte política de Chávez, unida a la muerte física
y política de su padre putativo, Fidel Castro, pudieran empujar
al neocastrismo, básicamente a sus estamentos más
pragmáticos, a buscar alternativas de gobierno funcionales
para Cuba. Pudieran alumbrar un Estado de Derecho en Cuba.
Cubazuela agoniza. Queda todo listo para celebrar
sus funerales.
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