SOCIEDAD
El carrito de los mandados
Oscar Mario González
LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - Luego
de la implantación de la libreta de racionamiento
en 1982 y la consiguiente necesidad de comprar
los alimentos un día determinado del mes,
se hizo necesario el carrito de los mandados.
Ya a mediados de los años setenta eran
necesarios por dos razones muy evidentes, aunque
tal vez no las únicas: algún aumento
en el volumen y variedad de los productos racionados
y el incremento del número de personas
conviviendo bajo un mismo techo debido al déficit
de vivienda.
Para entonces, luego de la luna de miel, la pareja
recién casada no iba para su apartamento
como siempre había ocurrido; ahora se quedaban
en el hogar paterno de uno de los dos cónyuges
en calidad de "agregados" hasta el día
en "que se presente algo". En todo esto
no puede obviarse la arribada de cubanos de la
zona más oriental del país, fenómeno
demográfico tal, que inspiró la
famosa canción de los Van Van "La
Habana no aguanta más".
Un carrito era tan útil que no pocos enamorados
se lo construían a la mujer codiciada como
maestra de amor y consideración. Era una
forma muy efectiva de doblegar la secular ojeriza
de las suegras hacia los yernos. Porque ya muchos
núcleos familiares tenían diez miembros
anotados en la libreta y algunos sobrepasaban
la veintena. Aún hoy, que la cuota se reduce
a cinco o seis productos, el carrito sigue siendo
tan beneficioso como antaño, pues para
un núcleo de cinco personas, entre el arroz
y el azúcar, son 60 libras de peso a transportar.
Al principio, los carritos los construía
el interesado, utilizando la colaboración
de alguien con habilidades y recursos, o con sus
propias manos. Eran tiempos en que los "buscavidas",
entonces llamados "bisneros", no abundaban
tanto como en el presente, pero a veces "cuadraba"
con el sindicato del centro laboral para que nos
"tirara un cabo" o nos diera una ayudita.
Los materiales básicos para su fabricación
consisten en madera, algunos clavos y las cuatro
ruedas. Esto último, por lo general, son
rodamientos y cajas de bolas a resolver en los
centros de trabajo. Algunos más dichosos
que trabajaban en talleres mecánicos o
se relacionaban con éstos, resolvían
mediante un "chivo" o trabajo particular
que le hacía un amigo operario en "horas
laborales" y con recursos del centro. A ello
solía corresponderse con otro favor, con
dinero, o tal vez con la simple gratitud. El cubano
ha demostrado que cuando aprieta el zapato y la
sangre amenaza con llegar al río, se activan
los mecanismos de solidaridad cuya más
perceptible expresión es la ayuda mutua
o el "toca toca" como bien se asegura
en el baile popularizado por Adalberto Álvarez.
Recientemente se vendieron unos carritos en
las tiendas dolarizadas al precio de 12 chavitos,
equivalentes a 288 pesos. Además de lo
inasequible para la mayoría de las familias,
quienes los compraron se lamentan porque las ruedas
plásticas se parten al andar por las calles
y aceras llenas de huecos, baches y rajaduras.
Parece que la mejor opción es mandarlos
a hacer al carpintero. Este, sin embargo, suele
carecer de las ruedas. También se habilitan
coches de niños en mal estado; inservibles
en cualquier lugar del planeta, pero sumamente
útiles aquí.
Sin dudas el carrito de los mandados sigue siendo
un fructífero aliado del fructífero
aliado del cubano en estos tiempos de muchas dificultades,
pocas alegrías y abundantes sufrimientos.
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