Seremos
como somos
Juan González Febles
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - El ministro de Relaciones
Exteriores de Cuba, Sr. Felipe Pérez Roque, concedió
una entrevista a la cadena noticiosa CNN y consiguió un éxito
rotundo. En este caso especial no hizo el ridículo. Esta
vez el ministro se preparó. No se trata de que no mintió,
lo hizo. Pero mintió con elegancia, como debe hacerlo un
canciller.
Digamos que la pasada comparecencia en La Habana,
ante la prensa nacional y la prensa acreditada, fue muy precipitada.
No hubo tiempo para preparar la escena adecuadamente. Pero debía
darse respuesta inmediata al Presidente de los Estados Unidos, llamado
en familia “el emperador”. Entonces le tocó a
Pérez Roque la ingrata tarea de hacer el ridículo
y lo hizo con el entusiasmo y convicción propios de los revolucionarios.
Cuando Pérez Roque fue nombrado canciller,
los medios cubanos divulgaron un comunicado en que se afirmaba que
el rasgo determinante por el que era elevado a esa condición,
era su capacidad para interpretar adecuadamente el pensamiento del
Comandante en Jefe. Eso bastó. ¿Para qué más?
Pérez Roque compareció ante CNN muy
bien vestido y comido, y respondió, entre otras, una pregunta
relacionada con la educación.
Le preguntaron sobre la demanda de reabrir la Universidad
Católica Santo Tomás de Villanueva (UCSTV). Respondió
que esto no era necesario y argumentó que más de un
sesenta y tanto por ciento de los jóvenes en Cuba estudian
en la Universidad.
Más adelante aclaró que no podía
permitirse al enemigo que formara cuadros para la “contrarrevolución”
en universidades norteamericanas’. Esto lo hizo para responder
al ofrecimiento de becas hecho por el presidente de los Estados
Unidos, y pasó por alto que en Cuba estudian jóvenes
norteamericanos a los que nadie molesta en su tierra por ello.
No dispongo de información sobre si en alguna
parte del mundo se le impide a algún joven, de esos que andan
por el mundo, con una camiseta con la imagen del guerrillero argentino
Ernesto Guevara, estudiar donde quiera y la carrera que más
se ajuste a su vocación.
Podría argumentarse que tales jóvenes
andan en camino de convertirse en frías y eficientes máquinas
de matar, en terroristas o en portadores de un odio letal hacia
lo diferente. A fin de cuentas, según el evangelio guevariano,
el odio es la fuerza propulsora para hacer la guerra revolucionaria,
y creo que en eso Guevara tuvo razón.
¿Puede concebirse un terrorista sin odio
y sin desprecio por la vida humana? ¿Se puede participar
en un mitin de repudio sin ser revolucionario?
Nadie desde la izquierda ha criticado todavía
los pronunciamientos (esta vez inteligentes) del canciller Pérez
Roque. Ni Pérez Esquivel, ni la Sra. Menchú, ni García
Márquez. Les comió la lengua el ratoncito.
Me quedé esperando por los pastores de carneros,
estilo Walker. Hay su diferencia entre las ovejas de Jesús
y los carneros del Comandante. Aunque ambos tengan pastores son
diferentes. Está el pastor de cayado y el pastor de calabozos.
Lo que pidieron los jóvenes liderados por Lovaina en Cuba,
(el principal promotor de la petición ciudadana por una universidad
católica) es el derecho a optar por el pastor de su preferencia.
No exactamente por el ya impuesto; el de calabozos.
Nadie desde la izquierda se ha dado cuenta que los
cubanos merecemos algo mejor. Digamos que el derecho a estudiar
sin discriminación en universidades para cubanos y no para
revolucionarios. Digamos que el derecho a estudiar en una universidad
católica, musulmana, luterana, contrarrevolucionaria o porque
no, hasta revolucionaria. Pero eso si, por elección y no
por compulsión.
A los niños en Cuba se les obliga a repetir:
“Pioneros por el comunismo; Seremos como el Ché”.
Cambiemos la fórmula y que cada niño en Cuba sea como
Dios quiera que sea. O como su papá, o como su abuelito.
A fin de cuentas, los hijos se parecen más
a su época que a sus padres. Esto es ya demasiado malo en
la Cuba actual. ¿Para qué agravarlo con más?
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