19 de noviembre de 2007
 
 
Crónica            
19 de noviembre de 2007

Nefasto, el cine y la identidad cultural

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Los miles de masoquistas que se deshidratan de satisfacción cada día en las salas de cine o frente a la pantalla de un televisor en Cuba, están de pláceme.

Y no porque les hayan anunciado la reposición número 2000 de filmes como La muerte de un burócrata, El hombre de Maisinicú o Juan Quinquín en Pueblo Mocho, sino por la visita a nuestro país del célebre chino Shin Shon Zhon.

Los cubanos, alejados por decreto de aquel úkase que nos llevó al aprendizaje del idioma ruso por radio, y a la indigestión cultural dado el consumo excesivo de películas purgantes de la talla de El Osito Misha se orinó en un tanque alemán, Katiuska la tetona descuartizó una escuadra teutona, y Los koljosianos sobrecumplieron el plan de un pepino por ruso en el país de los soviets, entre otras, ahora descubrimos nuestra ascendencia china.

Ante un fenómeno así, nada mejor que llenar los cuatro canales de la televisión cubana con una programación china, siempre que se respeten los espacios sádico-humorísticos de la Mesa Redonda, el Noticiero Nacional de Televisión y Lo mejor de TeleSur.

Para incrementar este proyecto cultural, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), y su similar de China (Tan Khan Xon), firmaron un convenio que incluyó una visita de asesoramiento del reputero cineasta.

Chin Chon Zhon, precedido de una hilarante fama por mostrar los componentes culturales que mulatizan a un chino o chinarizan a un cubano en filmes como Gruñidos y patadas en el tren de planchado de la calle Zanja, y sobre todo, El cerezo que se enamoró de una pendenciera en Shaolín, llegó a Cuba con muchas ideas y materiales para trabajar.

Cargado de kilómetros de cintas vírgenes y tablas señoronas para apuntalar las pocas salas que funcionan en el país, mientras llegan las bufandas, las alfombras, las proyecciones, las luces, los urinarios y otras boberías ausentes de nuestros cines, Chin Chon Zhon ha convocado un casting para realizar la cooproducción chino-cubana del filme El arroz frito y el plátano burro que se hizo mariquita, dignos exponentes de la fusión de ambas culturas.

Con un guión escrito a dos manos entre el isleño Cornelio Mente Fu y el pekinés Ta Tos Tao, Chi Cho Zhon se propone hacer un recorrido costumbrista que incluya la mandarria, el mamón, la lectura del Tao y la historia del bicitaxi, para demostrar que los cubanos desde hace cincuenta años llevamos un chino muerto sobre los hombros.

Plena de suspenso por causas de un apagón, falta de agua, rotura del proyector o insuficiencia en el presupuesto, El arroz frito y el plátano felipita, es una especie de cine dentro del cine, que a fuerza de meter una cajita dentro de otra cajita china empequeñece la trama hasta no quedar en na, sólo en un sueño.

Sin embargo, ya el público agradece este intento de sustituir el oso siberiano por el dragón de Shangai, la cortina de hierro por la Muralla China, así como las momias del Museo del Kremilin por los malandrines del Palacio del Pueblo, en Pekín.

Todos estamos felices con la avalancha de historias sobre perritas pekinesas, mandarines y culíes que nos llegan enlatados desde esa milenaria nación, como muestra innegable de que las perretas, los mamones y las nalgonas de nuestra isla, tienen más de chino que de carabalí.

Si miles de cubanos sufrieron un infarto de dicha ante las pantallas de cine y televisión por tantos vladimires y matriuskas, ahora reventará de felicidad 24 veces por segundo alimentado por tantos maosetunes y dragones.

Eso se los aseguro yo, Nefasto “El emperador”.

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