Negro y gris
Ramón Asensio
MADRID, España, junio, www.cubanet.org -Fueron cayendo poco a poco, como un goteo, las “medidas aperturistas” de Raúl Castro. Las iba administrando para que el efecto durara más tiempo, dosificándolas con sumo cuidado.
No, no era para evitar que alguien muriera del susto. Es que sabe muy bien que el pueblo cubano, mientras viva a la espera de nuevas noticias, no anda pensando en otras cosas. Por eso trataba de dilatar cuanto le fuera posible ese momento. Era una manera más de ganar tiempo.
Y los medios, sobre todo los de aquí, cada día nos traían un nuevo capítulo de lo que se vislumbraba como una interminable serie televisiva, donde el “bueno” de Raúl iba eliminando, una por una, las prohibiciones que el malvado Fidel había impuesto al sufrido pueblo. Y es que, para sorpresa de muchos, algunos de estos medios lo reflejaban como si realmente estuviéramos asistiendo a los cambios tan necesarios y esperados.
Primero dio permiso para comprar ordenadores, DVDs y microondas. Después para los teléfonos móviles y para que los cubanos pudieran tener acceso a los hoteles reservados para el turismo internacional.
Son tantas las prohibiciones en Cuba que había material para varios años. Lo interesante de todo esto es que parecía que nadie se había puesto a pensar quienes eran los que –nuevamente- tendrían derecho a beneficiarse de estas medidas.
Por supuesto que los mismos que desde hace medio siglo han disfrutado de lo que ha estado prohibido para el simple trabajador: la casta privilegiada de dirigentes y los hijos de papá. Ni siquiera muchos de los que reciben divisas desde el extranjero podían hacer frente a tanto gasto.
Se sacaron las cuentas y se demostró que el cubano de a pie necesitaría disponer de los ahorros de todo un año para comprar el DVD. Del televisor era mejor ni hablar. Y una noche en un hotel podía costar el salario de muchos meses de trabajo.
Con los móviles pasó otro tanto. Con seguridad nadie con un sueldo medio podría pagar la factura mensual de su teléfono. Además, en un país donde la mayoría de la población no tiene telefonía fija, ¿qué ventaja supone tener un teléfono móvil? Sin duda, se buscaba aplacar a la nueva generación. Y seguro lo conseguirían -al menos por un tiempo.
A mi tía Fina, que tiene 60 años, lo que le gustaría es poder tomar leche de vaca y comerse un buen bistec. ¡Qué teléfono móvil ni qué ocho cuartos...!
Fidel Castro lo pintó todo de negro y Raúl lo ofrecía gris... ¡Viva Raúl! Una estrategia muy usada para aparentar que la situación mejora.
Pero el panorama se ha tornado sombrío –más si cabe- y las esperanzas de la gente vuelven a esfumarse. Más restricciones, más represión... Se vaticinan peores tiempos.
Mas, aunque parezca increíble, todavía se alzan voces que celebran el curso de los acontecimientos en la Isla y quieren convencernos de que se han logrado avances con el nuevo dictador. Sin ir más lejos, hace dos días el Sr. Juan Pablo de Laiglesia, Secretario de Estado español para Iberoamérica, ha manifestado que la política del gobierno socialista hacia La Habana es la correcta y prueba de ello es que Madrid “se siente enormemente acompañado” por el resto de países latinoamericanos, por sus socios de la Unión Europea y por los Estados Unidos, a la vez que apoyó el “proceso de cambios” anunciado por Raúl Castro.
Justifican así el contubernio con la dictadura comunista pues no saben ya qué hacer para agradar a los verdugos del pueblo cubano. Para este señor, la situación ya no es negra; vamos mejorando, se ha vuelto gris.
Por otra parte, y continuando con los mensajes “aperturistas” del hermano menor, la actualidad cubana en los últimos días ha tenido como protagonista a la Dra. Hilda Molina. A esta señora, después de negársele durante 15 años el permiso para viajar a la Argentina donde tiene su familia -por orden, claro está, del Tiranosaurio Rex-, se le ha autorizado la salida de Cuba. No existe la más mínima duda de que la decisión ha sido del pequeño de los Castro y ésta, como era de esperar, le ha granjeado ya algún que otro comentario favorable. El primero de la misma Dra. Molina, que no albergaba la más mínima esperanza de reencontrarse con los suyos y que de pronto casi se olvida del calvario de su cautiverio.
Yo recuerdo aquella época de los continuos y prolongados apagones, cuando se anunciaban 4 horas sin fluido eléctrico. Si el servicio se restablecía a las 3 horas era posible oír una gran exclamación de júbilo y hasta aplausos. Era tanta la alegría que de las 3 horas a oscuras ya nadie volvía a acordarse. Para el régimen, la teoría del negro y el gris sigue funcionando a las mil maravillas. ¡Qué pena!
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