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10 de marzo de 2009
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Patrimonio nacional

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Ignoro el período de tiempo necesario para declarar un objeto, edificación o conjunto como bienes culturales, monumento o patrimonio nacional. Eso lo deben conocer con certeza los museólogos.

Pero hay un objeto confeccionado con papel, tinta y cartulina aparecido en la vida de los cubanos desde hace unos 45 años que mantiene su vigencia e importancia, aún en su paso hacia su aniversario cincuenta, y podría merecer que lo tengan en cuenta para categorizarlo.

Si usted no ha adivinado aún, agregaré algunos datos más precisos. Sus páginas están llenas de celdillas que sirven para hacer anotaciones y para muchos cubanos es más importante que el carné de identidad. Incluso, hace unos 20 o 30 años era más decisiva la presentación de ese documento para muchos trámites legales.

¿Aún no adivina? ¿Se da por vencido?  Aguarde un momento para hacerle una confesión sin par e íntima. Simplemente, nunca he entendido eso de las anotaciones. Siempre me pierdo cuando la hojeo para ver si me anotaron los espaguetis, la galleta o la sal. Por otra parte, la lectura de esos datos me obliga a ponerme los espejuelos y tengo la mala costumbre de salir sin ellos cuando la voy a usar.

Seguramente, ahora  sí, adivinó el objeto del que hablo: es la libreta de abastecimiento. En otros países la llaman cartilla de racionamiento. Sin embargo, en la cubierta de la libreta dice lo siguiente: Control de ventas para productos alimenticios. Cada libreta tiene un número, la mía es la 0217575, y para mantener la relevancia del carné de identidad anuncia también que la libreta no constituye un documento de identificación.

En el reverso de la cubierta tiene el nombre del jefe de núcleo familiar y el código de la bodega donde compramos los víveres de la cuota mensual y el código de la OFICODA (Oficina de registro de consumidores). De paso, permítanme aclararles que la OFICODA,  con tantos años como la libreta de abastecimiento, es una entidad endémica del país. No existe en ningún otro lugar del mundo. Es puro invento socialista cubano.

La libreta actual tiene 20 páginas, 13,5 centímetros de largo por 8,5 centímetros de ancho. En ellas, el bodeguero anota en la sección correspondiente los alimentos que adquirimos. Una vez anotados, los marca en una hoja foliada vertical llamada (no sé por qué) torpedo, que guarda el establecimiento.

En las páginas de la libreta se anotan, desde el combustible que se usa para cocinar, en la página 2, hasta los productos agrícolas, en la página 20. En la libreta perteneciente a mi núcleo, la página dedicada al control de leche por cuota siempre está en blanco porque no tengo derecho a comprar leche de vaca. En Cuba, la fresca solamente la pueden comprar los núcleos familiares que tengan niños de 0 a 7 años. De 7 a 13 años, tienen derecho a comprar yogurt de soya. De esta edad en adelante, lúchela y páguela  a cómo pueda si quiere desayunar como Dios manda.

Otra página casi subutilizada en la práctica es la de los productos cárnicos. En lo que va de año ya hay dos anotaciones por picadillo de soya y una por pollo. ¡No piense en un pollo de cuatro o cinco libras con alitas, dos mulos y pechuga! ¡Eso son hábitos capitalistas!

El pollo distribuido por la cuota de racionamiento consta de muslo y encuentro únicamente. El resto del pollo se perdió en las contiendas anti imperialistas. Para encontrar un pollo entero hay que ir a una shopping, donde lo venden a $2,65 el kilo.
Otra sección vacía e inútil es la que reza Productos para fiesta. No sé cuál fiesta, porque no hay ánimo para tanto. Me aclaran que es para cake de cumpleaños y pan de bocaditos, lo que tampoco me toca porque hace rato que cumplí los 15. De todas formas, los niños tienen derecho hasta los 12 años a su tarta de aniversario anual y 30 panecillos de bocaditos de 50 gramos. Si el día del festejo se le cuelan más de 30 personas, ya usted sabe, revive el milagro de  los panes y los peces, divide el panecito y echa menos pasta de bocadito.

Además, tiene las  hojas verticales donde apuntan los víveres que compra cada mes, como arroz, azúcar, sal, granos, aceite, jabón de lavar, de baño, crema dental, pastas, cigarros. De esta serie, en enero no me vendieron jabón de baño ni pasta dental. En febrero apareció la pasta dental, pero el jabón de baño quedó como la serie policiaca de la TV, Sin rastro.

Quizás usted piense que esto es un relato de ficción. Por eso envío testimonio gráfico. Quizás, la UNESCO se embulle y declare a la libreta patrimonio mundial. ¡Caballeros, cómo está la cultura en mi país!

 

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Fotos de Nury A. Rodríguez
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