Turi y Cucú en el exilio con diamantes

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Me hace sentir vergüenza ajena la suspendida actuación de Cucú Diamantes en Union City, New Jersey. Más allá de los ingenuos y tímidos mensajes casi subliminales de Juanes, Miguel Bosé y Olga Tañón, la presencia de la cantante cubano-americana en la Plaza de la Revolución fue una de las pocas señales reales a favor del cambio y la reconciliación.  

Cucú, cubana de allá emocionada de estar acá, sexy, con gestos de Arroyo Naranjo y estribillos de Los Van Van; cantante pos-diáspora (Párraga-Miami-New York) para el pos-totalitarismo.  

Era de esperar la represalia. Los perdedores del concierto Paz sin Fronteras, los atizadores de odios de acá y de allá, ya empiezan a pasar la cuenta en una orilla a los que vinieron, y en la otra, a los que se opusieron a que vinieran. 

En Union City le suspenden la función a Cucú Diamantes. En La Habana, el periódico Granma saca los trapos sucios al músico Arturo Sandoval por haberse opuesto ferviente y exageradamente al concierto en la Plaza. Mucho interés tendrían en la vendetta contra el mejor de los trompetistas cubanos cuando dedicaron dos artículos en su contra, uno de ellos de Pedro de la Hoz (y el martillo) a página completa, el 25 de septiembre.

Lo paradójico del asunto es que el más sucio de los trapos que le sacan a Sandoval es haber militado en el Partido Comunista de Cuba. Para rematar, sacaron una olvidada foto donde aparecen Sandoval y Dizzy Gillespie con el mismísimo Fidel Castro. Los tres distendidos y sonrientes. El problema es que en un programa de la TV de Miami a Sandoval se le fue la mano, y afirmó que en Cuba había sido discriminado, perseguido y hasta encarcelado. Olvidó Turi a qué clase de matreros se enfrentaba. 

Me da pena por Cucú y por Sandoval. Con ella, porque en cierta forma no ha dejado de ser una muchacha como las que veo por las aceras de mi barrio, buscando un burrito o un avioncito “que las lleve, que las lleve” a cualquier parte. Con él, porque aún es mi trompetista favorito y añoro volver a oírlo tocar en vivo Cuando un amigo se va, Veinte años, o la María de West Side Story que nadie toca como él.  

Ojala los artistas fueran definitivamente inmunes a los martillazos y las aplanadoras, los policías disfrazados, las prohibiciones y las puñaladas traperas del periódico Granma. De cualquier modo, nada es para siempre. Menos que ninguna otra cosa, los odios.

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