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Introducción

Sobre el autor

Capítulo XVIII


Dolor, dolor, cómo duele la cabeza. Emborracharse es una de las tantas maneras de comer mierda. Te embriagas creyendo que resolverás los problemas que tienes y que si no los resuelves por lo menos los olvidas, y es la gran berracada. Al otro día, además de sentirte pésimamente mal, los problemas están en el mismo lugar. No hay medicinas para las inconformidades interiores del hombre. Sólo el tiempo, en su jodida manía de irse, arregla las heridas invisibles del pensamiento, dejando tras de sí un mapa de cicatrices indelebles.

Coño, qué dolor, qué dolor de cabeza. Ganas de vomitar. Tengo el estómago hecho un pleito de gatos. Si Zaira estuviera aquí me herviría una de esas infusiones que aprendió de su abuela y en menos de dos horas mi salud sería de hierro. Zaira, hija de puta, ¿será verdad que, como la juventud, te fuiste para no volver?

Capítulo Diescisiete

Capítulo Diecinueve





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