centro
Introducción

Sobre el autor


Capítulo XXXVI


Cuando las pompas individuales de los labriegos explotaron y las pastoras ascendieron hacia la nube donde un mendigo alfombraba con besos tiernos los pasos de Penélope, en el mundo la gente empezó a unirse por convenios para ahuyentar la soledad. Las palabras cobraron un gran valor y la vida se decidía a partir de firmas y rupturas de contratos en los que nada importaba la suerte de la próxima pisada de la Troyana sobre el relámpago detenido entre dos nubes.

Todo resultaba más simple así. Se acarreó una justificación filosófica para cada acierto o descalabro y aparecieron las más disimiles y controvertidas posiciones. Y como todo radicaba en aceptar las condiciones negociables del otro, según sus corrientes justificativas, nada era más fácil que conveniar la antisoledad que en el fondo era una soledad acompañada y abrumadora, que en los más de los casos concluía con una fría imitación de gran tragedia.

A una señora le hacía falta un hijo a la medida de sus manías y elegía a su Adonis, pero sabía que la convivencia acuchillaba hasta la belleza misma. Y entonces lo conveniaba absolutamente para la noche de su ovulación y aseguraba así al Adonis creado en su vientre, que más tarde sería solicitado por otra señora con las mismas añoranzas. Un señor muy sabio, que por sabio sabía los contratiempos que supone la compañía prolongada, y confiado en que sus anhelos serían los predominantes, contrataba una bella y tonta mujer que le sirviera de fregona y de probeta y así garantizaba el crecimiento feliz de un niño predestinado para sabio.

El apolíneo resultado de la señora a la que hacía falta un hijo aprendió velozmente el intríngulis desde los primeros elogios que recibiera de las amigas de su madre. Asistió a una escuela de pobres y fue exaltado por cuanta Galinda le rozara. Como era un desheredado de la fortuna, firmó papeles con la abuela de su mejor amigo, quien estuvo al borde del suicidio, hasta darse cuenta de que la anciana también tenía derecho aún en contra de los berridos, perretas y desfallecimientos de su madre, las acerbas recriminaciones de sus contemporáneos y las infatigables persecuciones de sus admiradoras. Pero vivió en un castillo rodeado por cientos de criados y estatuas que la abuelita de su condiscípulo mandó a esculpir para eternizar la belleza de su conquista ya en la senectud.

El bebé probeta de la fregona resultó tan inteligente que descubrió el modo perfecto de asesinar a su padre para que pagara con su riqueza todos los padecimientos que le había impuesto a su madre a lo largo de 20 años de servidumbre y acatamiento. Una noche de ésas en que la niebla es densa y los perros aúllan como llamando al lobo antiguo extraviado en su sangre como en las películas de horror, mientras su padre hacía el amor con una mucama recién contratada despertó a su madre, depositó en sus manos una granada y la condujo al aposento donde el señor sabio cadereaba sobre la criada como el más montaraz de los gorilas. Cerró la puerta con un pestillo exterior y segundos después de la detonación que lo dejara huérfano de padre y madre, llamó con voz temblorosa a los alguaciles desde la localidad.

Se divertían los conveniadores. Los valores morales de las generaciones anteriores, por retrógrados, carcelarios, impedidores, eran sustituidos por una nueva ética más sustentada filosóficamente y se enyuntaban o separaban según el concepto más famoso de la época, la conveniencia. La pareja no resultó. "Teodoro me anulaba, me privaba de la libertad necesaria". La pareja no resultó. "Pandora era feminista". El negocio no resultó. "Lucrecio era mi amigo desde la infancia, pero era un tecnócrata". La amistad no resultó. "Benigno era un egoísta".

La tolerancia la emprendió a patadas contra las paredes de la pompa de los convenios y ayudada por las notas del Niño del Pífano consiguió derrumbarla en la noche de las explosiones y escapar despavorida hacia donde la equilibrista sujetaba la pértiga de nuevo, para que no se le cayera con los embates a que era sometido Enmanuel en cada explosión de un mundo que le cambiaría para siempre la mirada.


Capítulo Treinta y Cinco

Capítulo Treinta y Siete




SECCIONES EN CUBANET

prensa independiente . prensa internacional . news . prensa oficial . centro
búsquedas . archivos . suscripciones . cartas . debates . opiniones . documentos
cuba fotos . pinturas . anillas de tabaco . enlaces . correo electrónico
agro-cooperativas . bibliotecas independientes . movimiento sindical independiente

CubaNet