centro
Introducción

Sobre el autor

Capítulo XLIX


Frente a mí. Hablo para mí. Cocino para mí. Escribo para mí. Sueño conmigo cayéndome por un precipicio. Zaira me llama desde el borde de la barranca cuando voy descendiendo. Oigo su voz, pero no puedo responderle. El grito de miedo tampoco me sale en el horror de la caída. Pero siempre me despierto antes de llegar al fondo del hueco negro que es el precipicio. Cuando me despierto, sigo hablando conmigo. Aquí no tengo a nadie más para conversar. Sí, sí tengo, pero no me gusta hablar con él. Es despiadado, se burla de mí, me ofende, me obliga a pensar cosas que no quiero. Me pinta con su lengua ardiente. Qué diablo más hijo'e puta me ha tocado. Dice que es mi alter ego, que yo soy así, que no me haga, que él me conoce bien. El alter ego, coño, eso es, un hombre que se faja con su conciencia porque se ha quedado sin asidero en la vida, porque todos los mitos con que ha vivido se le han derrumbado y no le da valor, crédito, a nada. Nada para él vale la pena. Piensa que todos los valores no son más que falacias, que no vale la pena vivir por ninguno de ellos.

Eso es. Por ahí hay que enfilar. Hace falta ahora poder corporizar el alter ego de ese hombre, hacerlo de carne y hueso.

"Pero tiene que ser implacable. Como yo", me dice mi diablo.

"Vete al carajo", le digo. "Déjame pensar".

"No hay nada que pensar. Tú eres un amanuense de la música universal. Lo que tienes que hacer es copiar los dictados. Vamos, arranca, cabrón".

Si lo pudiera coger le retorcería el pescuezo. Pero no sé dónde está. Lo oigo, pero no sé desde dónde me habla. Se esconde.

"Sal, mariconzón. Déjate ver. No seas pendejo".

Pero no da la cara, y me sigue mortificando. Cualquiera que me viera pensaría que estoy loco. No es que hable solo, es que este cabrón no se deja ver, y aunque sea tengo que contestarle, ¿no?

"Diablo de mierda. Si hubiera una bolsa de permutas como las de las casas, yo cambiaría este diablo aunque fuera por una ladilla. Que joden, pero no tanto".

"Jodo, ¿no? Si no fuera por mí no tendrías ni con quién hablar".

Me siento frente a la máquina. Lo ignoro. Trato de quedarme en blanco, sin pensar. Sólo frases, fragmentos de ideas, es lo que me llega. Un silencio gordo. Las manos se me van solas. No pienso. Dejo fluir la locura. El Niño del Pifano me sonríe, y ya no sé nada más.

Capítulo Cuarenta y Ocho

Capítulo Cincuenta





SECCIONES EN CUBANET

...... NOTICIAS ...... Prensa Independiente | Prensa Internacional | Prensa Gubernamental ......
...... BUSQUEDAS ...... Archivos | Búsquedas | Enlaces ......
...... INDEPENDIENTES ...... Cooperativas Agrícolas | Movimiento Sindical | Bibliotecas | MCL | Ayuno ......
...... DEL LECTOR ...... Cartas | Debate | Opinión ......
...... CULTURA ...... Artes Plásticas | Fotos de Cuba | Anillas de Tabaco ......
...... CUBANET ...... Semanario | Quiénes Somos | Informe 1998 | Correo Eléctronico ......
...... OTROS IDIOMAS ...... Inglés | Alemán | Francés ......