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Un abogado cuerdo
René Gómez Manzano

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - En las últimas semanas, la opinión pública nacional e internacional ha estado pendiente del caso del abogado Juan Juan Almeida, hijo del héroe revolucionario del mismo nombre, fallecido el pasado septiembre.

El conocido jurista cubano se encuentra gravemente enfermo, pues se le ha diagnosticado espondilitis anquilosante. La “potencia médica” no es capaz de curar esa seria afección, pero existen fundadas esperanzas de que Juan Juan, al igual que Ariel Sigler, pueda curarse fuera del país.

Pero quienes en Cuba pueden resolver el problema, no quieren permitir el viaje de Almeida García. También él ha tenido que escuchar la frase que he oído más de una vez: “Por el momento usted no está autorizado a viajar”.

Lo cual, en este caso, significa que alguien, cómodamente sentado en su oficina, decide sobre la salud, la posible invalidez y aun la muerte de otra persona. Ni lo curan ni quieren permitir que otros lo hagan: una nueva versión del perro del hortelano.

Pero hay un conocido refrán: “Hijo de gato caza ratón”. Si en sus años mozos Juan Almeida Bosque arrostró los peligros de la muerte y la tortura por aquello que creía justo, ahora su hijo Juan Juan no está dispuesto a admitir que lo despojen del derecho humano de salir de cualquier país, incluso del propio.

El abogado independiente ha usado las formas de protesta pacífica que han estado a su alcance: la más conocida es la que recoge un video en el que aparece parado en medio de la calle, en la céntrica esquina de 23 y L, con un cartel que proclama: “Estoy en huelga de hambre. Reclamo mis derechos”.

También ha protagonizado, desde el 15 de junio, un ayuno que le ha hecho bajar decenas de libras. Después que su salud se empeoró notablemente por ese motivo, fue ingresado en el hospital Fajardo.

Pero hay un importante detalle: no fue internado en una sala de terapia intensiva o intermedia, en dependencia de su mayor o menor gravedad. Contra todo pronóstico razonable, fue conducido a la sala de psiquiatría.

Esta actuación debe servir como llamado de alerta a todas las personas de buena voluntad. ¿Qué se pretende con ese ingreso en un centro para dementes? ¿Estarán pensando en sacar del camino por esa vía al incómodo jurisconsulto?

No podemos olvidar que el comunismo internacional tiene amplia experiencia en el uso de esa rama de la medicina como instrumento represivo. Son conocidísimos los internamientos de disidentes en manicomios en la antigua Unión Soviética.

¿Pretenden acaso “demostrar” que el hijo de un dirigente destacado tiene que estar loco para querer viajar al extranjero? Se sabe que entre los muchos que han optado por expatriarse se cuentan los vástagos de líderes de máximo nivel, comenzando por la hija natural de Fidel Castro y un retoño del comandante Ramiro Valdés.

En realidad, dada la catástrofe de Cuba, los dementes habría que buscarlos entre los que hemos optado por permanecer en nuestra Isla enfrentándonos al régimen totalitario. Orates de primer orden serían —pues— los valientes compatriotas que, desde la cárcel, decidieron no salir de Cuba si son liberados: Oscar Elías Biscet, Arnaldo Ramos Lauzurique, Librado Linares y los demás.

En el ínterin, debemos permanecer al tanto del caso de Juan Juan Almeida: Él pretende hacer uso de un derecho inalienable, y los hombres de leyes conocemos el viejo apotegma romano: Quien hace uso de un derecho, no perjudica a nadie.