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Los tomates de la discordia 

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press 

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - De pillos estamos rodeados. Están en la base, en los enclaves del poder intermedio y en la alta jerarquía. Es un modo de vida, una filosofía que se cobija bajo la parafernalia patriotera, los anacronismos presentes en todas las instancias del estado y la politiquería en función de un delirante esquema de gobierno muy eficaz en hacer posible que cohabiten el dominio y la anarquía.

Desde el poder se insiste en la solidez de un discurso revolucionario que nada tiene en común con una sociedad totalmente divorciada de la disciplina, la educación formal y de puntuales preceptos éticos.

Cada vez es más ancha la brecha entre lo que ponen en perspectiva dirigentes y medios de comunicación, y los diversos planos de una realidad social con peligrosas muestras de conflictividad y enajenación.

La vieja fórmula de permitir- hasta cierto nivel- el concurso de las ilegalidades como elemento compensador del mal pagado empleo estatal, además de conseguir por esta vía generalizar el chantaje y con ello obtener el apoyo de los infractores, ya no arroja los resultados de antaño.

Tal práctica sometida a las pruebas del tiempo, ofrece hoy suficientes ejemplos para decretar una situación de emergencia. La profunda relajación de los mecanismos de control, el imparable avance de las corruptelas, el “camaleonismo” ideológico usado como forma de posesionarse en puestos trabajos más lucrativos, y con ello ampliar los márgenes de ganancia a través de métodos ilícitos, son apenas la punta del iceberg.

Para el que vive en Cuba o viene de visita, no es raro ser víctima de la estafa. Regularmente, al hacer una compra o recibir algún servicio se concreta el robo. Así transcurre la vida sin que existan las condiciones objetivas y subjetivas para solucionar este problema de vastas dimensiones. Con la misma disponibilidad con que aplaude en un acto de reafirmación revolucionaria, el estafador con fachada de carnicero, dependiente de agro mercado, o reparador de bicicletas, por solo citar tres oficios, lleva a cabo el despojo con inigualable destreza e impunidad.

No son sólo los salarios miserables lo que impulsa a los cubanos a convertirse en rateros profesionales. Hay toda una red de deficiencias económicas, sociales y hasta psicológicas que han contribuido a enraizar una mentalidad de golpear antes que te golpeen. El que prepara las estrategias para consumar el timo, supone que ya fue o va a ser timado. Es el perfil de una guerra de baja intensidad a escala nacional que da rienda suelta al descontrol y hace cada vez más difusas las fronteras entre la estabilidad y el caos.

Rolando Pérez Betancourt pudo evitar, hace unos días, la consumación de una estafa. Incluso publicó una pequeña crónica en el diario Granma revelando los pormenores de lo sucedido. Usualmente escribe críticas de cine en el órgano oficial del Partido Comunista, pero quiso ponerle letras a su indignación.

La dependiente de un mercado agropecuario trató de cobrarle 60 pesos por cuatro libras de tomate que estaban mal pesadas. Finalmente protestó y enmendaron la falta.
No sé de qué se asombra Pérez Betancourt. ¿Habrá olvidado donde vive?  ¿Aún no se ha enterado de que en Cuba no se roba, sino que se “resuelve” o se “lucha”?

Esos que él llama en el texto “aprovechados” y ladrones son una plaga que lejos de disminuir aumenta. En medio de todo es dichoso, porque puede pagar esa suma por dos kilogramos de tomate. Una fortuna. Para ser exactos, más de la quinta parte de las mensualidades de un trabajador promedio.

Rolando, tendrá sus razones para no estar convencido, pero a mí sí no me quedan dudas: ¡Esto es un desastre!

oliverajorge75@yahoo.com