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Parque El Curita

Oscar Mario González

LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - En la manzana urbana delimitada por las calles Águila, Galiano, Reina y Dragones, donde otrora estaba la conocida Plaza del Vapor, se levanta el parque erigido en honor a Sergio González, destacado luchador antibatistiano, jefe de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio que acaudillaba Fidel Castro. Ejemplo, no tan inusual, de seminarista que cambia la sotana y el crucifijo por el pistoletazo y la dinamita.

No caben dudas que el desarrollo normal de nuestra ciudad hubiese destinado tan céntrico lugar para un rascacielos de decenas de plantas. Pero la Revolución, que como cualquier otra no suelen contar con nadie ni rendir cuentas por nada, decidió destinar el área para un lugar de esparcimiento y recreación.

Siguiendo la tradición, el parque cuenta con una original glorieta en forma de cobertizo, con techo tripartito de forma circular cada uno, sostenidos por cuatro columnas de sección rectangular que se levantan sobre una plataforma de granito. En el centro un amplio paseo y hacia los lados, bordeando las calles aledañas, hileras de bancos de hormigón que forman una estructura sólida y homogénea; contra toda posibilidad de hurto ya que los anteriores fueron despojados de los asientos para utilizarlos como mesetas de cocinas.

A pesar de ser un lugar casi cincuentenario no cuenta con viejos árboles. Estos crecen raquíticos a pesar de que en el vecino Parque de la Fraternidad hay ejemplares de abundante fronda y en general la vegetación prospera. En nuestro caso los flamboyanes, almendros y cocoteros lucen desgajados y enclenques.

Hacia el extremo aledaño a la calle Galiano hay una fuente ociosa de cuyo surtidor en forma de bandejas nunca he visto brotar agua alguna. Algunos afirman que funcionó durante los tres primeros años posteriores al triunfo revolucionario pero que luego se robaron la bomba encargada de circular el líquido.

El lugar, cercano a las principales tiendas por departamentos, ofrece la ventaja de poseer un baño público del cual se sirven los numerosos transeúntes que van y vienen de compras.

Pero este sitio recreativo y esparcidor es famoso entre los habaneros por la preferencia que hacia él muestra la población travesti. La abundante presencia de éstos durante la noche le ha ganado el nombre de “Parque de los Travestis”. Nadie se explica las razones de la predilección pero allí concurren, por las noches, los representantes del travestismo sin que su presencia, normal, pacífica e inofensiva altere la vida cotidiana del sitio.

Aún y con todo la población travestida ha sufrido la represión policial y ha sido víctima de recogidas. Ellos insisten en el legítimo derecho al disfrute y esta persistencia continua pese a la ojeriza y animosidad de las autoridades. Según pude conocer, en la actualidad “la policía los ha dejado tranquilos”.

Durante el día, nada lo diferencia de otros parques vecinos como el de la Fraternidad o el Central. Consustancial con el régimen que nos gobierna y con la sociedad en que vivimos, durante el día y desde temprano en la mañana, los asientos se animan con la presencia de parejas de todas las edades, jóvenes, viejos y ancianos que comparten una caneca de ron casero: “azuquín”, “chispa e’tren” u otras variantes del alambique doméstico. Por la tarde “sube algo la parada” y algunos sacan su caneca de ron de las tiendas en divisas: Ronda, Legendario y Havana Club. “No hay más ná” dicen unos, mientras otros, más filósofos, aseguran que “hay que gozar porque la vida es corta y lo que se “vacile” es lo único que uno se lleva cuando lo manden a llamar de “allá”.

Pero por la noche el parque toma un acento farandulero; especialmente los fines de semana cuando los travestis hacen gala de sus dotes en aparentar las mejores señas del sexo opuesto, a la vista de los miembros de la temible Policía Nacional Revolucionaria, educada en el fundamentalismo revolucionario antagonista ideológico de cualquier forma de travestismo.