www.cubanet.org
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente y su autor.
 

Apeles de Cayo Hueso

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Si el célebre pintor griego Apeles (352-398 a.C) no hubiera nacido en  Colofón, isla de Cos, sino en Centro Habana, Cuba, de seguro no hubiera tenido argumentos para decir: “Zapatero a tus zapatos”. Y no porque el entrometido zapatero remendón rechazara de plano su trabajo de poner medias suelas, tapas, suelas para zapatos de hombre, plantillas de vestir y de monta, clavetear, fundir con saliva, o sustituir el pegamento con esparadrapo.

Tampoco debido al enmohecimiento de su chaveta, la ausencia de mango del martillo y el éxodo de las puntillas y la piel de las que, dicen, son reparadoras de calzado, pues no reparan nada.

Y mucho menos por trabajar en jaulas de cemento sin ningún tipo de ventilación, agua potable, urinarios, poca luz y mucha peste, como la ubicada en Neptuno entre Gervasio y Escobar. La negación a volver a sus zapatos estaría dada por la falta de materiales y el pobre equipamiento para trabajar que ofrece el Estado.

Pero en un país donde el precio más bajo de un par de zapatos de saltar baches, asistir a una fiesta, trabajar o emprender una marcha por los niños descalzos de Haití, cuesta el salario de un mes, resulta inevitable la presencia de un zapatero remendón.

Sin embargo, estos artistas del quita y pon tacones, a veces tienen que comprar a sobreprecio los productos con que trabajan a los encargados de suministrárselos como asignación estatal.

Aunque tampoco  se puede negar que cual rufianes de películas de gángsteres, esconden los materiales bajo cientos de zapatos mutilados, aprietan una suela entre los labios, y remedando a Marlon Brando en El Padrino, te dicen por un costado de la boca:

-Deja la tacañería, Paulie Gatto, la licencia para ejercer como zapatero remendón cuesta mucho.

Y cambiándose el chupa chupa de lugar, agregan con enojo:

-Te dije que no hay suela, se acabó, está en déficit, vuele mañana, el mes que viene. O, si no quieres continuar en peligro de tragarte una chiva o un charco por el hueco que tiene tu zapato, llégate a la otra esquina, pregunta por “bembón”, que soy yo, y tal vez pueda resolverle con unas pieles que me envió La chocha desde Bejucal.

Pero lo más significativo es que de no aceptar este maltrato y pagar la reparación diez veces por encima del precio oficial, tendrás que fajarte con unos de 300 pesos que venden los artesanos. Adquirir en la shopping unos zapatos “gallos sexuales” (por la rapidez con que se despegan) de 25 CUC, o comprar unos de 75, también en moneda dura, que pueden durar hasta un mes si no llueve o no caminas.

Así que nadie ose utilizar la frase dirigida por el griego Apeles  contra un curioso sabelotodo, sin antes visitar en Cayo Hueso a un zapatero remendón habanero.