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(Xabier Colás/El Mundo).- Han pasado treinta años de la catástrofe de la central de Chernóbil. La madrugada del 26 de abril de 1986 un aumento súbito de potencia en el reactor 4 produjo el sobrecalentamiento del núcleo, lo que provocó la explosión del hidrógeno acumulado en su interior. Fue el peor accidente nuclear de la historia. Miles de personas fueron evacuadas, contaminó amplias zonas de Ucrania, Rusia y Bielorrusia y sigue causando muertes por cáncer.
Hoy en el lugar de los hechos cada jornada comienza con un ajetreo similar al de antes de la catástrofe. Miles de operarios siguen acudiendo cada día a la central. Trabajan en el desmantelamiento definitivo de los reactores 1, 2 y 3, que siguieron activos y fueron desconectados en los años siguientes hasta dejar de funcionar en el año 2000. A unos cientos de metros otros se encargan del proyecto más delicado del país: sustituir el ‘sarcófago’ del reactor donde se produjo la explosión (el número 4) por una nueva cubierta.
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