LA HABANA, Cuba.- En el marco del recién concluido Festival de Ballet de La Habana, varios proyectos colaterales fueron programados con el fin de propiciar el intercambio de los bailarines cubanos con intérpretes y profesores de tendencias novedosas de la danza a nivel internacional.
Una de las propuestas más interesantes corrió a cargo de la compañía canadiense Kokoro Dance Theatre, integrada por Barbara Bourget y Jay Hirabayashi. Ambos bailarines se dedican a practicar y enseñar el Butoh, danza japonesa cuyo aprendizaje y ejecución ocuparon un taller de cuatro días en el seno de la compañía cubana de danza-teatro “Retazos”, dirigida por la coreógrafa Isabel Bustos.
El origen de la danza Butoh se remonta a la década de 1940, apenas concluida la Segunda Guerra Mundial. Según explicó Jay a CubaNet, “surgió como una respuesta de los artistas japoneses a la derrota”. Sin embargo, para los años sesenta el Butoh se había convertido en un arte de resistencia ante la invasión de la cultura occidental. Emergió como un movimiento de rechazo que derivó, paulatinamente, en una danza de expresión propia y nacional.
Pero más allá de sus orígenes al interior de una cultura milenaria y celosamente protegida, el Butoh se desmarcó de determinadas pautas sociales típicas de Japón, cuya tradición no defiende el brillo de la individualidad. Paradójicamente, el éxito internacional de esta danza ha radicado en la celebración del individuo y la posibilidad que propone a este de expresar, a través del cuerpo artístico en movimiento, su subjetividad y emoción.
El Butoh no persigue la exquisitez técnica, un aspecto de vital importancia para las danzas de Occidente; sino que busca dar vida a imágenes a través del lenguaje corporal. Se trata, según precisó Barbara, “de expresar estados de ánimo, emociones, las cualidades de los elementos naturales (…) Todo ello tiene un lugar en el Butoh. Es una danza de vida y muerte, es humanidad”.
Persiste la creencia de que las culturas asiáticas son abismalmente distintas de las tendencias occidentales, pero la danza Butoh mantiene intacto su significado, toda vez que su práctica en la actualidad insurge contra un mundo transformado en un vacío donde se hace cada más difícil hallar armonía. El Butoh promueve la regresión a un estadio en el cual el hombre podía hallar el camino hacia sí mismo.
Organizar un taller con bailarines cubanos fue calificado por los miembros de Kokoro Dance Theatre como una experiencia maravillosa. “A pesar de que solo tuvimos cuatro días, los estudiantes respondieron con honestidad y pureza”, reconoció Barbara, satisfecha y emocionada por haber avanzado un poco más en el propósito de fusionar la danza Butoh japonesa con la cultura occidental.
Para una institución tan sedentaria como “Retazos”, que necesita esforzarse al máximo en cuestiones de dramaturgia si pretende asumir el trabajo de una verdadera compañía de danza-teatro, el intercambio fue doblemente enriquecedor: artística y vitalmente.
El bailarín Lázaro Alejandro Batista explicó a CubaNet cuán difícil resultó sumergirse en la filosofía y cosmovisión inherentes a la cultura nipona; pero también subrayó el inmenso reto que supuso para la nómina de Retazos conciliar las visiones que, sobre el arte danzario, poseen Jay y Barbara. Mientras el consumado coreógrafo pretendía alcanzar un estado zen a través de la danza, ella se mostraba incendiaria y visceral.
“Es un sistema de trabajo completamente distinto. Para lograr el resultado preferí estudiar los conceptos de ambos coreógrafos y expresarlos según mis propias sensaciones (…) Fue un ejercicio de disciplina, concentración y mucha fatiga muscular”, afirmó entre risas, agotado, el joven bailarín.
El taller impartido por Kokoro Dance Theatre y la demostración de danza Butoh que tuvo lugar el pasado 5 de noviembre, ejecutada por sus dos integrantes, añadieron una pincelada de interés a las actividades programadas durante el Festival de Ballet.
La introducción a esta danza japonesa aportó un conocimiento más profundo del cuerpo y la psicología, con especial énfasis en la actuación y en la habilidad de comunicarse físicamente mediante el movimiento, la contención, la flexibilidad.
Un regalo excepcional para “Retazos”, cuyos bailarines demostraron ser muy profesionales fuera de las acostumbradas presentaciones que les restan lucimiento. Otra prueba de lo que puede hacer una nómina del patio, dirigida por coreógrafos que tienen muy claro su objetivo artístico.