LA HABANA, Cuba.- Transcurridos los días feriados de inicio de año, el cuarto día de enero permitió comprobar que se había hecho realidad el rumor que corría de boca en boca: fue cerrado el mercado agropecuario de oferta-demanda de la calle Egido, en el municipio de Habana Vieja.
Por supuesto que no se trató de un episodio aislado. Este cierre forma parte de una ofensiva gubernamental contra los mercados de oferta-demanda —recordar lo sucedido con la Plaza de Cuatro Caminos—, acusados por las autoridades, y también por algunos consumidores ingenuos, de explotar al pueblo con sus altos precios.
Este tipo de establecimiento, regido por las leyes del mercado, surgió en 1994, y desde entonces se dijo que el Gobierno no interferiría en la fijación de sus precios, sino que crearía una red de mercados estatales con precios topados que competirían con los de oferta-demanda, y así automáticamente bajarían los precios. Tal afirmación nos hizo pensar que no se repetiría el error de 1986, cuando Fidel Castro, de un plumazo, desbancó los mercados libres campesinos.
Además, la “Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista”, en su acápite 94, se refiere a la necesidad objetiva del reconocimiento del mercado en las actuales condiciones de la economía cubana.
Sin embargo, la incapacidad gubernamental para competir con los mercados de oferta-demanda ha propiciado que los elementos de línea dura de la nomenclatura impongan una vez más sus políticas de cierres y prohibiciones.
Días antes del cierre recogimos las impresiones de un vendedor del mercado de Egido, y también las de un consumidor que semana tras semana acudía allí para adquirir las viandas, vegetales, frutas y productos cárnicos que necesitaba.
El primero expuso el abandono en que quedan muchos de los trabajadores del citado mercado: “A algunos vendedores les han ofrecido plazas en los mercados estatales que han creado últimamente, pero a otros solo les espera la calle. En mi caso específico parece que no tendrán en cuenta que llevo 22 años trabajando aquí, y que me encuentro cerca de la edad de jubilación. Tendré que arreglármelas como pueda”.
El consumidor, por su parte, mostró la preocupación de aquellos que ven peligrar la existencia de los mercados mejor abastecidos de la isla: “Yo realmente no entiendo a esas personas que se quejan de los precios en estos mercados de oferta-demanda. Nadie los obliga a venir aquí. Que vayan a los mercados estatales con precios topados. Ah, pero lo que sucede es que los estatales casi siempre están desabastecidos. Los inauguran hoy, a veces con bombo y platillo y la televisión incluida, pero a las pocas semanas ya no encuentras casi nada en ellos”.
Y concluye el consumidor: “Claro que me gustan los productos con precios asequibles. Pero si me ponen a escoger ante una situación extrema, no tengo dudas sobre cuál es mi elección. Prefiero los precios altos antes que las tarimas vacías”.
Hace poco funcionarios de los Ministerios de la Agricultura y el Comercio Interior habían declarado que, uno a uno, todos los mercados agropecuarios de oferta-demanda serían sustituidos por agromercados estatales con precios topados.
Para algunos analistas se trata de un retroceso en el contexto de las reformas raulistas.