LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – La semana antes, el cuerpo desfallecido fue trasladado desde Camagüey hacia el hospital nacional de reclusos. Horas antes de morir lo trasladaron al Hospital Hermanos Ameijeiras. A las tres de la tarde del 23 de febrero murió, luego de 83 días de huelga de hambre, el preso político Orlando Zapata Tamayo.
Nadie puede decir que murió de frio, como los veintiséis ancianos en enero, en el hospital psiquiátrico de La Habana, hecho le costó el cargo al ministro de Salud Pública, José Ramón Balaguer. Nadie puede decir que no se conocía el caso de Orlando Zapata. Todo el tiempo, su madre, Reina Luisa Tamayo, estuvo alertando a través de Radio Martí sobre la tragedia que se aproximaba. Los patriotas de la región oriental organizaron en enero una marcha de apoyo a Zapata en Camagüey, reprimida directamente por el secretario del Partido Comunista en la provincia, y la policía antimotines.
La tarde en que Zapata murió llegó a La Habana el Presidente de Brasil. Raúl Castro no se hizo eco de la situación del preso político. Los altos mandos del Ministerio del Interior, se mantuvieron al margen porque no tenían órdenes de cómo actuar o qué informar. Los analistas de inteligencia no alertaron de las consecuencias del desenlace. ¿A quién le importaba un hombre de la raza negra, disidente?
Desde el comienzo de la huelga de hambre, las autoridades decidieron hacerle pagar caro la osadía y el estoicismo de Zapata. Mantenerlo sin beber agua durante dieciocho días es la prueba más tangible. De muchas otras acciones no existen pruebas documentales pero nadie quería negociar con el mártir. Eso lo elevó al Olimpo de los héroes de la patria.
La denuncia de la muerte fue inmediata. Personalidades y grupos prodemocráticos aumentaron la presión sobre el gobierno denunciando el hecho. Hubo cientos de detenidos, nuevos huelguistas. La comunidad internacional se movilizó para condenar el crimen. El Presidente de Brasil, víctima de su propia ignorancia del caso, calificó a Zapata de delincuente. El precio lo pagó el Embajador de Brasil en La Habana, que fue destituido.
¡Zapata vive!, desde ese momento, se convirtió en un llamado a la comunidad internacional. Los esfuerzos del gobierno español por tenderle un puente a la dictadura, sufrieron el mayor descalabro y la campaña mediática del gobierno solo desprestigió a los intelectuales que se prestaron a ella.
Las presiones sobre las Damas de Blanco caldearon más el ambiente. Los comunistas encontraron una solución en la liberación-destierro de los presos políticos. Raúl Castro empezó a tomar algunas medidas económicas y convocó al sexto congreso del Partido Comunista.
Zapata había muerto y nada fue igual para la dictadura en el año 2010.