NAPLES, Estados Unidos.- Tratando de no asumir la acostumbrada posición de muchos gobernantes de izquierda ―de modo particular, de quien mal gobernara a Cuba durante alrededor de medio siglo― de convertir sus múltiples reveses en victorias, dejando a un lado las gastadas fórmulas de triunfos de ideas o cualquier otro absurdo, y pensando que no se demuestre la existencia de un fraude electoral ya denunciado ante el mundo, hemos de reconocer la derrota que hemos tenido con el triunfo del candidato por Alianza PAIS, Lenín Moreno, el pasado domingo.
Lamentablemente hemos perdido, en plural y a modo de clamor colectivo como latinoamericanos que somos, por cuanto el triunfo del oficialismo en Ecuador no solo representa para la nación andina la continuidad de un correísmo modificado; sino para toda la región, esa que José Martí llamara “Nuestra América”, la que se ha estado despojando en los últimos tiempos del peor de los males de nuestros días, el socialismo, tendencia que prevaleciera en la última década y que llevara al país a una entrada en recesión de su economía en 2016, a serias transformaciones de su Constitución, a una tendencia hacia un desenfrenado totalitarismo y a una millonaria deuda, entre otros males.
Luego de grandes tensiones y de la difusión de resultados preliminares por parte de encuestadoras que proclamaban indistintamente el triunfo de uno u otro candidato, la noche del pasado domingo pudo conocerse la comunicación oficial del Consejo Nacional Electoral, CNE, organismo que declaraba triunfador a Lenín Moreno con el 51,17% de los votos frente al 48,83% de su rival Guillermo Lasso, representante del Movimiento CREO-SUMA, con un 99,46% de los votos escrutados.
Guillermo Lasso, durante una rueda de prensa ofrecida la tarde del lunes 3 de abril, ha denunciado de manera enérgica las irregularidades sugerentes de posibles fraudes por parte del CNE, lo que hizo luego de haber consultado con matemáticos y estadísticos acerca de las tendencias porcentuales establecidas durante el proceso. Igualmente se refirió a las actas de las diferentes provincias del país, las que fueron consultadas, y en las que se comprobó contradicciones entre los resultados reflejados y los presentados.
“Es burdo el fraude en el conteo de votos, no aceptamos los resultados (…) Ecuador vive la dictadura de un partido político, es Alianza PAIS el que controla los medios públicos, que de públicos no tienen nada pues han sido incautados”, declaró Guillermo Lasso a los medios de prensa nacionales e internacionales que participaron.
Igualmente ha informado a Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos, OEA, sobre las múltiples violaciones constatadas durante los comicios y en primer lugar del posible fraude para beneficiar al candidato del oficialismo.
Centenares de manifestantes permanecen frente a la sede del CNE en Quito reclamando los verdaderos resultados de los comicios, en apoyo a Guillermo Lasso y pronunciándose en contra de la continuidad del régimen dictatorial que durante una década dirigió Rafael Correa.
Lasso representa la contrapartida de aquella imagen gastada del correísmo que durante todo este tiempo han soportado los ecuatorianos. Correa, aunque con distinciones y condecoraciones, así como con unos cuantos cuestionados doctorados Honoris Causa, es un hombre vulgar, sin clase, sin aquella sabiduría que en lejanos tiempos se exigía para la dirección de las naciones, quien impuso su modo de gobierno por la fuerza, logrando dominar a multitudes entre ataques coléricos y exabruptos que lo llevaron a la progresiva pérdida de la aceptación que tuvo en sus comienzos.
Lasso hubiera sido el hombre que pondría freno al desorden y a la corrupción que ha caracterizado al régimen socialista. Su visión de hombre de negocios, su esmerada formación, su cultura y su capacidad para la tolerancia y las relaciones, hubiera podido sacar a la destruida nación andina hacia adelante y enmendar el desastre que ha dejado Alianza PAIS.
Una campaña muy sucia, y desde una increíble bajeza, desataron en su contra los miembros del partido oficialista impulsados por el dictador Rafael Correa, quien, personalmente, a solo unos días de la primera ronda del proceso eleccionario, se presentó en Italia, Estados Unidos y España ―países en los que residen miles de ecuatorianos obligados a votar― a difundir las “proezas” de su revolución ciudadana, con lo que estimulaba al voto por el continuismo político, a la vez que se pronunciaba contra la oposición.
Lenín Moreno, el candidato por el oficialismo, ha contado con el apoyo incondicional de Correa, y ha tenido todas las posibilidades para movilizar a cientos de ecuatorianos de todo el país a través de los propios fondos ciudadanos manejados por el Gobierno, lo que unido al fanatismo, a la ignorancia y a la incultura política favoreció su popularidad.
De cualquier modo, y suponiendo que fuera cierto el triunfo de Moreno, solo lo ha diferenciado de Lasso un 2%, lo que demuestra una división del país en dos grandes polaridades, la derecha liderada por Lasso, y la izquierda al frente de la cual está Moreno.
Una década de propaganda promoviendo las “bondades” del socialismo del siglo XXI no logró generalizar la aceptación de un sistema social prácticamente ya perdido en el mundo.
Esperemos pues por aquellas instancias internacionales que puedan ejercer su poder para lograr una nueva revisión de los resultados que ha difundido como oficiales el CNE de Ecuador, los que pudieran variar para la salvación de una nación necesitada de ese urgente cambio protagonizado por Lasso.