LA HABANA, Cuba.- En Cuba existen dos fenómenos masivos por voluntad popular: la bolita (o lotería) y el denominado Paquete Semanal. Este último se ha convertido, a pesar de la censura, en la alternativa para no ver televisión cubana, cuya programación ha sido especialmente diseñada para matar de aburrimiento a la población.
En cualquier país del mundo, donde hay tantas cadenas televisivas compitiendo por el interés de los espectadores, es prioritario efectuar estudios de consumo y conocer cuáles son sus preferencias en materia audiovisual. La producción, por ende, no se detiene. Cada año aparecen nuevas películas, documentales, series, musicales y animados. Cada persona escoge lo que quiere ver y sabe en qué cadena televisiva puede encontrarlo.
No es novedad que Cuba se halla muy lejos de esas posibilidades, en primer lugar por la falta de recursos. Sin embargo, un fenómeno resulta paradójico, y es que durante los años noventa, cuando Cuba era más pobre que nunca, había solo dos canales y la misma dosis de propaganda política, se hacían mejores programas.
Los que entonces eran niños hoy recuerdan el atesorado espacio de las Aventuras, donde disfrutaron de Los pequeños campeones, Dos hermanos, Blanco y negro no, Shiralad o Los papaloteros. Otro tanto ocurría con las telenovelas. Aunque Brasil ha mantenido históricamente la preeminencia dentro de ese género, los insulares no olvidan Tierra Brava, El eco de las piedras, o Las huérfanas de la Obrapía. No había un centavo durante los años del Período Especial, pero sí voluntad, creatividad y deseos de hacer televisión.
Actualmente, a la proverbial miseria del ICRT habría que sumar su exacerbada pasión por la censura, la omnipresencia de Fidel Castro en cada resquicio de la programación y la psicótica repetición de los mismos programas. Es imposible encender la tele y no ver o escuchar al difunto, como si aún continuara entre nosotros. Aparece una decena de veces al día, como mínimo, provocando en las personas una sensación de que el tiempo se ha detenido, o un estado psicológico de regresión que conspira contra toda tentativa de avanzar. La enfermiza tendencia ahora mismo constituye, gracias al efecto boomerang, una molesta interrupción que genera indiferencia y conduce a buscar mejores opciones para el esparcimiento de la mente y el espíritu.
A pesar de la censura que prohibió incluir en su selección cualquier espacio de carácter informativo, el Paquete Semanal es la alternativa de los cubanos para exorcizar la presencia malsana antes mencionada, y huir de la mediocridad enquistada en los ocho canales que hoy tiene la televisión nacional, incluyendo las emisiones digitales. Toda vez que las noticias no son de particular interés para los cubanos, el Paquete resulta perfecto porque la mayor parte de su contenido es de actualidad.
Es probable que quienes dictan la cartelera desde el ICRT sepan que casi todo el mundo busca sus opciones en otra parte. Además, parecen haber confundido el envejecimiento poblacional con senilidad prematura, y tal vez consideran que los adultos mayores no son capaces de recordar lo que vieron el mes pasado. De ahí la constante repetición de los mismos materiales, sin asomo de interés por preguntar a la gente qué quisiera ver en los canales nacionales.
Mientras la televisión del patio perpetúa programas como De la Gran Escena (tan grande que caben María Callas y Justin Bieber), Contra el olvido o De cualquier parte, el Paquete ofrece una variedad considerable de conciertos, vídeo clips y concursos musicales.
Es tan delirante la cartelera cubana, que ahora mismo se está repitiendo la serie Expedientes X, mientras los doramas y producciones al estilo de The Walking Dead, Vikings o Game of Thrones son perseguidas tanto en el Paquete como en los negocios particulares de venta de audiovisuales. El Estado debe obtener ganancias con tal desatino, porque no es lógico que, conociendo la calidad de la competencia, se vea tan poco esfuerzo por parte del ICRT a la hora de televisar algo que valga la pena.
No se puede entender que el canal Multivisión ponga tres veces al año el filme soviético Piratas del Siglo XX, habiendo tantas buenas películas que no se han visto en Cuba y que podrían pasar sin complicaciones el radar de la censura. Incluso, si la política fuera repetir, podrían ser más selectivos.
No en balde una elevadísima cantidad de criollos compra el Paquete o paga clandestinamente la “antena”. Una selección variada y atractiva es lo mínimo que merece la gente, y les parece justo desembolsar 2 CUC por una programación donde todo es “más moderno y más bonito”.
El gran problema es la desinformación derivada de estos nuevos caminos para evadir la fealdad circundante. A través del Paquete y el cable, los cubanos tienen acceso total a realidades manipuladas que los tienta a perder de vista su propio contexto y mirarlo de forma crítica. Una enajenación en la que es fácil caer, y la desconexión intelectual que ello genera sigue propiciando una situación ventajosa para el Gobierno cubano.