LA HABANA, Cuba.- Unos dicen que están recibiendo mercancías, otros que hacen inventario, que sufren cortes de energía eléctrica o que están en reparaciones. Lo cierto es que, a unas pocas horas del Día de las Madres, numerosas tiendas de La Habana han permanecido cerradas total o parcialmente en los horarios de atención al público.
Aunque los carteles alegóricos invitaban a adquirir un regalo “para mamá”, establecimientos como La Sorpresa, en el bulevar de Obispo, aún a las dos de la tarde de este miércoles permanecían cerrados. También es el caso de la JLo y otros almacenes de la misma calle donde, sin certezas de que abrirían en algún momento, algunas personas perseveraban haciendo fila frente a la puerta.
“No sé, puede ser que abran. ¿Y si sacan algo?”, me responde una señora cuando le pregunto por qué ha decidido esperar.
En otros centros comerciales la situación es similar.
Varios departamentos continuaron cerrados al menos un día de esta semana también en la tienda de 5ta. y 42, en Miramar. En La Época, de la calle Galiano, funcionan solo aquellos mostradores donde va quedando lo que nadie compra por demasiado caro más que por horroroso o por averiado. “Estamos en reparación”, respondían parcamente algunos empleados de este último lugar.
En Galerías de Paseo, en el Vedado, locales del centro comercial han comenzado obras de remozamiento precisamente en estos días, mientras que áreas como la de ferretería gruesa y misceláneas han sido fusionadas para encubrir la devastación.
Fusión y reforma responden a una orientación del Ministerio de Comercio Interior, en el caso de aquellas entidades que dependen de este, y a un procedimiento ya habitual en las tiendas recaudadoras de divisas (TRD y otras como la Cadena Panamericana).
“No se pueden tener anaqueles vacíos. Hay que llenarlos aunque sea con el mismo producto. Hay que ordenarlos en una sola fila para que no se vea el fondo del anaquel. Y si se acaban los productos, hay que cerrar por falta de electricidad, por reparación o por filtraciones, pero no puede haber tiendas vacías”, me dice un trabajador de uno de los centros visitados.
Pero su explicación no sorprende, es algo que ya saben todos en Cuba.
Es como en los puntos de racionamiento del barrio donde el bodeguero debe “adornar” las estanterías y mostradores con botellas rellenadas con agua coloreada o con muestras del arroz, los frijoles y el azúcar de la cuota mensual.
La esperada celebración tradicional de este mes de mayo no solo ha sido ensombrecida por la agudización del desabastecimiento en la red de tiendas sino, además, por la ausencia de alternativas para las personas de bajos ingresos, que representan en conjunto, posiblemente, más del 90 por ciento de la población cubana, si se tiene en cuenta que tanto los trabajadores profesionales como los obreros manuales ganan, como promedio, un dólar diario, a veces menos.
Las calles por estos días recuerdan los peores momentos del Período Especial, sobre todo cuando se escucha a las personas vocear que sacaron jabón o colonia barata en tal o más cual chinchal de la calle Neptuno o si están repartiendo los turnos en una quincalla de la calzada del Cerro donde quizás el viernes vendan vasos o tacitas para el café, de esos de cuatro o seis piezas por un dólar.
El panorama para nada es similar al de años anteriores, sino peor. La ofensiva del Gobierno contra los negocios particulares, donde se vendían mercancías importadas por las llamadas “mulas”, ha llevado la desolación comercial a su expresión máxima, de modo que los ciudadanos han quedado acorralados entre los territorios de lo estatal y el de la baratija de yeso, humilde señorío de los eufemísticamente denominados “emprendedores”.
Quienes esperaron por una rebaja de precios o por un súbito aprovisionamiento de los estantes en los comercios, deberán resignarse a pasar por alto el festejo dominical o ajustarán los insuficientes ingresos del hogar para obrar eso que algunos, empeñados en una visión superficial e idílica de nuestra realidad, han bautizado como el “milagro cubano”.