VILLA CLARA, Cuba.- Con la jornada final desplegada este polémico miércoles 17 en las inmediaciones del centro de la capital provincial y dedicada a “las luchas contra todas las fobias” (extendidas a las escuelas del sistema educativo, fundamentalmente primario, en donde se asegura cobran auges el acoso y el abuso hacia los diversos), se inició nueva réplica de la tradicional conga carnavalesca impulsada por el CENESEX en la figura de su presidenta Mariela Castro, quien trasladó las anuales celebraciones otra vez hasta aquí, diez años después de iniciadas en el Mejunje que fundó en ¡1984! —año orweliano— el singular promotor cultural y actor Ramón Silverio.
Las batas de cola de “las artistas” disfrazadas más el canto callejero de los tamboreros, tomó por asalto el escindido Parque Vidal, donde los pingueros conectados y dispuestos a ignorar sociales reclamos, más las chicas del billete que marcan la diferencia en clase y generación, miran a estos engendros anuales de la locura —con lástima perdonavidas— desfilar blandiendo el colorido pabellón que huele a escampe sin lluvia, con ninguna otra resultante que la mofa mal disimulada de la mayoría. Incluida, aunque le ordenen cuidar la fabulada, la policía.
Durante la representación anteayer de la antología intitulada Decimerón —en aquel mismo espacio de mixturas permanentes—, compendio estrella que causó revuelo en la pasada feria libresca del periodista-editor y poeta Yamil Díaz Gómez, se leyó uno de los textos que subrayan la fatal convergencia de la fecha emplumada con la machísima proclamación de la Reforma Agraria.
En esta cita se reencuentran personas que ostentan vastos currículos de persecución o vivenciales destrozos personales. Pero una mágica actualización del modelo les ha convertido en modelos terminantes del optimismo revolucionario.
En horas de la noche, sobre la calzada Marta Abreu que abriga a escasos metros la santísima Catedral, tuvo lugar la poco cristiana pero famosa (y rutilante al estilo reality de lágrimas y risas a granel) Gala de Clausura, excipiente pagana de los acostumbrados puestos en punta a la hora de ajustar del cañonazo: travestidos, transdesnudos, transexuales, trovadores, tramoyistas, tracatanes, etc.
Entre los asistentes del público refulgían: un montón de transmutados, transversados, trashumantes, trasplantados, trasnochados, transdesviados, transegurosos, transnacionales, transcerebrados y traumatizados con “el progreso” que encima de estos rieles aceitados ha tendido el país, como si no hubiese existido descarriado pasado.
Si acaeciera la necesidad de recalcar en el asunto de los derechos axiomáticos, perdidos por años entre enhollinados papeles asamblea-arios y no hablarse debidamente del herrumbroso Código de la Familia desde 1977, es porque la presunción nacional a que se aspira (y expira) versara sobre la inclusión total y el respeto, pues entonces holgaría el caos donde no se organice jamás otra alharaca de miserias materiales/espirituales de este estilo, con las que anunciar —durando ya una década-decadente— que van a devolver (y nunca a dar) lo que nos ha sido sustraído, lo que nos es inherente y natural, siendo menos anodinos los aplaudientes castrados.
Bueno, hubo sus momentos climáticos, cismáticos, climatéricos, cotorreantes etc., como en todo alboroto/aborto, así que no falta más que esperar al 2018, cuando papaíto no esté ¿o esté? (al menos de jefe del núcleo aborigen), a ver si en el bajareque se reanudan (y desatan) las operaciones zanjadas de los trans, que se revuelcan hoy en una lista-choricera de desesperación, entre ellas Adela La Delegada, invitada especial a esta fiesta, a quien quitaron el pie —y los apoyos mezquinos— (con papales pactos e hipócritas maniobras) en desfavor de la creciente “transidia” estadual.
Para que ninguna vagina o pene implantado y cedido por el mecenazgo constituya razón con qué vociferar de la gratuidad a cambio de sumisión ideológica en descabellamiento. Porque si de cambios verdaderos y reconocimientos elementales es que sin cesar clamamos… entonces apaga y vamos.